El alzamiento en armas de los radicales que integran la alianza Cambiemos contra el ministro de Energía, Juan José Aranguren, no es un hecho aislado. Días atrás, hubo una charla casi en conjunto de varios de los gobernadores de las provincias petroleras. La relación de Neuquén, Chubut y Mendoza con el “Vasco” nunca fue de las mejores. Y la cosa empeoró desde que es funcionario. Con los neuquinos, por caso, ya estaba enfrentado por la Resolución 46, de subsidios al gas. Y con el resto, la sensación es amarga. Para el radicalismo, como para casi todos los sectores políticos, había que recomponer tarifas y bajar subsidios. Pero para todos esos sectores, la poda fue sanguinaria y empezó a socavar los cimientos del proyecto político de Cambiemos.
El malestar por el impacto en pequeñas poblaciones que vienen teniendo los tarifazos y las subas en naftas, redundó en el posicionamiento fuerte que esgrimió el mendocino Alfredo Cornejo. Uno de los radicales PRO con más predicamento dentro del Gobierno pidió, en un almuerzo en el Rotary Club, un freno a los aumentos. Y hasta le pegó duro al confesar que “es bastante difícil tener diálogo con Aranguren". "Reuniones hubo muchas, pero diálogo es interacción, alguien que explica, que interactúa cediendo en algún punto. No lo he visto ceder en todo este tiempo. Pero, paradójicamente, las noticias lo han hecho ceder y ha hecho meter la pata al Gobierno en varias oportunidades”, atacó.
El presidente compró el plan de liberalización de precios, el sueño de Aranguren que derivó en un desboque.
La fiereza de Cornejo representa la bronca del scrum de gobernadores, con una gestión que tiene números elocuentes que explican la raíz del problema central de la economía argentina: la inflación. Tanto es así que, juntos, los aumentos en tarifas de servicios públicos y el sacudón a los combustibles explican casi la mitad de la inflación acumulada en el primer trimestre del año. Otro tanto de la suba en los precios generales también es su responsabilidad. El “naftazo” en todo el país se fue directo a las góndolas en la primera parte del año.
Aranguren es, para el mercado de la energía, un hombre del downstream, un especialista en manejar estaciones de servicio. Esa posición, que lo llevó a una contienda compleja con el ex secretario de Comercio K, Guillermo Moreno, es la que hizo que Mauricio Macri lo mirara como un posible ministeriable. Cuando lo designaron en Energía, en el sector se asombraron por considerar que es un cuadro sin expertisse en electricidad, en gas y en producción de hidrocarburos.
Shell fue su pago chico. Trasladó su política de Excel a la gestión pública. Sus colegas le dicen "el aumentador".
Sintéticamente, Aranguren, ex CEO de Shell en Argentina, se explica casi con la gestión y el eje del negocio de la firma angloholandesa en el país. El tan mentado Excel que el funcionario nacional admitió seguir al dedillo para establecer las subas de tarifas y quitas de subsidios, es el modelo que implementó en su antigua compañía. Era él quien se sentaba en la mesa de negociaciones con el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, para negociar los incrementos bajo la lógica del mercado del gobierno de Cristina Fernández. “Siempre fue un aumentador”, bromean sus colegas del sector cuando rememoran aquellos encuentros picantes con el kirchnerismo. Su falta de experiencia llevó incluso a una fuga de cerebros en la cartera que dirige, que incluyó la salida de José Luis Sureda (subsecretario de Recursos Hidrocarburíferos y ex PAE), y una amenaza constante de cuadros de peso con ganas de bajarse del barco.
Un mimado de Macri, Aranguren cumplió a principios de este año uno de sus mayores anhelos al llegar a la función pública. Logró que el Ejecutivo lo apoyara en la liberalización del mercado de los combustibles, para sacar a los precios del corset y abrir la competencia. Internamente, él y todo el sector sabían que la apertura no redundaría en precios más parejos, sino en una carrera ascendente sin frenos.
Lo paradójico es que en esa nueva realidad, fue su ex empresa, Shell, el mascarón de proa de los incrementos y la que empezó a hacer los negocios más jugosos. Desde enero y hasta el reciente incremento de abril, las naftas aumentaron 11% en YPF y 13,5% en la competencia, Shell y Axion. En 2017, el aumento total del sector fue del 27%, dos puntos por encima de la inflación. En el aumento que llegó a aplicarse en abril, YPF subió 3% mientras Shell subía 4,5%. Para todo el sector, la lógica de subas fue el seguimiento de la inflación, pero lejos estuvieron de moverse en relación al precio internacional del crudo.
Pero más allá de los avatares del mercado, la posición de Shell es particular. Es la que más aumenta y sin producir en el país. Solo refina y se ha transformado en la compañía que mayores niveles de importaciones tiene en el marco de la liberalización. Eso le permite comprar combustible en el exterior a bajo precio, sin costos extra, y vender caro en la Argentina. Esa idea hizo que la competencia empiece a pensar en colocar precios bajos para robarle mercado.
La política de precios de Aranguren posibilitó que, a marzo de este año, un tercio del 6,7% de inflación acumulada (un 2,2%), sea responsabilidad de tarifas y naftas. Naturalmente, la primera parte del año es la que está cargada de este tipo de subas. Si se proyecta el total del año, la consultora Eco Go considera que con una inflación anual de 21,7% a diciembre, el tarifazo aportará 3,5 puntos.
Sturzenegger maldice las subas en energía y naftas. Le impactaron fuerte en los índices del primer trimestre, y pagó él.
Las subas en naftas tienen, además, un componente indirecto sobre otros rubros. En marzo, según el INDEC, la inflación núcleo subió 2,6%. El ítem mide precios no regulados, sobre todo canasta básica y otros bienes. Según explicaron a Letra P fuentes de la Cámara Alimenticia Copal, buena parte del alza en alimentos y bebidas que empujaron la inflación del mes se explicó en tarifas y combustibles, además de la devaluación del peso. Es que los comerciantes se han acostumbrado a trasladar a la góndola el encarecimiento del flete y la logística. Por estas horas el nombre del ministro no es bien recordado en las oficinas de Federico Sturzenegger, el presidente del Banco Central, que quedó como el principal apuntado de una inflación indomable que no es sólo su responsabilidad.