Argentina atraviesa una crisis económica significativa que podría derivar en una crisis política relevante. Varios sectores de la economía exponen indicadores negativos en la actualidad. Los aspectos socioeconómicos han empeorado desde el inicio del gobierno de Cambiemos. La perspectiva del futuro cercano es que la tendencia se profundice.
En ese marco, el sistema de medios de Argentina no resulta una excepción. Su propia coyuntura expone elementos negativos propios, a saber: modelos tradicionales de financiamiento en crisis; incertidumbre sobre nuevas formas; emergencia de operadores con capacidades globales de interpelar los comportamientos –móviles y ubicuos- de las audiencias, los usuarios y los consumidores.
Este combo en el país se vuelve explosivo y se expresa casi cotidianamente en noticias de cierres de medios, llamados a concursos de quebrantos, despidos masivos (en medios privados comerciales tanto como en medios de propiedad pública) o cierres lisos y llanos. Sin ir más lejos, en la última semana del mes de octubre se informó el cierre de la productora GP, fundada por Gastón Portal, hoy en manos del Grupo Olmos. En Canal 9 parece que el fantasma de Ángel González se esfumó y confirmaron 180 despidos. Mientras que América TV presentaría (según IProfesional) un procedimiento preventivo de crisis.
El propio Portal había manifestado -en una entrevista en julio de 2017 a Infobae- su preocupación por la situación integral del sistema: “Estoy seguro que el Estado, lo mismo con el cine, con la industria audiovisual y la mayoría de las artes, tiene que actuar directamente. No sé si ayudar a Pol-Ka, que ya tiene todo armado, creo que tienen que ayudar a que otras productoras accedan al mercado, porque es prácticamente imposible entrar en estas condiciones".
En ese contexto el cine, que es un sector sensible de las industrias culturales, está inmerso en ese contexto crítico, al que se le agregan sus elementos propios. Y para comprenderlo debe ser pensando como dispositivo, pero también como actor fundamental del sector productivo y económico. Se abre la pregunta entonces: ¿el cine también está en crisis?
En Argentina, este medio constituye una rara avis por la existencia de una política pública que se ha constituido en política de Estado, que garantiza fondos para el fomento de la producción y algunas contribuciones a la exhibición de films nacionales. Pero no está exento de cuánto lo afecta la combinación de una serie de factores.
En primer lugar, la crisis económica que retrae los consumos en general y los culturales en particular. Como expresó el empresario Daniel Grinbank en una entrevista reciente en No somos nadie de FM Metro, "la crisis en el consumo, el entretenimiento y la cultura es tremenda. Sabemos que venimos después de que la gente se alimentó, se atendió la salud, fue al colegio, pagó la luz y el gas. Después de eso ve qué le sobra, y cada vez sobra menos. Entonces los espectáculos son parte de un proceso recesivo, que se nota más que en otras áreas". En segundo lugar, las tecnologías habilitaron la emergencia de nuevos competidores para ese tipo de consumos, que no demandan el desplazamiento físico hasta las salas y se instala como práctica social expandida. Operadores de video bajo demanda (OTT) como Netflix. En tercer lugar –de una lista que no se agota- el dilema histórico de la producción local de países que no son Estados Unidos ni europeos que consigue participar significativamente en la oferta (Argentina y Brasil cubren con films locales entre el 25% y el 30% de la oferta total), pero no puede ni suele superar el 15% histórico de las entradas vendidas.
EL AUDIOVISUAL AMPLIADO. Como ya publicó Letra P, los sectores que componen el Espacio Audiovisual Ampliado (EAA) de las industrias culturales argentinas atraviesan procesos de transformación significativos. En tal marco el cine, sin embargo, mantiene algunos de sus rasgos en medio de la crisis integral. Todavía, millones de personas se movilizan hacia las salas –cada vez más concentradas geográfica y económicamente- para ver películas de estreno, tanques u obras de autor. Aún es posible pensar en una larga cola para la performance económica de los films, con múltiples ventanas. No se puede saber, eso sí, por cuánto tiempo.
Según el informe del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) divulgado en mayo de 2018, la crisis económica -que se manifiesta, entre otros aspectos, en la retracción del consumo en varios sectores- afectó de modo significativo al sector cinematográfico. Así, en 2016 se vendieron 50.972.286 entradas en el país, una cifra que muy inferior a los 52.230.747 de 2015. La caída es de algo más de 1,2 millón de tickets, un 2,4% en la comparación interanual. Sin embargo, las películas de origen nacional tuvieron uno de los mejores años de su historia: las 200 películas argentinas (con las coproducciones) sumaron una taquilla conjunta de 7.347.371 entradas y consiguieron superar el 14% del total de los asistentes a las salas.
Por su parte, 2017 terminó con 49.402.057 espectadores. El 13,16% elogió películas de origen nacional (6.502.811 espectadores). En primer lugar, se vendieron casi 1,5 millón menos en general, una caída que supera el 3% respecto del año anterior. En cuanto a la oferta, se estrenaron 473 largos, 220 de producción o coproducción nacional.
Si bien la entidad destaca la presencia de 200 empresas productoras, 132 distribuidores, 239 empresas exhibidoras, 963 pantallas, 71 espacios INCAA como elementos constitutivos de la industria local, los rasgos de concentración y extranjerización del capital se consolidan. Como destaca el investigador y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Leandro González, “la totalidad de películas distribuidas por las cuatro primeras empresas concentró el 88,61% de los espectadores. En películas nacionales, la primera empresa concentró el 71,45% de la audiencia y las primeras diez distribuidoras ocuparon el 90,37% de las pantallas”.
Serie histórica participación films nacionales 2013-2017
Fuente: INCAA.
2018 –como sostienen Griselda Soriano y Luciana Calcagano- es un momento particular del cine argentino. Se da un fenómeno de competencia entre tanques nacionales cuyos lanzamientos implican que se quiten el lugar uno tras otro “y dejan poco espacio para cualquier otro cine nacional”. Esa competencia entre “gigantes” durante la temporada alta (los meses de invierno) implicó la serie que va desde “Re Loca” (distribuida por UIP, con Natalia Oreiro, alcanzó 753.000 asistentes) a “El amor menos pensando” (estrenada por Disney, superó los 750.000 espectadores) y de ahí hacia “El Angel” (de FOX, con 1,2 millones de tickets), seguido por "La Quietud" (UIP/Sony, aún en cartelera). Como demuestra el portal Otros Cines, en un año irregular el cine nacional tuvo su “agosto” y logró quedarse en ese mes con 2.250.000 de las de las 3.900.000 entradas vendidas en total, un extraordinario 57,8%. Esos números, sin embargo, no logran sostenerse a largo plazo y funcionan, además, como topes para otro tipo de films locales, que va a la cola.
PREGUNTAS. En este marco, y mientras algunas cuestiones coyunturales vuelven a enfocar el corazón de la política pública del cine (los positivos cambios en relación a la cuota de pantalla y la desmentida del INCAA ante denuncias de Margarita Stolbitzer), los debates sobre el modo en que debe pensarse el futuro del sector siguen abiertos. ¿Deben aportar los OTT nacionales y extranjeros a la producción? ¿Deben ser alcanzados por cuotas de pantalla de producciones locales?
Argentina celebra haber recaudado 19 millones de dólares por el cobro del IVA a proveedores extranjeros que brindan servicios digitales en el país, entre los que se encuentran los OTT audiovisuales como Netflix, así como también medios de prensa como Financial Times, Bloomberg y The New York Times. Pero ni un peso de eso se destina a generación de contenidos o fortalecimiento del EAA. ¿Se resolverá algún día la necesidad de regular integralmente este tipo de servicios? ¿De qué modo convivirán en el futuro inmediato la exposición “teatral” (en sala) como en doméstico y/o móvil? Queda mucho por indagar. La crisis no parece ser económica ni reducirse únicamente a la economía general. ¿El cine está en crisis o es también en esto una excepción? Si la respuesta es no ¿por qué? Si la respuesta es sí ¿hay futuro?