A pesar del tormentoso escenario con el que Cambiemos afrontó la campaña en la Quinta sección en general y en Mar del Plata en particular, el frente de Gobierno logró el último domingo mantener su predominio, con resultados en todos los órdenes que rondaron los 40 puntos. Aunque las explicaciones de esta performance radican en parte en la especial atención que el oficialismo posó en esta jurisdicción –con desembarcos recurrentes de la gobernadora María Eugenia Vidal y figuras con alto nivel de conocimiento como postulantes-, el panorama de un peronismo marplatense sin brújula fue también un factor determinante para orientar el triunfo de la alianza gobernante.
Con una extensa raíz que a lo largo de más de diez años mechó estrategias infructuosas y armados que se posaron por debajo del otrora socio vecinalista al frente del Ejecutivo municipal, las seis listas que se presentaron el 24 de junio pasado para jugar la interna de Unidad Ciudadana (UC) en el distrito, daban cuenta de una construcción en pleno proceso de discusión.
Sin embargo, y más allá de la existencia de dirigentes reconocidos en el territorio, el camporismo, lapicera en mano, se cerró en su estructura, barriendo a los competidores de su lista en el orden local -tras recurrir a la Justicia Electoral, la nómina encabezada por el cooperativista Aldo Albarracín pudo jugar pero con boleta corta- y ocupando los casilleros de privilegio en la boleta seccional.
Sin intención de cicatrizar tensiones que habían salido a flote tras la derrota de 2015 -cuando se rompió la mesa local del FpV-, Máximo Kirchner, a través de su dirigente de confianza en el distrito y compañera de bancada en la Cámara baja nacional, María Fernanda Raverta, apostó un pleno por su armado y dejó un tendal de heridos que advirtieron que no trabajarían por la nómina local y seccional de UC.
Raverta y su candidato, Marcos Gutiérrez.
Así dadas las cosas, el resultado fue luctuoso: casi 20% detrás de Cambiemos tanto en la ciudad balnearia como en la Quinta, y casi diez puntos por debajo de la performance que en ambos casos el kirchnerismo había obtenido en las PASO de 2015.
Prevaleciendo una óptica sectaria al momento de diagramar las listas, La Cámpora dio cuenta aquí de una evidente incapacidad para construir mayorías que terminó por detonar un espectro peronista marplatense que durante más de diez años nunca pisó con firmeza en el distrito.
LA RAÍZ. Atado en buena parte de los últimos años al poder territorial que Gustavo Pulti construyó como intendente, el Frente para la Victoria no logró una construcción sólida. Tras hacer una buena elección en 2005 articulando con el radicalismo K, en 2007, producto de la concertación plural, se decidió acompañar al radical Sergio Fares, mientras que otros boina blanca, el por entonces intendente Daniel Katz y Gustavo "Tato" Serebrinsky se ubicaron en casilleros de privilegio en la nómina de candidatos a diputados nacionales del FpV que ese año encabezó Felipe Solá.
La lista del FpV en 2007. Katz,Serebrinsky y Segarra se ubicaron en la nómina al Congreso.
En ese esquema, Adela Segarra -madre de crianza de Fernanda Raverta y miembro de Montoneros al igual que el padre de esta última, Mario Montoto- resignó sus intenciones de pelear por la intendencia y entregó la construcción de un armado local por un lugar en la misma nómina que sus coterráneos integraban para el Congreso.
En 2009, post truque de giro de fondos para Educación a cambio de candidatura testimonial en la Quinta, el kirchnerismo acordó con el entonces mandamás municipal, el vecinalista Gustavo Pulti (Acción Marplatense). Pero esta jugada no otorgó la tracción de votos esperada: la lista del FpV fue relegada al tercer lugar.
Dos años más tarde, el FpV decidió enfrentar a Pulti y encarar un armado propio. Así, respaldó la candidatura del ex titular del INTA y otrora embajador en Venezuela, Carlos Cheppi, quien se ubicó en segundo lugar. En esas elecciones de 2011, la actual diputada nacional por La Campora, Fernanda Raverta, accedió la Legislatura provincial. En 2013, retomando la relación con Pulti, la apuesta fue seccional, con el medallista olímpico Juan Curuchet como cabeza de lista, quien accedió a una banca pero no pudo ganar la elección, quedando apenas medio punto por debajo del Frente Renovador.
En 2013, la apuesta seccional fue Juan Curuchet.
En 2015, nuevamente detrás de la figura de Pulti, el kirchnerismo fue derrotado a manos de Carlos Arroyo, quien venía de vencer en la interna de Cambiemos a Vilma Baragiola.
Este año, el sello de Unidad Ciudadana fue copado en Mar del Plata por La Cámpora, conducido en el distrito por Fernanda Raverta, la cual - gracias a su madre de crianza, Adela Cegarra- obtuvo el respaldo de Néstor Kirchner primero y luego el aval de Máximo para erguirse como una referente del espacio. Sin embargo, nunca pudo posicionarse electoralmente y siempre jugó detrás de los armados vecinalistas de Pulti.
En este sentido, si bien la diputada nacional podría usufructuar ese rol en post del crecimiento del espacio, decidió delegar la representación del frente a un hombre de la agrupación Descamisados, Marcos Gutiérrez, que responde a un sector con aguachento peso territorial.
Aunque el malestar también se extendió por el camporista elegido en la Quinta: “Lo ponen a (Gervasio) Bozzano de cabeza cuando en Maipú –distrito del que es oriundo- sacó 700 votos en la última elección. Es una cosa bastante inentendible desde el punto de vista estratégico-político”, señalaron a Letra P.
Pero, así como la cerrazón camporista desató la convulsión peronista que contribuyó a que Cambiemos sostenga su poderío territorial, el debilitamiento territorial del massismo en una sección donde supo ser fuerte hace que –de reiterarse el resultado del último domingo en octubre- Unidad Ciudadana pueda llegar acceder a dos bancas en el Senado bonaerense.