Finalmente, no hubo ola de triunfos neoliberales pero tampoco los populismos están fuertes. La elección argentina – primaria y de medio término – puede complejizar aún más las definiciones en una región homogénea donde el precio de sus productos primarios ha sido clave para definir el tono de sus procesos políticos.
La mirada de la región, como la de todo el país, hará eje especialmente en lo que suceda el domingo en la provincia de Buenos Aires. Así como la derrota de Daniel Scioli en 2015 pareció dar inicio a una oleada de triunfos de espacios políticos pro-mercado en la región, un triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las primarias bonaerenses podría ser una señal de revitalización para las posiciones populistas/progresistas.
De todos modos, vale la pena analizar los detalles que, como dice el viejo dicho, es donde está el Diablo. En primer lugar, electoralmente la “ola neoliberal” solo se dio efectivamente en la Argentina. En Brasil, el actual presidente, Michel Temer, asumió por la destitución de Dilma Rouseff, su popularidad roza lo ínfimo y las encuestas son lideradas por el populista ex presidente Ignacio “Lula” Da Silva y la ecologista moderada Marina Silva. El freno a la reelección indefinida en Bolivia sería forzado anotarlo como un triunfo de fuerzas pro-mercado y la mayoría electoral obtenida por la oposición venezolana en 2015 se ha revelado como coyuntural en el marco de un conflicto extenso y complejo.
En Ecuador, aunque con ruptura posterior, ganó el candidato “populista” y en Chile, las encuestas marcan una ventaja relativa para el candidato pro-mercado Sebastián Piñeira, que genera incertidumbre de cara a la segura segunda vuelta. En Uruguay, más allá del visible desgaste, continúa gobernando el populismo moderado del Frente Amplio mientras que Colombia y Perú nunca se sumaron a esa oleada y se mantuvieron, con matices, en la línea de gobiernos de orientación liberal en lo económico.
En definitiva, como dijo el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, en Argentina no ganó Mauricio Macri, sino que perdió el peronismo. Agregamos nosotros que, más que un giro rotundo a políticas pro-mercado, lo que ha habido en la región son políticas de austeridad producto de la caída del precio de los commodities, tradicional fuente de ingresos para estas economías y, durante su período de alza, sostén de políticas distributivas y de injerencia estatal en la economía. Hasta la Venezuela socialista de Nicolás Maduro hace esfuerzos notables por pagar puntillosamente su deuda externa a pesar de las carencias que sufre su población.
Por otra parte, si, como indican las encuestas, CFK gana las PASO en la populosa provincia de Buenos Aires, habrá que analizar detalladamente los números para evaluar el impacto regional de ese triunfo. Es tentador pensarlo como un reimpulso para los populismos y la centroizquierda de Latinoamérica. Seguramente lo festejarán como propio los militantes del PT en Brasil (que, como decíamos, se esperanzan con el primer puesto de Lula en los sondeos pese a su procesamiento judicial símil CFK) y los conflictuados bolivarianos de Venezuela, pero la realidad indica que sería en principio un triunfo en primarias y acotado a la provincia y, sobre todo, al conurbano.
Aun suponiendo que ese eventual triunfo reposicionara a CFK en el escenario nacional, creemos arriesgado imaginarlo como un reposicionamiento de los populismos en la región. Lo que prevalece antes son políticas moderadas que buscan mantener políticas de protección social con medidas que fomenten cierto desarrollo del mercado en las áreas donde éste es competitivo: léase, una vez más, los commodities.
Así como a principios de siglo prevalecían las políticas distributivas con sus matices que iban desde la gestión refundadora de Morales en Bolivia a la tibia ayuda social desplegada por Ollanta Humala en Perú, ahora es el turno de la moderación también con sus matices que van una vez más desde la búsqueda de inversiones extranjeras para la extracción de litio en Bolivia a la reforma de flexibilización laboral en Brasil.
La homogeneidad de nuestros pueblos en cuanto a su cultura, su religión y su mestizaje, entre otros aspectos, ha llevado a que vivamos procesos similares a lo largo de nuestra historia. Revoluciones independentistas, guerras civiles, modelo agroexportador, populismos, dictaduras, democracias, neoliberalismo, etcétera. El momento actual no ha terminado de definirse y la elección de este domingo puede complejizarlo aún más si gana CFK.
¿Y la otra opción? Si es el oficialismo el que se lleva el triunfo puede significar un quiebre cultural para la heterogénea y peronista Argentina y un robustecimiento para el rol de Mauricio Macri como líder regional y referente del globalismo occidental. Como lo ha anunciado, el Gobierno tiene en carpeta profundas reformas en las áreas laborales, previsionales e impositivas buscando transformar la economía argentina en competitiva. Claro que el costo de esta transformación (que para colmo no tiene garantía de sustentabilidad) no es poco y aún un triunfo oficialista podría transformarse en una victoria pírrica si no logra concertar alguna alianza parlamentaria que sustente esas reformas.
De todos modos, la oposición venezolana lo saludaría como propio y la derecha chilena miraría con más esperanza su horizonte electoral de noviembre. Pero insistimos en dos conceptos claves: la relatividad de la influencia externa y la particularidad de una elección argentina de medio término.