En la gobernación bonaerense y en el entorno de la ex ministra de Salud reconocen sin problemas que el gestor del salto de “La Hormiguita” fue el jefe de Gobierno porteño. Él convenció a la comandancia del PRO para que Graciela cruzara la General Paz. Fue un trabajo paciente de acercamiento que se inició en 2013 cuando era la mano derecha de Macri en la ciudad y le presentó a la entonces legisladora de Confianza Pública, el partido que había fundado junto al sindicalista de los juegos de azar Daniel Amoroso, viejo conocido del macrismo.
Una vez que la mudanza se aprobó en Casa Rosada, comenzaron a encontrarse las propiedades de Ocaña candidata en la provincia, el lugar en el que nació y en el que se inició en política de la mano del progresismo inviable de Carlos “Chacho” Álvarez. El fundador del Frepaso logró colarla en 1999 en la lista en un puesto rezagado que –por una carambola de la historia, según recuerdan los memoriosos- la depositó en el Congreso. Ya antes había ocupado un lugar importante en la Legislatura bonaerense como relatora de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, en el marco del huracán Meijide y de la alianza UCR-Frepaso.
Cerca de Vidal afirman ahora que la gobernadora quería una mujer para encabezar la lista de diputados en su territorio y agregan que el perfil anticorrupción que cultiva Ocaña suma en la batalla que se inicia contra CFK, la presidenta que hace justo diez años la llamó por teléfono para ofrecerle ser su ministra de Salud.
En el macrismo, hay quienes sostienen que la primera oferta para Graciela fue la de escoltar a Esteban Bullrich como segunda candidata a senadora. Pero Ocaña quiso asegurarse su banca en el Congreso, algo que ya consiguió sin necesidad de sentarse a esperar el resultado de la contienda con Cristina.
Queriéndolo o no, la ex ministra de Salud sepultó rápido las ambiciones de Facundo Manes, el neurólogo bestseller que pretendía incorporarse a la política como la gran novedad de Cambiemos en este turno electoral. Manes no aceptó ser segundo en la boleta oficialista de diputados y permanecerá en su nicho de divulgador de la neurociencia.
Para la puja intestina en el oficialismo, la elección de Ocaña sella el triunfo de Rodríguez Larreta –decisivo, además, en la alianza de gobierno de Vidal con Sergio Massa- sobre la filosofía de Jaime Durán Barba. Convencido de que el caballito de batalla de la corrupción no pesa en la provincia, el gurú ecuatoriano intentó hasta último momento imponer a Gladys González en el lugar de Ocaña. El mismo Jaime lo deja trascender: cuenta que la llamó para felicitarla por su candidatura y brindarle todo su respaldo en la campaña. Es curioso: también la rubia interventora del SOMU es un producto made in Larreta, desde que saltó a la fama con una tapa de la revista Veintitrés en la que se la acusaba de ofrecer pauta publicitaria a cambio de una supuesta entrevista favorable al actual jefe de Gobierno.
El hormiguero: Chacho, Amoroso, Alberto F., Kirchner, CFK, Lousteau, Larreta, Vidal, Carrió y De Narváez. Ocaña tocó con todos.
DEL FREPASO AL MACRISMO. Nacida en San Justo, egresada de un colegio de monjas, licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad Kennedy, Ocaña confesó alguna vez que de chica jugaba a ser presentadora de televisión y fantaseaba con ser periodista de investigación. Su relación con los medios siempre fue virtuosa y la convirtió en abonada de los programas en los que, mientras se juzga la corrupción kirchnerista, se ignora el conflicto de intereses que constituye al macrismo.
El desembarco de Ocaña en Cambiemos es la última estación de una carrera política vertiginosa en la que casi no le quedaron partidos por recorrer. Diputada nacional por Buenos Aires en 1999 gracias al Frepaso de Chacho Álvarez, pasó por el ARI junto a Elisa Carrió, integró el Partido de la Victoria de la mano de Alberto Fernández, coqueteó con el Movimiento Evita y se sumó a la función pública durante el kirchnerismo, como interventora del PAMI en el gobierno de Néstor Kirchner y como ministra de Salud con Cristina Fernández. Tras su salida del gobierno a mediados de 2009, formó parte del espacio de Francisco De Narváez en 2011, compitió en las PASO de 2015 con Martín Lousteau y recaló finalmente ahora en la alianza que conduce Mauricio Macri.
Fue Carrió quien le estampó el apodo que todavía la acompaña, en aquella conferencia de prensa en la que un grupo de diputados presentó el informe de la Comisión de Investigación de Lavado de Dinero. Lilita elogió su trabajo incesante y llamó “La hormiguita” a la legisladora que, con el tiempo, viajaría por los senderos fluctuantes de la política. Años después, Lilita la definiría como “Mi Judas”, un mote que, por fortuna, tuvo bastante menos éxito.
Casi dos décadas después, de Ocaña pueden decirse por lo menos dos cosas. La primera es que nadie la acusa de haberse enriquecido con la política ni de haberse beneficiado personalmente con la función pública. La segunda, que se distinguió siempre por privilegiar su figura y abandonar los espacios políticos que le dieron protagonismo y la ubicaron en lugares destacados. Desde aquel primer kirchnerismo en el que se alió a Luis D’Elía en la lucha contra las prestadoras que hacían negocios en el PAMI hasta su pelea con Hugo Moyano por su influencia en la Superintendencia de Servicios de Salud, Ocaña siempre se cortó sola. El único ámbito que no abandonó jamás fue el de los medios de comunicación, donde se le preservó un espacio gracias a su gimnasia para la denuncia.
Sí, Ocaña también hizo yunta con el ultra K Luis D'Elía. Juntos, desarmaron negocios en el PAMI.
OCAÑA ANTIKIRCHNERISTA. El tendal de heridos que dejó con sus zigzagueos no es menor. La primera fue Carrió, que nunca le perdonó su pase al kirchnerismo y que incluso ahora –según coinciden cerca de una y otra- elige hasta el momento no restablecer aquella relación estrecha que tuvieron en el ARI. El último fue el ex macrista Amoroso, sindicalista del Juego y peronista de la ortodoxia que se convirtió en su mecenas en la ciudad a partir de 2011 y que vio con sorpresa cómo Ocaña lo abandonaba para abrazarse al proyecto de UNEN en 2013 y 2015. Sin hablar del kirchnerismo, famoso ya por la legión de ex funcionarios que fundaron espacios nuevos en base a la diferenciación con lo que fueron.
Pese a su perfil anticorrupción, fue su paso por el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner el que más elementos brinda para juzgar a Ocaña. Mientras en el PAMI dejó un buen recuerdo por haber desarmado algunos negocios, en el Ministerio de Salud se la recordará por las cifras de muertos que hubo durante su gestión: por lo menos 28 a causa de la Gripe A y seis debido al virus del Dengue.
Los cuestionamientos eran tantos que ni siquiera la consultora de Ariel Sujarchuk –más tarde intendente kirchnerista de Escobar- logró atenuarlos, pese a que ostentaba una excelente relación con periodistas destacados del Grupo Clarín que le prestaban asesoramiento a la entonces ministra.
Fiel a su estilo, La Hormiguita abandonó el kirchnerismo enfrentada con Moyano y con denuncias: por la mafia de los medicamentos y por las estafas en la Administración de Programas Especiales (APE), dentro de la Superintendencia de Servicios de Salud, donde el sindicalismo pesó fuerte mientras existió la alianza con el gobierno kirchnerista.
Años después, Ocaña se cruzó en tribunales con Luciano Di Cesare, el médico que los Kirchner trajeron de Santa Cruz al PAMI y que terminó como su reemplazante en la obra social de los jubilados. En 2015, Ocaña denunció a su sucesor ante el juez Claudio Bonadio porque compró letras del tesoro por 2.300 millones de pesos entre 2008 y 2012 y Di Césare –que afirmó que su obligación era invertir ese dinero líquido-la denunció por defraudación contra la administración pública e incumplimiento de los deberes de funcionaria pública ante el juez federal Sergio Torres, precisamente por no haber invertido un monto similar del que disponía el PAMI.
Failitador: versátil, Nardelli fue arquitecto de ECO y celestino de Ocaña con Larreta, hombre clave en la definición de las listas de Cambiemos 2017.
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SUS DOS ALFILES. Pese a que la candidata de Cambiemos en la provincia se mueve por lo general en soledad, hay al menos dos hombres de su máxima confianza que la acompañan desde siempre.
El primero es Santiago Nardelli, un diputado provincial de Cambiemos que hizo su misma travesía y la acompaña desde que se conocieron en el PAMI. Oriundo de Bahía Blanca, con peso en la Sexta sección electoral, Nardelli también se inició en el Frepaso, pasó por el ARI y llegó a ser coordinador ejecutivo de PAMI durante la gestión de Ocaña. Más tarde director del Banco Nación, cuando La Hormiguita dejó el Ministerio de Salud, su mano derecha la acompañó en el acercamiento a las filas del ex político De Narváez. Fue senador provincial kirchnerista a partir de 2007, diputado denarvarísta en 2013 y dio el salto hacia las filas del macrismo bonaerense en 2015, en un reciclaje que anticiparía casi dos años los pasos que acaba de dar su jefa.
El año que Macri fue electo presidente, Nardelli fue clave para convertir a su amigo Héctor Gay en intendente cambiemista de Bahía Blanca. Gay también había creído en el sueño trunco del ex dueño de Casa Tía. De buen vínculo con Lousteau, fue uno de los artífices del experimento ECO, que –gracias a los votos del kirchnerismo en segunda vuelta- le dio al macrismo el susto más grande de su vida en la ciudad. La versatilidad de Nardelli explica la buena sintonía que Ocaña mantiene, a su vez, con Rodríguez Larreta y con Massa, otro viejo conocido: todos alguna vez pasaron por cargos en los que atendieron a la tercera edad y supieron transformar ese aprendizaje en capital electoral.
El otro alfil que es parte del tablero que despliega Ocaña es el actual legislador porteño Diego García de García Vilas. Nombrado en 2006 como gerente de Recursos Humanos del PAMI y funcionario del Ministerio de Salud en 2007, llegó a ocupar la gerencia general de la Superintendencia de Servicios de Salud en 2008. Se fue del gobierno kirchnerista junto a su jefa y se dedicó a la actividad privada –fue abogado de la multinacional Donnelley-, aunque sin dilapidar la experiencia de su paso por el Estado.
Según denunció el diario Perfil, en el PAMI, García Vilas firmó el primer convenio colectivo de trabajo que incluía una cláusula (la 111, vinculada a la antigüedad) que habilitó más de cinco mil juicios contra el Estado entre 2006 y 2011 por los cuales un grupo de abogados se habría llevado más de $ 6 millones. “Una de los tantos querellantes era Florencia Teuly, quien fue pareja de García Vilas y ex subgerenta de PAMI con la Hormiguita”, publicó el bisemanario.
Desde 2015, García Vilas se reincorporó a la política como legislador porteño de Confianza Pública, el partido que Ocaña fundó junto a Daniel Amoroso. Fue el encargado de negociar con el larretismo los dos lugares que la ex ministra consiguió en la lista de Cambiemos para la Legislatura capitalina.
LA OPORTUNIDAD DE CAMBIEMOS. La candidatura de Ocaña en la boleta oficialista le permitirá volver a ser parte de un proyecto que hoy parece bastante más sólido que los últimos que integró la ex ministra.
Al lado de La Hormiguita, afirman que está muy contenta por el lugar que le otorgó la gobernadora Vidal. Cambiemos le ofrece una posibilidad que –según quienes la frecuentan- esperaba desde hacía tiempo: poder revalidar su popularidad en las urnas. Intercalar su asiento reservado en los estudios de televisión con las recorridas y los timbreos que le permitan acceder a votos que pueda considerar propios. Ofrecer en el territorio ese capital que se nutre de la popularidad que le dieron su prédica a favor de la transparencia y su gestión en el organismo del que dependen millones de pasivos. Todo eso y el respaldo de un gobierno que hoy maneja las tres cajas más importantes de la política pueden darle a Ocaña una oportunidad inédita, de la mano de Macri.