Elecciones en francia. enfoque

La abstención marca los límites del Huracán Macron

El presidente electo obtuvo una mayoría contundente en las legislativas, pero la mayoría de los franceses eligió no ir a votar. Los riesgos de una ruptura entre el Mercado y la Democracia.

Los resultados de las elecciones legislativas del domingo pasado en Francia le dieron la suma del poder público al recientemente electo presidente Emmanuel Macron. Su partido, “En Marcha”, conformado hace apenas un año atrás, tendrá, junto a sus aliados del MoDem, 350 de las 577 bancas que conforman el Parlamento. Sin embargo, el 57% de abstención – récord histórico – marca que la oposición que Macron no tendrá en el Congreso puede llegar a tenerla en las calles.

 

La particularidad del sistema electoral francés le da al ex banquero de la casa Rotschild una fuerza parlamentaria inédita en la historia política moderna de Francia, con apenas el 32% de los votos emitidos. Su discurso “centrista” tomó votos por izquierda y por derecha, ratificando la crisis sistémica que vive la política en Occidente, que ya no es explicable con las etiquetas tradicionales.

 

Sin embargo, no hay que desatender el amplio porcentaje de electores que eligieron no ir a votar. Como suele suceder en estos casos, es probable que muchos de ellos estén desinteresados en lo público y no tengan opinión formada ni a favor ni en contra de lo que fue el gobierno de Francois Hollande y de lo que será el de Macron.

 

Pero no hay certezas de que ésta sea la sensación mayoritaria ni tampoco de que la sea de manera permanente. Hay una controversia fuerte y persistente en Europa acerca de las políticas de flexibilización laboral y austeridad fiscal. Existe un amplio consenso entre la dirigencia política y empresarial de que ése es el único camino posible para la recuperación de la competitividad económica y de la economía en sí, como también un amplio rechazo popular a las medidas tomadas en esa línea por los gobiernos de turno.

 

En el fondo, hay un cuestionamiento a la convivencia hasta ahora exitosa entre Democracia y Mercado que corroe al sistema occidental. El Mercado exige limitar la Democracia para poder crecer y la Democracia necesita limitar al Mercado para justificar su existencia.

 

No es casual que sea China, con su particular combinación de comunismo político y liberalismo económico, la que se posicione cada vez más como líder global de las políticas pro Mercado, sobre todo tras la retracción en ese sentido de los Estados Unidos de Donald Trump.

 

 

¿Qué pasaría si hubiera un rechazo mayoritario a las políticas de Macron y éstas no encontrasen cauce en los espacios institucionales, copados por el oficialismo?

 

En Francia, Hollande vio cómo se desplomaba su popularidad al promover políticas liberales en la economía, con el agravante de que, en campaña, había prometido lo contrario. El descalabro fue tal, que el Partido Socialista francés corre el riesgo de desaparecer: pasó de 284 diputados a apenas una treintena.

 

Pero la derrota del PS no es la derrota de las políticas de Hollande. Macron fue su ministro y tuvo que renunciar, precisamente, por el rechazo que generó en la base parlamentaria del PS que impulsara políticas económicas en línea con las demandas del Mercado. Ante la derrota sufrida en las primarias por el candidato pro-mercado del PS, el ex primer ministro Manuel Valls, Hollande respaldó sigilosamente a Macron, que, de cara a la segunda vuelta, fue finalmente el candidato de la elite francesa.

 

Los conservadores del ahora renombrado Partido Republicano, por su parte, lograron salvar la dignidad conservando un segundo puesto y una bancada de 137 diputados. Su problema es que las diferencias con Macron en el terreno económico son mínimas y corren el riesgo de quedar diluidos en un Parlamento monocolor.

 

Los opositores más firmes a las políticas de Macron serán Marine Le Pen y Jean Louis Melénchon. Ambos consiguieron bancas aunque el número es irrisorio frente a la avalancha de “macronistas”. Entra entonces ahí la variable de la calle. Macron tiene mayoría absoluta en el Parlamento, los partidos tradicionales hundidos, los grandes medios a su favor, el respaldo de Bruselas y de El Mercado. ¿Qué puede fallar? Que el 57% de los franceses que no fue a votar deje de mirar con desconfianza a Le Pen y Melénchon, marginados del escenario político por “extremistas”.

 

El desafío de Macron es imponer una “modernización” que su elite considera imprescindible. El desafío de Le Pen y Melénchon es salir de la marginalidad y transformarse en opción de mayorías. Más allá del pregonado “Huracán Macron”, ganar las elecciones no significa ganar el poder.

 

Armando Traferri y Rubén Pirola en el centro, referentes del bloque peronista del Senado santafesino. A su derecha, Osvaldo Sosa y Alcides Calvo.
Rosario Romero, en el concurso de cebadores de mate, junto al gobernador Rogelio Frigerio.

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