Cambiemos

El detrás de escena de la foto que selló la paz entre Monzó y Peña

Tras el almuerzo en el que firmaron un pacto de no agresión, las dos caras de la interna PRO se mostraron en público tras seis años de guerra fría. Las quejas del bloque de Cambiemos.

En Cambiemos se puso paños fríos a una histórica guerra de poder que amenazaba con complicar el camino hacia las elecciones legislativas. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, caras opuestas en la construcción política y comunicacional del macrismo, enviaron este sábado una clara señal de paz al mostrarse juntos en Mendoza. Una señal hacia afuera pero, sobre todo, para calmar las agitadas aguas del frente de gobierno.

 

Peña y Monzó participaron, junto al gobernador Alfredo Cornejo, de una cumbre regional de Cambiemos. Se discutió el esquema electoral que se aplicará en las provincias cuyanas para las primarias de agosto y se intentó plasmar una cristalina imagen de unidad del frente oficialista, en una provincia gobernada por la UCR y en la que Cambiemos depende, y mucho, de la construcción del radicalismo en el territorio. 

 

Sin embargo, esa foto fue el corolario de un pacto de no agresión que se empezó a firmar el viernes 28 de abril, al mediodía, en el coqueto restaurante “Mirasol de la Recova” del barrio de Recoleta. A esa mesa se sentaron, según publicó diario Perfil días atrás, Monzó y Peña, en el primer mano a mano entre ellos tras al menos seis años de relación respetuosa y seria, en el trato personal, pero de tensión y guerra de trincheras en el día a día de la gestión y la construcción política.

 

Entre bocado y bocada se dijeron ahí lo que tenían que decirse. “Esta fue la primera vez en todos los años de relación en la que hubo que sentarse a explicar lo obvio: Emilio le aclaró que es parte de este proyecto y que no está pensando en pegar el portazo; y Marcos le aseguró que no existen intenciones en Casa Rosada de reemplazarlo como presidente de la Cámara baja”. Palabra más, palabra menos, así lo explicó a un grupo de diputados de PRO el presidente de bloque, Nicolás Massot, en una reunión que mantuvo con parte de la tropa oficialista el martes, en el Congreso.

 

EL SACO DE GARCÍA DE LUCA. Quien estuvo en Mendoza con Cornejo, Peña y Monzó fue el secretario de Interior, Sebastián García De Luca. Si bien es habitual que el número dos de Rogelio Frigerio participe de las mesas regionales de Cambiemos –habitualmente se hacen los viernes y la semana anterior fue en Tucumán-, la presencia de Monzó fue importante para él. ¿Por qué? Porque las versiones de su posible salida del Ministerio de Interior venían in crescendo e, incluso, el rumor que circulaba fuerte en el macrismo era que el intendente de Vicente López, Jorge Macri, se encargaba de probarse su saco en cada mitin político del que participara. 

 

El primo del presidente Mauricio Macri aseguraba a sus más cercanos que tenía un destino inmediato en Casa Rosada. Ese destino era el despacho de García De Luca. En las filas de Monzó esta preocupación calaba hondo. “Si lo sacan a Sebastián es una declaración de guerra a nosotros”, admitían. La paz sellada entre Monzó y Peña, si prima la lógica, debería garantizar la continuidad del joven funcionario que el presidente de la Cámara baja ubicó en un rol político estratégico, por sus relaciones con gobernadores e intendentes. Lo que echaría por tierra el sueño de Jorge Macri o lo obligaría a negociar por otra cartera de gobierno.

 

SINCERAMIENTO Y TENSIONES. En esa cumbre con parte del bloque preside, Massot admitió lo que el propio Monzó reconocía a su círculo más íntimo: que tras el receso veraniego y con la reactivación del Congreso su relación con Casa Rosada había alcanzado, tal vez, su punto más crítico. 

 

Ese recalientamiento del vínculo fue el que agitó versiones de diversa índole: desde las que candidateaban al ministro porteño Diego Santilli o al ex senador radical Ernesto Sanz como los posibles reemplazantes de Monzó al mando de la Cámara de Diputados, a la presunta intención de Monzó, en caso de ser corrido del cargo, de armar un bloque propio y llevarse algunos diputados que hoy militan en Cambiemos. Estos dos rumores fueron desactivados en el almuerzo en La Recova.

 

En la misma reunión de bloque de Cambiemos, Massot tuvo que atajar quejas de algunos de los diputados presentes. La más dura fue la santafecina Gisela Scaglia quien, según contó a Letra P uno de los legisladores presentes, se quejó de que “en las provincias tenemos mucho lío y desde Casa Rosada se piensan que pueden controlar todo con una lapicera y desde Buenos Aires”. Esta misma protesta fue refrendada por otros dos diputados, ambos de origen macrista. 

 

Massot gambeteó el punto de conflicto con cintura. Les respondió que ellos –Monzó y él- ya no tenían autoridad para acomodar las cosas en el territorio porque ya no eran parte del armado nacional –como sí lo fue Monzó en 2013 y 2015-, pero que siempre estaban dispuestos a ayudar al que lo requiera. Una salida diplomática ante la atenta mirada de varios legisladores que reportan directamente a Olivos y en los que el “monzonismo” no termina de confiar.

 

UN POCO DE HISTORIA. Peña nunca confió en Monzó y Monzó nunca confió en Peña. Esto fue así desde que el dirigente del PJ bonaerense desembarcó en el PRO, como armador político para la campaña 2011 en la que Macri fue reelecto jefe de Gobierno de la Ciudad. A Peña le pareció desmedido que su jefe dotara a un peronista de todos los “fierros” para manejar la política del macrismo y hasta le creara un ministerio que no existía en la Ciudad, el de Gobierno, que de tan nuevo no tenía ni sede: trabajaban en unas oficinas sobre la calle Rivadavia, a dos cuadras de la sede del gobierno porteño de Bolivar 1.

 

La relación que no pasaba de una simple desconfianza se empezó a complicar en 2014. Monzó acercó la propuesta de armar un frente electoral con la UCR, un plan absolutamente contrario al purismo amarillo que impulsaba Peña. En esa época, el hoy presidente de la Cámara de Diputados presentó al menos dos veces la renuncia, por escrito, a Macri. Si nunca se la aceptaron fue porque valoraban su trabajo dos hombres en los que Macri confía tanto como en Peña: el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba y su “hermano de la vida”, el empresario Nicolás “Nicky” Caputo.

 

Un hombre del riñón monzonista explicó a este medio, días atrás y con mucha claridad, qué fue lo que pasó desde que el macrismo ascendió a la Presidencia: “En la Ciudad estaba todo claro: Horacio (Rodríguez Larreta) se encargaba de la gestión, Emilio de la política y Marcos de la comunicación. Hoy las tres áreas las concentra una sola persona”. Esa persona, es Marcos Peña.

 

Diego Valenzuela y Javier Milei.
Mauricio Macri tendrá la última palabra a la hora de negociar con los Milei.

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