-Es lindo, ¿viste?
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-Es lindo, ¿viste?
Dice Alejandra, parada sobre el tramo de pavimento de la calle Bolívar que recorre la fachada del Cabildo, en medio de un mar de gente que desborda la Plaza de Mayo, y una sonrisa grande le llena la cara de una ternura conmovedora y de un brillo que se le ve en los ojos.
El lindo que le llena la cara de sonrisa a Alejandra es su papá: un tipo de pelo apenas largo y un poco desordenado a lo Jim Morrison, con un bigote que le encuadra la boca y unos anteojos cuadrados de marco grueso que completan un perfil setentoso al que este cronista le asocia –cree que le irían mejor que el traje y la corbata- unos pantalones pata de elefante y una campera de gabardina beige a la cintura.
En los setentas, el tipo lindo del pelo un poco desordenado a lo Jim Morrison militaba en Montoneros. En La Plata, barrio Las Quintas, localidad de San Carlos. Era un cuadro importante de la organización en la capital bonaerense –la ciudad más golpeada por la represión ilegal.
El 29 de junio de 1977 se lo llevaron. Y se llevaron también a su pareja y compañera de militancia. La mamá de Alejandra.
El 29 de junio de 2017 se cumplirán 40 años del secuestro. Cinco días antes, Alejandra cumplirá sus 40.
Tenía cinco días cuando se llevaron a sus padres. Ella estaba con su abuela. Si no, acaso hoy no sería Alejandra, no estaría acá, en la Plaza; no conocería a sus padres, viviría en una historia que no sería la de Alejandra.
El tipo lindo con el pelo un poco desordenado a lo Jim Morrison estuvo en la comisaría Quinta, en la diagonal 74 al fondo, casi llegando al Parque Castelli, donde funcionó uno de los centros de detención del circuito Camps. Después, pudo haber estado en La Cacha o en el Pozo de Quilmes. Alejandra no sabe. Los que saben no lo quieren decir, ni 40 años después.
En esta tarde calurosa de viernes, el tipo lindo del pelo un poco desordenado a lo Jim Morrison no está físicamente acá, con Alejandra, en la Plaza, frente al Cabildo, en medio de este mar de gente. Está en la pancarta, en esa foto que Alejandra muestra y es como si le prendieran la luz de los ojos.
No está físicamente acá pero está en la pancarta y en el corazón de Alejandra y en la sangre que el corazón de Alejandra bombea y en su mirada y en su forma de mirar y en lo que ve cuando mira y en lo que hace con eso que ve y en sus certezas, también está.
El papá de Alejandra está en la tristeza y en la fuerza de su mamá -en su amor de abuela-, que puede estar físicamente acá en esta tarde calurosa de viernes porque la soltaron 15 días después de llevársela. Y está, también, en la sangre que bombean los corazones de los tres hijos de Alejandra, de 14 el más grande, de 12 el del medio, de tres el más chiquito, que también están acá, en la Plaza, empezando a mirar con una mirada que acaso les devuelva la misma percepción de las cosas y del mundo que a Alejandra.
El tipo lindo del pelo un poco desordenado a lo Jim Morrison se llama Carlos Enrique Esponda y es uno de los 30.000 detenidos desaparecidos de la dictadura cívico militar que tomó el poder hace 41 años, el 24 de marzo de 1976.
Para Alejandra, Carlos Enrique está presente. Ahora y siempre. Y no hay nadie que se lo pueda negar. No hay nadie que pueda negar a Carlos Enrique, como antes intentó hacer Videla, como ahora intenta hacer Macri.