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La designación de Fernando Oris de Roa al frente de la embajada argentina en los Estados Unidos tomó por sorpresa a más de uno. Mientras muchos pensaban en un embajador de carrera, otros apostaban a alguien de perfil político y también estaban aquellos que pensaban en un perfil financiero. En medio de esas especulaciones, finalmente Mauricio Macri designó a alguien de perfil empresario y especializado en los agronegocios.
Oris Roa estuvo, brevemente, en el cargo de subsecretario de Inversiones de la Ciudad de Buenos Aires. Y tiene un extenso currículum como directivo de diversas empresas. La mayoría de ellas, del sector agrícola. Justamente, los temas relacionados al agro han sido el punto más caliente de la relación entre Estados Unidos y Argentina.
La crisis de los limones fue el primer punto oscuro de la relación entre Donald Trump y Macri. La industria limonera argentina apostó todo a la gestión de la embajada argentina y, por el momento, parece haber tenido un éxito relativo. La centralidad que le dio la prensa argentina al tema limones (empujada también por el propio gobierno nacional) le permitió a Trump entregar algo que no le generó ningún costo político (California es un territorio hostil de todos modos y los productores ya iniciaron una demanda sobre este tema) y poner al gobierno argentino en una posición incómoda ante las siguientes crisis, como las de la carne y el biodiesel. Incómoda, porque ahora Argentina perdía la chance de pedir nuevamente.
La crisis del biodiesel, mucho más grande que la de los limones, tomó al gobierno argentino por sorpresa. Si bien se esperaba que pudiera haber reclamos, nunca se esperó que el golpe fuera tan fuerte. Y si ese primer golpe, a mediados de este año, era inesperado, todas las acciones subsiguientes tomaron siempre por sorpresa a la Casa Rosada.
Ahora, Macri regresa de Nueva York con un sabor amargo en relación a los temas comerciales entre ambos países. El gobierno nacional parece no haber encontrado aún el modo de resolverlos. No parece haber entendido que la Casa Blanca ya no es la misma que con Obama. En algunos aspectos ha retrocedido casi a los tiempos de Nixon y la guerra fría.
Quizás los funcionarios argentinos deban hacerse un viaje a Tennessee, Kentucky o Kansas para ver cómo piensan las bases que apoyan a Trump. Porque, en definitiva, es para ellos que Trump gobierna. O podrían hacer una visita a Missouri o Iowa, estados con gran producción local de Biodiesel donde Trump arrasó en las elecciones de 2016. Quizás eso sirva para entender mejor la mentalidad de la Casa Blanca y poder establecer una estrategia mejor que la actual.
Macri, con Trump en la Casa Blanca. Viejos conocidos.
El sector privado tiene su parte de responsabilidad. Parece volcar todas las expectativas en la gestión pública, mientras sus contrapartes estadounidenses gastan millones de dólares en lobistas que caminan los pasillos de Washington DC todos los días: sólo en lo que va de 2017, de acuerdo a registros públicos, la National Biodiesel Board gastó más de un millón de dólares en ocho compañías de lobby y asuntos de gobierno, sin contar los aportes de compañías privadas. Mientras tanto, de acuerdo a registros públicos, la Cámara Argentina de Biocombustibles (CARBIO) ha desembolsado sólo 60 mil dólares en lobby. El año pasado, cuando no había conflicto, 40 mil. ¿Es necesario que sea el mismísimo presidente Macri, y sus funcionarios de primera línea, quienes tengan que llevar adelante las gestiones para destrabar un conflicto comercial con otro país y no los privados que son los mayores beneficiarios? Si estos números son reales, ¿cómo es posible que un sector que exporta por más de mil millones de dólares invierta tan poco en defender sus intereses en Washington?
Estos temas comerciales, que son centrales para la relación económica entre Argentina y Estados Unidos, son sin dudas del conocimiento de Oris de Roa. No caben dudas de que es un experto en ambas materias y que será un excelente operador para buscar soluciones que sean beneficiosas para ambos países. Su background como “hombre de campo” puede generar empatía en muchos de los sectores que se oponen a la entrada de productos argentinos. Es un hombre que conoce por las circunstancias que pasa un productor agropecuario. Además, su paso por la gestión pública en temas de inversiones le permite también tener dentro de su espectro la posibilidad de conseguir que empresas y fondos de inversión se interesen en Argentina.
Pero los desafíos que tiene Oris Roa son variados. Desde Argentina, la falta de compromiso del sector privado es un factor fundamental. No puede seguir siendo Macri quien tenga que desgastarse en viajar a Washington para resolver temas de privados. Otro tema que puede resultar un problema, como ya le ha pasado al Presidente con muchos empresarios que hacen la transición al sector público, es la posibilidad de que se generen conflictos de intereses. Pero hasta el momento parece que el gobierno nacional ha podido superar esas circunstancias de forma positiva.
Trump con su decreto de suspensión de importación de limones argentinos.
En cuanto al frente externo, en los Estados Unidos, el perfil del nuevo embajador puede que no sea tomado de buena manera por la administración Trump. Poner un embajador con el perfil de Oris Roa puede ser tomado por Washington como una demostración de fuerza por parte de Macri. Una demostración de que está dispuesto a dar pelea en los temas más complicados de la agenda. Y eso, a una personalidad como la de Trump, que quiere demostrar siempre, ya sea con un apretón de manos o empujando para ponerse delante de una foto, que tiene el control, puede que no le caiga del todo bien.
Del mismo modo, estamos viviendo una etapa en la que Washington busca aliados en temas como el terrorismo y las crisis de Corea del Norte y Rusia. Un embajador que tenga un amplio conocimiento en temas de agronegocios, pero que carezca de una visión global sobre los temas centrales para los Estados Unidos, puede ser visto como una falta de compromiso por parte de Argentina en estos temas. Como un acto de mirarse el ombligo y no tener una visión más amplia, más solidaria con el “mundo”.
Además, Argentina viene de algunos traspiés en temas internacionales, sobre todo en relación a los Estados Unidos. A las crisis comerciales se suman las frustraciones de Malcorra y Lousteau. Es por ello que el gobierno argentino no tiene muchas más fichas para jugarse. La elección de este embajador tiene que haber sido pensada y analizada por Macri y su entorno, pero seguramente se habrán hecho consultas a expertos, tanto de Argentina como de los Estados Unidos.
Con este panorama, será ahora Oris Roa, con toda su capacidad y experiencia, quien deba demostrar que está en Washington para mucho más que tratar temas comerciales conflictivos. Conociendo su trabajo y su formación académica, le sobran pergaminos. Pero son necesarios muchos factores de ayuda para no dejar solo al futuro embajador en su misión. El apoyo de privados argentinos para resolver conflictos comerciales y la percepción que la administración Trump tenga de él. Una administración que, en muchos aspectos, busca más alineación que aliados.