La mediadora iba y venía. Recorría con celeridad los escasos metros que separaban las pequeñas salas que albergaban a Cristina Fernández de Kirchner, de 63 años de edad, y a Margarita Stolbizer, de 61. Tuvo trabajo extra: ni siquiera los abogados de las dos dirigentes, el mediático Gregorio Dalbón y Silvina Martínez, quisieron verse las caras. La tensión se reflejaba en esa operadora judicial, que recién tuvo un descanso cuando las dos partes firmaron un acta que de acuerdo no tuvo nada. Todo lo contrario. Lo que sigue es un juicio bidireccional entre la ex presidenta y la líder de GEN.
El primero en llegar al estudio de Viamonte 1355 fue Dalbón. La cuadra estaba convulsionada, pero no mucho más que otros días: basta con cruzar la calle para toparse con la puerta de ingreso a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), siempre atiborrada de periodistas. Tal vez lo que más alteró esa zona céntrica fue la doble fila de policías que ordenó instalar el Ministerio de Seguridad. Dalbón se encargó, en tono claro, de que los responsables del operativo supieran lo molesto que lo ponía tamaño operativo.
Apenas pasadas las 10.30, ingresó al estudio Cristina, envuelta en un impecable palazzo gris y un abrigado sobretodo. Antes de que llegara Stolbizer con Martínez y el marido de la legisladora, el también abogado Juan Laprovíttola, la mediadora ya tenía las dos instrucciones que la ex jefa de Estado llevó a la mediación. La primera, que no iba a habilitar un cruce mano a mano con la ahora socia política de Sergio Massa; la segunda, que ella iba a ser la última en abandonar el edificio.
Stolbizer notó el fastidio en la mediadora, que vivió ese proceso de apenas 38 minutos como una maratón olímpica. Por sus gestos, se podría presumir que, si bien esperaba una media mañana complicada, no se imaginaba protagonista central de una guerra de berrinches de esa envergadura. En otras palabras, la pasó muy mal. “La mediadora iba y venía con los mensajes y luego firmamos un acta del no acuerdo”, reconoció la ex candidata a presidenta por Progresistas.
En uno de esos tantos viajes entre la oficina en la que estaban Cristina y Dalbón y la salita donde esperaban Stolbizer y Martínez, la mediadora llevó la primera noticia importante del día. La ex presidenta, mediante su abogado, informaba su decisión de denunciar penalmente a Stolbizer. Sería por “asociación ilícita” y sustanciada en declaraciones de la diputada oficialista Elisa Carrió, una de las más acérrimas opositoras al kirchnerismo y ex aliada de Margarita.
Según detalló Dalbón, “Carrió dijo que Stolbizer hace sus denuncias con ayuda de Clarín y (el juez federal Claudio) Bonadio, así que los vamos a denunciar a los tres por asociación ilícita. Pediremos a la diputada de la Coalición Cívica que ratifique sus dichos y Cristina se presentará como querellante”.
Informada de esto, Stolbizer respondió que ella iba a “reconvenir” y contradenunciar a Cristina por daños y perjuicios. “Considero que no hay ningún tipo de derecho a hacer un reclamo de resarcimiento económico, porque no ha habido de mi parte ningún tipo de agravio. Yo todas las denuncias las he presentado ante la Justicia y ella tiene que demostrar ahí que yo no tengo razón”, aseguró la diputada nacional.
Cristina salió bajo el sol cálido que ocupaba Buenos Aires cerca del mediodía y subió al mismo Chevrolet Prisma blanco que la había traído, siempre escoltado por otros dos autos cargados con una decena de custodios.
Stolbizer siguió su jornada en la Cámara de Diputados, donde participó de un panel de debate junto a otros legisladores. Se tuvo que ir a las corridas, porque perdía un vuelo. Su destino era Río de Janeiro, donde sigue, como siempre, la labor de su hijo Nicolás en la Selección Nacional de básquet, que sueña con cerrar la historia de la Generación Dorada con otra medalla olímpica. El juicio con Cristina quedará para más adelante.