Con sus declaraciones al sitio BuzzFeed, el presidente Mauricio Macri coincidió con el genocida Jorge Rafael Videla –condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad que incluyen el robo de bebés- en que lo que hubo en los '70 en el país fue una “guerra”. De esa manera, convirtió en doctrina oficial del Gobierno argentino la teoría de los dos demonios, que es la que sostiene que en esa "guerra" se enfrentaron dos fuerzas equiparables y la que sirve para licuar la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la masacre perpetrada a través de la aplicación, haciendo uso de los recursos y el poder de fuego del Estado, de un plan sistemático de exterminio.
Macri dijo, además, no saber cuántos desaparecidos dejó la dictadura cívico-militar. “No tengo idea” si “son 9 mil o 30 mil”, reconoció. Pero no sólo eso: dijo que no le importa porque no cree que sea un dato relevante. Considera, en cambio, que es una discusión “sin sentido”.
No es la primera manifestación del Gobierno en este sentido. El mismísimo ministro de Derechos Humanos, Germán Garavano –Letra P contó los vínculos de este funcionario con los sectores que reivindican el terrorismo de Estado, a los que recibió en su despacho-, dijo el 26 de enero pasado: “Desconozco el número” porque "hay un montón de versiones” al respecto. Antes, el entonces ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido, directamente había desestimado que hayan sido 30.000. El Presidente no llegó a tanto, pero, al restarle entidad a ese número, se acercó peligrosamente a la negación del genocidio -¿qué pasaría si la canciller alemana, Angela Merkel, negara el Holocausto?-, como hace, sistemáticamente, la vocera mediática más destacada de los represores, Cecilia Pando:
Pero acaso sea el concepto de “guerra sucia” que usó Macri este miércoles para encuadrar los acontecimientos de los ’70 el dato que revela con mayor claridad la comunión filosófica entre el jefe del Gobierno y el régimen conducido por las juntas militares entre 1976 y 1983.
Concretamente, en la conversación con la periodista Karla Zabludovsky, Macri dijo que “lo importante” es que “los familiares sepan definitivamente, después de esa horrible tragedia que fue esa guerra sucia, qué fue lo que pasó”:
Por su parte, en un discurso que dio en 1981, en una suerte de balance de sus cinco años al frente del “Proceso de Reorganización Nacional”, el entonces teniente general Jorge Rafael Videla defendía la decisión de las Fuerzas Armadas de “hacer frente a una guerra que no buscaron”:
El efecto de esta postura oficial es devastador: detona los cimientos mismos de una tradición política inaugurada por el presidente Raúl Alfonsín –radical como los radicales que hoy integran la alianza gobernante Cambiemos-, que juzgó a las juntas militares en 1985, y retomada en 2003 por Néstor Kirchner, que reabrió el proceso de juzgamiento (con tribunales naturales, sin intervención externa de ningún tipo) de los criminales de la dictadura. Esa vocación institucional por la Memoria, la Verdad y la Justicia había convertido a la Argentina en un faro universal de los derechos humanos.
La conclusión es inequívoca: el hombre que gobierna el país desde el 10 de diciembre pasado, y que lo hará al menos hasta el 10 de diciembre de 2019, piensa igual que el genocida Videla. Es dramático, pero es la realidad, que es la única verdad.