Uno de los grandes batacazos de las PASO del último domingo en la provincia de Buenos Aires se dio en Merlo, con la derrota del histórico barón Raúl Othacehé.
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Uno de los grandes batacazos de las PASO del último domingo en la provincia de Buenos Aires se dio en Merlo, con la derrota del histórico barón Raúl Othacehé.
El intendente perdió la interna del Frente para la Victoria a manos de Gustavo Menéndez, por 56,74% a 40,66%, lo cual configuró un escenario que de antemano era prácticamente impensado.
Algo similar ocurrió en otro de los municipios más populosos del conurbano bonaerense, que en el último tiempo vivió las mayores turbulencias políticas, protagonista como ningún otro de la novela massista-sciolista: Almirante Brown.
Allí, finalmente sucedió lo peor para Darío Giustozzi, ex mano derecha de Sergio Massa en el armado del Frente Renovador para las elecciones legislativas de 2013, que parecían casi consagrar al tigrense para pelear con grandes chances por la presidencia. Con el correr de los meses todo cambió y Giustozzi pegó un portazo que sacudió el panorama bonaerense.
Ahí quedó Daniel Bolettieri, hombre de Darío. Pero la situación fue muy rara, transformándose en incierta, desde que Giustozzi insólitamente retornó -por la puerta de atrás- al Frente para la Victoria.
Los resultados están a la vista: triunfo del sciolista Mariano Cascallares, que se quedó con la interna K con el 61,52% de los votos contra el 38,48% del diputado nacional.
A ambos los une lo mismo: el Ministro de Seguridad de Scioli, Alejandro Granados. Él fue el armador del ex motonauta y el contacto directo con muchos de los intendentes del conurbano, sobre todo en la Tercera sección. Pero en este caso puntual, fue una de las figuras importantes para que se produzca el retorno al FpV tanto de Othacehé como de Merlo.
Granados -ex intendente de Ezeiza-, desde que está al frente del Ministerio tuvo siempre una relación muy estrecha con los intendentes, y siempre hizo hincapié en realizar ese trabajo mancomunado con todos los jefes comunales.
En época electoral, su acercamiento para con ellos escapó a la gestión y se puntualizó en armar políticamente una estructura -principalmente en la Tercera sección- para garantizarle votos no sólo a Scioli, sino al preferido en la interna por la Gobernación: Julián Domínguez.
En concreto, Granados tuvo la misión de bancar la lista de Domínguez y Espinoza acercando a los intendentes de la zona.
Algo parecido sucedió en Lomas de Zamora, en donde Martín Insaurralde sacó 154.496 votos en el orden local. La sumatoria de los votos provinciales del Frente para la Victoria fue de 150.696 votos: de ese total el ganador fue Aníbal Fernández con 84.577. Insaurralde se consideraba un intendente de Domínguez, que en el municipio de la Tercera Sección alcanzó 66.392 votos.
En resumen, la historia no terminó para nada bien, con la victoria de la fórmula de Aníbal Fernández y Martín Sabbatella y fundamentalmente con los fracasos rotundos de Othacehé y Giustozzi, dejando a Granados en una situación incómoda, en deuda por su estrategia que se quedó a mitad de camino.