El próximo domingo 19 de julio Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau se enfrentarán en lo que será una nueva segunda vuelta electoral en la Ciudad de Buenos Aires que definirá al jefe de Gobierno que conducirá el distrito porteño hasta el 2019.
Si bien en el PRO están confiados en que retendrán la Ciudad – hablan de diez puntos de ventaja sobre el candidato de ECO- , en el espacio que gobierna el distrito desde 2007 sobrevuela un aire de desesperación indisimulable. Ahora, la preocupación es por el “tiempo perdido”.
Larreta afirmó que al otro día de la elección comenzará a trabajar para la Ciudad de Buenos Aires, como viene haciendo desde hace ocho años. Su plan, al cual le sumó una convocatoria a Lousteau y a Mariano Recalde para trabajar en conjunto, deberá ser suspendido al menos por unos meses. Su jefe, el líder del PRO, Mauricio Macri, lo quiere comprometido en su candidatura presidencial y piensa en otorgarle el rol de jefe de campaña.
El factor de pérdida de tiempo de minutos de campaña política es clave. Mientras el resto de los precandidatos presidenciales recorren el país informando sobre sus diversos planes de gobierno, sobre el modelo económico y acerca de sus proyectos para reactivar las economías regionales, Mauricio Macri quedó estancado en la discusión porteña hablando de los baches de las comunas y del metrobus.
El líder y candidato presidencial del PRO se quedó encerrado en los límites que conforman la Avenida General Paz, el Riachuelo y el Río de La Plata acompañando a Larreta en la última semana de campaña de cara al ballotage. Se trasladó a los barrios del sur de la Ciudad para recolectar los votos de Mariano Recalde y del Frente para la Victoria, que salió tercero en las generales del 5 de julio, y mantuvo reuniones con vecinos y jóvenes en el coqueto barrio de Palermo.
En el PRO no dudan de que saldrán victoriosos el próximo domingo y podrán festejar, baile incluido, en el coqueto salón de Costa Salguero su tercer triunfo consecutivo en la Ciudad de Buenos Aires. Pero en las huestes de Macri hay malestar porque estos quince días entre la primera vuelta y el ballotage fueron desperdiciados y porque la campaña proselitista a nivel nacional quedó en pausa.
El enojo con quienes “operaron” un triunfo en primera vuelta que no fue tal ya fenecieron. Se hizo una vuelta de página y se pensó en cómo seguir y recuperar los metros perdidos para la campaña por la presidencia. En ese esquema de desesperación, se decidió poner al frente a alguien con “visión política”.
Todas las miradas se posaron en Horacio Rodríguez Larreta, funcionario preferido de Macri con las máximas probabilidades de quedarse con el Ejecutivo local. En el partido de color amarillo ya están hartos de la campaña porteña y desean que termine el ballotage, naturalmente con victoria propia, para que el jefe de Gabinete se haga cargo de la campaña presidencial y ordene y direccione el futuro a seguir. “Queremos que Horacio tome las riendas”, reconoció a Letra P un dirigente del PRO que reporta directamente a Macri.
El ala política del macrismo empezó a dudar de la visión de Jaime Durán Barba y Marcos Peña acerca de que es posible llegar al sillón de Rivadavia vía Facebook, Twitter y timbreadas con vecinos. Por esa razón, reclaman que Larreta, que tiene un perfil más político, aunque también técnico, se ponga el traje de jefe de campaña, desplazando a Peña. Al jefe de Gabinete no le es ajeno el rol de ordenador y orquestador de dirigentes. Hay un momento histórico que sienta un antecedente positivo para el ministro coordinador. El 19 de junio, a horas del cierre de listas y por orden del propio Macri, Larreta se adueñó de la lapicera del PRO y fue el encargado de recolectar las firmas y tranquilizar a los candidatos y a los que se quedaron afuera de la boleta de diputados nacionales por la Capital Federal.
A este panorama de desesperación y desconcierto, se suma el raid de derrotas que el PRO viene acumulando desde hace meses, con el agravante de que las intuía como victorias claras. El acuerdo que hizo en silencio con el Frente Renovador en Salta no dio sus frutos y el senador Juan Carlos Romero perdió la gobernación en manos del peronista Juan Manuel Urtubey. Tampoco sirvió la interna entre el macrista Guillermo Durand Cornejo y el massista Gustavo Sáenz, el ahora vice de Sergio Massa que ganó la PASO y luego la intendencia la capital salteña.
La misma suerte corrió el partido amarillo en tierras santafesinas. Miguel Del Sel ganó en las PASO pero no se pudo imponer en las elecciones generales que dejaron victorioso al socialista Miguel Lischfitz. En Córdoba, se promocionó al entendimiento con el PRO y la UCR como el fin del delasotismo pero el acuerdo tuvo que recular en chancletas y se quedó sin nada.
“No nos puede volver a pasar lo que nos pasó en Salta. Fuimos con el candidato ganador y terminamos perdiendo por dos puntos. Nuestros dirigentes no están preparados para tener una visión que los haga recalcular y dar la batalla necesaria”, apuntó un operador del PRO a este medio.
El tiempo avanza y la desesperación acecha en Bolívar 1. Se trata de una desesperación que se cruza con el enojo y la preocupación. En el PRO cayó como una piedra en el estómago el desembarco de Daniel Scioli en territorio porteño.
“Mientras nosotros nos peleamos con Lousteau, Scioli viene a nuestro lugar, a la Ciudad de Buenos Aires, y hace un acto enorme con su ola naranja. Parece joda”, contó indignado un ministro cercano a Macri con despacho en Parque Patricios.
Hace una semana, el gobernador bonaerense y candidato a presidente del Frente para la Victoria inauguró un local partidario en el barrio de San Telmo junto a buena parte de su gabinete provincial y dirigentes gremiales. Aprovechó el acto para chicanear a su rival recordando que en el Gobierno del PRO “se acuerdan de los clubes sólo cuando hay campaña”.
“Si seguimos con esta estrategia, la Rosada está muy lejos”, confesó un macrista ofuscado que reniega del discurso y la estrategia de la dupla Peña-Durán Barba.
En el PRO especulan con que una vez que cierren el capítulo porteño podrán retomar los ímpetus para la “batalla” nacional. Apuestan a la caída de Sergio Massa y la kirchnerización de Scioli, dos claves necesarias para que “el equipo del cambio” llegue a Balcarce 50.