La diferencia como principal artilugio de campaña en las PASO por la gobernación bonaerense es el eje de disputa territorial en los municipios. Algo de eso se observó en el municipio de Jorge Ferraresi, donde asesinaron a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, dos militantes sociales víctimas de la denominada Masacre de Avellaneda.
A 13 años del asesinato, el intendente Ferraresi, los diputados nacionales Remo Carlotto y Gastón Harispe, el concejal de Florencio Varela, Juan Cruz Daffunchio, y Camilo Vaca Narvaja se encontraron en el bar Almacén La Vieja Esquina para homenajearlos.
Unidos, reclamaron justicia por el crimen y solicitaron al poder judicial la celeridad en la investigación sobre las responsabilidades políticas. El primero en hablar fue Remo Carlotto, quien reclamó que “no sólo quede en los ejecutores materiales, sino también se avance fuertemente sobre las responsabilidades políticas”. También habló del rol de los medios de comunicación, de la histórica tapa del diario Clarín (“La crisis causó dos nuevas muertes”), y de “era la tapa de la complicidad, de los beneficios económicos Duhalde les estaba dando.”
Harispe, en tanto, sostuvo que “el kirchnerismo se ha nutrido de las organizaciones que resistimos en los 90” y que durante el neoliberalismo “nos encontrábamos con la agenda de la inmediatez”.
Por su parte, Vaca Narvaja, hijo del dirigente Montonero que supo formar parte del gabinete provincial en Río Negro, hizo referencia a las diferencias entre la argentina del 2002 y la actual: “Antes los jóvenes se organizaban políticamente para luchar contra un modelo que los marginaba y excluía, mientras que hoy se organizan para militar por un modelo de país que los contiene, que los incluye”. Y agregó que “antes Avellaneda era un lugar de protesta de desocupados y hoy tiene entre tantas otras cosas su propia universidad que prepara a sus jóvenes para ser futuros profesionales.”
El concejal Juan Cruz Daffunchion, que compartió años de militancia con Maxi y Darío, afirmó que “lo que vivimos en los 90 no era peronismo” y que durante el gobierno de Eduardo Duhalde lo que se disputaba era “el poder de nuestro reclamo o el poder de ese estado que veíamos hacia dónde iba, a la pobreza, exclusión, represión y mentiras”.
A trece años de la Masacre de Avellaneda, Aníbal Fernández fue escrachado mientras ingresaba a la Casa Rosada por su responsabilidad política como secretario general de la Presidencia del gobierno de Duhalde.