El vicegobernador electo Daniel Salvador comenzó su retorno a las primeras planas de una manera sorpresiva, cuando fue anunciado por el PRO como compañero de fórmula de María Eugenia Vidal. Esa designación fue una sorpresa para muchos, ya que se pensaba en un intendente en funciones, como Juan Gobbi.
A partir del triunfo en las elecciones se empezó a buscar un sistema de equilbirios internos en el radicalismo, cosa que se transformó en una turbulencia en estos últimos días, en el marco del armado del gabinete de Vidal y de la conformación de los bloques y autoridades en la Legislatura.
Salvador quiso poner al frente del Ministerio de Salud a Luis Blanco. El alfonsinismo hizo lo propio para intentar instalar a Alejandro Armendáriz. Hubo una fuerte disputa interna que no se pudo solucionar a tiempo.
En el marco de su vínculo con Vidal, Salvador optó por dejar libre Salud, no avanzar sobre Ioma y se reservó el lugar para sí en Producción. Allí quedó oficializado un hombre de su estrecha confianza pero sin peso en la estructura partidaria y sin vínculos con las cámaras empresariales, con poca llegada a los sectores industriales de la provincia: Jorge Elustondo.
Esta jugada le trajo más de un dolor de cabeza a él y a la gobernadora electa, que creía que tenia un acuerdo cerrado con los distintos sectores de la UCR.
La lógica de compensaciones se encaminaba a dejar conformes a los distintos sectores, con lugares asignados en la Cámara de Diputados, con Nidia Moirano en la vice primera del Senado, Roberto Costa en el bloque, y demás. Salvador tuvo que empezar a ceder lugarres, primero en la Cámara alta -dándole la presidencia a Carlos Fernández- y luego en Diputados, con Jorge Silvestre.
Los sectores quedaron inmersos en la interna, que terminó mal. El tormento llegó a la Cámara de Diputados, en donde un hombre del radicalismo que venía con consenso, producto del Congreso de Gualeguacychu y del posterior armado de listas -Maximiliano Abad-, terminó siendo desplazado de la posibilidad de presidir el bloque.
Sus verdugos fueron los alfonsinistas, ya que ellos no solamente consideran el manejo de Vidal como un destrato en el armado del gabinete, sino que lo suman a Salvador, acusándolo de que no los contuvo y detonó la interna. "La picardía de Salvador le terminó saliendo cara", concluyen allegados al radicalismo legislativo. Aseguran que puso en juego su liderazgo al frente de la UCR en este ámbito y generó una tensión hacia adentro del frente Cambiemos, que le terminó provocando un gran dolor de cabeza a Vidal.
Tanto Salvador como Alfonsin le habían dado garantía a la gobernadora que resolverían partidariamente y puertas adentro sus diferencias y la ayudarían a construir los consensos. Nada de eso fue así, ya que generaron más turbulencias.
Tendrá que ver Salvador qué otro precio pagará en el marco de su relación con los demás sectores del radicalismo, incluso con el propio Ernesto Sanz, que si bien se retiró de la política, fue el que lo puso en el centro de la escena, luego de mucho tiempo de alejamiento de las primeras planas.