A principios de febrero, Sergio Urribarri le confirmaba a los intendentes de su provincia que dejaría todo para ser el futuro Presidente argentino. Acompañado de algunos núcleos duros, comenzó a creer que su Sueño Entrerriano era posible.
Lentamente, la euforia de los primeros tiempos desapareció. La realidad, que se marcó en cada visita al Conurbano, demostró que el panorama del dirigente ultra K no es tan favorable como en los días que su decisión fue noticia para todo el Frente Para la Victoria (FPV).
Su nueva estrategia, a través de los medios afines a la Casa Rosada, es la de impulsar un Acuerdo para el Compromiso de la Reafirmación Democrática Argentina a causa de la nula performance en las encuestas, que desesperan a su entorno y lo obligan a jugarse todo por las banderas del modelo Nac & Pop.
En la edición dominical de Página 12 y Tiempo Argentino, el Pato firmó una extensa solicitada –con el logo del Gobierno de Entre Ríos– donde expuso su rechazo a los especuladores económicos, y ligó a los tediosos Fondos Buitres con aquellos espacios que manejan el capital financiero y “pusieron en jaque” a la democracia argentina en 1976, 1989 y 2001.
“Luego del fallo a favor (de los Buitres) reaparecen como fantasmas en el discurso público, propuestas y personajes que habíamos desechado de nuestra cotidianeidad y que nos sumieron en la angustia colectiva hace más de una década con sus profecías y recetas contra el sostenimiento de la misma”, sostiene uno de los pasajes.
La iniciativa del Gobernador entrerriano tiene como objetivo que todo el arco político firme el acuerdo, de 20 puntos, para mantener cada logro de la década kirchnerista luego del 2015. “Un acuerdo patriótico, donde reivindiquemos todas las políticas que desde 1983 a esta parte han resultado un beneficio de la democracia y el pueblo argentino, y que se instituyan como las bases fundacionales del de un status político, social, económico, y cultural irreversible para nosotros y las generaciones futuras”.
Entre algunos de los pedidos, siempre ligados al modelo iniciado en 2003, se resaltan victorias como las negociaciones con organismos internacionales como el Club de París o la pertenencia al MERCOSUR y el rechazo al ALCA.
“Mantener bajo propiedad, control y administración estatal las empresas estatizadas como Aerolíneas Argentinas e YPF, del mismo modo que el sistema de jubilación bajo administración del ANSES”, fue otra de las promesas de Urribarri, quien utilizó los medios oficialistas para exponer sus deseos, aunque la disputa con otros presidenciables demuestran los temblores del FPV.
Por el guiño de los kirchneristas puros
La carrera a las PASO en el oficialismo se transformó en un camino lleno de obstáculos para Urribarri. Su ADN político sigue sin marcar predilección en el electorado afín al FPV, que tiene a dos candidatos con una base sólida: Daniel Scioli y Florencio Randazzo.
El mandamás bonaerense, siempre cuestionado por los kirchneristas de paladar negro, es una figura tabú para los más duros. Algo parecido sucede con el Ministro del Interior y Transporte, principal responsable de la ausencia de Urribarri en el gabinete de Cristina Fernández.
En los tiempos de cambios en el Gobierno Nacional, cuando Jorge Capitanich asumió, Randazzo ejerció presión ante el posible desdoblamiento de la cartera que encabeza para dejarle Interior a Urribarri, que así padeció el aplacamiento de su maratónico ascenso y esa situación generó un quiebre entre los candidatos. “Si él viene, me voy”, se le escuchó decir a Randazzo cuando el dirigente mesopotámico comenzaba a pensar en una nueva función.
Lo cierto es que el tiempo pasa, los aliados necesarios no aparecen para darle vía libre a su bunker en la calle Perón, y los números no cierran. Cómo expuso la última encuesta de la consultora Management & Fit, está muy lejos en la interna.
Con un pobre 3.4 por ciento, muy lejos de Scioli (49.9) y de Randazzo (15), se ubica en un cómo quinto puesto de los presidenciables. Hoy, el panorama no es el mejor y el sueño comienza a diluirse.