- Temas del día
- Javier Milei
- Presupuesto
- Ficha limpia
- Congreso
- Patricia Bullrich
La imagen tomada por una cámara de seguridad se replica en los monitores. El sistema bucea en los archivos. Segmenta el rostro, mide la distancia entre los ojos, el tamaño de la nariz, la boca y mentón. Analiza, compara con su base de datos, y arriesga algunos posibles candidatos. Un experto de la policía científica coteja los resultados y termina de ponerle nombre y apellido a la investigación.
La escena de la identificación, aunque remonta a cualquier capítulo de la célebre CSI, la serie norteamericana en la que la tecnología, aplicada a la investigación, permite la resolución de cualquier crimen, por más imposible que parezca, transcurre en la Dirección Registros y Ciencias Biométricas de la división Científica de la Policía Federal.
Allí, desde su implementación, en 2011, el Sistema de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS) realiza, en pocos minutos, una tarea que antes llevaba horas, días o meses de registros manuales en archivos.
“Es la informática aplicada a la investigación. La implementación del SIBIOS fue algo histórico en el ciclo de vida de la institución, y un avance enorme para la investigación policial, para cumplir nuestra función de auxiliares de la Justicia”, explica Juan Antonio Calderón, comisario inspector a cargo a la Dirección que tiene sede en el tradicional edificio de la calle Azopardo, que se fue renovado al ritmo de la incorporación de nuevas tecnologías en el trabajo policial.
Según datos brindados por la cartera, desde la creación del Ministerio de Seguridad, a fines del año 2010, con Nilda Garré a la cabeza, el Gobierno nacional invirtió alrededor de 20 millones de dólares en nuevos equipamientos para la división Policía Científica – donde trabajan 1500 efectivos – repartidos entre la Dirección Registros y Ciencias Biométicas – custodios técnicos del SIBIOS – y la Dirección Criminalística, donde se ubica Balística.
Allí funciona el nuevo Sistema Automático de Identificación de Balística (SAIB), un software que permite identificar armas de fuego e interrelacionar hechos delictivos.
“Las ciencias biométricas sirven para identificar a la persona y tienen un enorme aporte en la investigación científica de delitos y tragedias”, dice Calderón. Un dato biométrico es una característica física única, que permite identificar con poco margen de error a una persona, como las huellas dactilares, el ADN, el iris, la voz, la firma, las dimensiones faciales, entre otras. El SIBIOS es el sistema centralizado federal en el que las fuerzas de seguridad (federales o provinciales, si están adheridas al sistema), con el aporte de los datos que surgen del Registro Nacional de las Personas, pueden cruzar información que permitan identificar a una persona.
“Antes eran todas cosas que funcionaban de manera aislada: los datos de las fuerzas de seguridad, los de la Justicia, todo funcionaba por separado, sin ser alimentado por el Registro Nacional de las Personas. No había un uso eficiente del recurso, teníamos las disciplinas aisladas. Ahora el sistema arma una base de datos al que tienen acceso todas las fuerzas federales y provinciales”, explica Calderón.
La base de datos del SIBIOS se va incrementando cada día, a medida que los ciudadanos renuevan su DNI o solicitan un pasaporte. Las fotos llegan casi en tiempo real a las oficinas de la Dirección. Para tener una idea, la información de huellas dactilares que tenía la Policía Federal antes de 2011 era de 5 millones, y ahora supera los 12. Para 2015, según dispuso el Ministerio del Interior que conduce Florencio Randazzo, todos los argentinos tendrán su nuevo DNI y, por lo tanto, habrán ingresado en la base de datos del SIBIOS, que permite consultar datos, fotografías y huellas digitales.
Se trata del mismo sistema que utilizan tanto el FBI como Interpol, y permite que, por ejemplo, si un ciudadano tiene una causa penal y no se encuentre a derecho, eso dispare una alarma en el momento que esa persona deja sus datos en el Registro Nacional. “Cuando el individuo establece un domicilio, se le notifica a la Justicia. Así se van entrecruzando todos los datos”, explican en la Dirección.
Así como el SIBIOS se convertirá en una herramienta clave en el esclarecimiento de delitos, y en la identificación de personas víctimas de tragedias, su implementación ha generado no pocas objeciones por parte de quienes sostienen que se trata de un violento instrumento de control, que viola la privacidad de los ciudadanos y establece la vigilancia permanente de éstos por parte del Estado.
El debate seguridad y combate contra el delito versus la privacidad y derecho a la intimidad se pone sobre la mesa toda vez que el Estado tiene acceso a una gigantesca base de datos de sus ciudadanos. En algunos países desarrollados, como Francia, la ley que disponía el almacenamiento de datos biométricos fue declarada inconstitucional, mientras que en Estados Unidos, por ejemplo, no existe siquiera el documento nacional, y los ciudadanos se identifican con su número de seguro social o su licencia de conducir.
Voces y balas
Los nuevos sistemas de la Policía Científica también incluyen una sección acústica forense, donde se almacena una base de voces que fueron ingresando a través de intervenciones judiciales en comunicaciones telefónicas o de Skype, por ejemplo. El departamento cumple 3 funciones: almacenar de voces en un banco, identificar personas a través de la voz en pericias (a veces, encontrar coincidencias entre las voces de diferentes grabaciones), y garantizar la autenticidad de un material.
“Muy pocas veces se cambia la voz a lo largo de la vida. Desde la adolescencia hasta la vejez se mantienen los parámetros. Identificar a las personas por su voz es algo independiente del idioma. Todo el tracto vocal, el sistema fonador de sonido, es personal2, explica Vanesa Viña, a cargo del gabinete de identificación de voz.
Además del SIBIOS, otra incorporación importante para la investigación criminal es el Sistema Automático de Identificación de balística (SAIB), que empezó a funcionar en junio de 2013 y permite interrelacionar hechos delictivos a partir de la intervención de armas de fuego.
La identificación es posible ya que cada arma transmite a las balas características que le son propias, una continuidad de líneas que constituyen algo así como una huella digital, y permiten establecer la identidad del arma utilizada. Aunque las armas puedan ser fabricadas en serie, no existen dos iguales.
El SAIB permite, entonces, interrelacionar hechos cuando, a partir del secuestro de una vaina o un proyectil en un hecho delictivo, se puede identificar si el arma fue usada en algún hecho anterior, ya cargado en la base de datos.
“Antes todo eso se hacía de una manera más artesanal, con las fichas que fuimos armando a lo largo de los años, mirando con lupa. Ahora la máquina puede identificarlo automáticamente en la base de datos del sistema, y arrojar coincidencias”, explica la comisario inspector Dora Albornoz.
La base de datos del SAIB se nutre con información que van aportando tanto las fuerzas federales (Policías Federal, Prefectura, Gendarmería, Policía de Seguridad Aeroportuaria), como la Metropolitana y la Bonaerense. Las terminales del SAIB funcionan, por ahora, en la sede de Azopardo y se están instalando en La Plata y La Matanza.
Los cientos de ficheros metálicos persisten casi como una reliquia. Los nuevos sistemas, no infalibles pero mucho más eficientes y veloces en la investigación y el combate del delito que los archivos de papel, van desplazando a los viejos métodos de entrecruzamiento de datos, aunque sembrando el debate sobre la privacidad, en una especie de Gran Hermano globalizado que no tiene fin.