“Frenalo a este descerebrado”, le pide Cristina Fernández de Kirchner al ministro Carlos Tomada, cada vez que el secretario general del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), Enrique Omar Suárez, le trae algún dolor de cabeza. El ministro hace hasta donde puede. Suárez, más conocido como “el Caballo”, se convirtió, en los últimos tiempos, en un aliado peligroso para el Gobierno, un arma de doble filo. El hombre que maneja todo aquello que flota sabe que, además de ahogar a las empresas del sector con huelgas eternas, tiene capacidad para paralizar la comercialización de todo producto que sea transportado por vía marítima o para generar un desabastecimiento energético con un chasquido de dedos.
El secretario general del SOMU nació en Monte Caseros, Corrientes, hace 64 años. Hijo de un carpintero que trabajaba para la Prefectura Naval y una costurera, ingresó en el sector marítimo a los 22 años y se afilió al SOMU. En 1987 obtuvo su primer cargo formal, cuando fue elegido delegado de la sección cubierta y, hasta 1989, se desempeñó como chofer de quien entonces era secretario general del gremio, Juan Arce. Con la llegada de Carlos Menem al poder, la sede del SOMU fue tomada por asalto por un grupo de hombres, ligados al movimiento carapintada de Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldín. El “desembarco carapintada” estuvo liderado por Suárez, su mano derecha, Carlos “Indio” Castillo (un represor conocido por su participación en La Noche de los Lápices, que hoy enfrenta juicios por delitos de lesa humanidad), y Osvaldo “Paqui” Forese (también integrante de “grupos de tareas” durante la dictadura y acusado de haber participado en el secuestro de Zelmar Michelini). Así, Suárez se convirtió en secretario general adjunto del SOMU. “El Caballo siempre hizo alarde de eso. Tenía fotos de Rico y Seineldín en su despacho”, dice un empresario que lo conoce desde aquellos tiempos. En 1990, los medios dieron cuenta del apoyo que desde el SOMU se le brindó al último alzamiento carapintada.
Apenas copó el poder, Suárez prácticamente expulsó a su antecesor, Arce, del sindicato. Diez años después, en 1999, el ex secretario general le hizo una denuncia por coacción, en la que Suárez resultó sobreseído. Fue una de las más de 20 causas en las que estuvo involucrado, según Letra P pudo comprobar.
El ascenso
La ola privatizadora de Menem dejó a Argentina sin barcos de bandera nacional y destruyó a la Marina Mercante nacional pero fue el comienzo de la acumulación de poder de Suárez. “Los empresarios se mudaron a las banderas extranjeras, hacían contratos con domicilios en el exterior y así evitaban pagar aportes a los trabajadores. Fue un negocio redondo, con complicidad del sindicato, que miró para otro lado”, dice Gustavo Márquez, titular del Movimiento de Trabajadores Marítimos (MTM) que en aquel entonces empezó a combatir las prácticas de Suárez desde adentro del sindicato.
Durante toda la década menemista, Suárez estuvo alineado a Luis Barrionuevo y forjó una estrecha relación con el entonces ministro del Interior, Carlos Corach. “Cada tanto pasaba por la Rosada, Corach lo cacheteaba un poco y lo alineaba”, recuerda un empresario del sector naviero. Con la llegada del kirchnerismo, su poder se acrecentó. Tendió puentes con Julio De Vido y se ubicó muy cerca de Néstor Kirchner y, por entonces, al lado de Hugo Moyano. Llegó a formar parte de la cúpula de la CGT hasta que tuvo que decidir entre Moyano o el Gobierno. Cerca del camionero juran que Suárez “fue uno de los dirigentes que más alentó la ruptura con el kirchnerismo”, pero terminó del otro lado. “Le dijeron, ‘si no soltás la mano al Negro (por Moyano), vas en cana’”, dice un hombre que vivió de cerca la negociación. Suárez no lo dudó. En los tribunales federales de Comodoro Py se acumulaban las causas en su contra por distintos delitos: entorpecimiento de los servicios públicos, coacción, compulsión a la huelga, administración fraudulenta de bienes del sindicato. Además, le debía varios favores al Gobierno. El primero fue el dictado de la Resolución 288/03, que puso en funcionamiento el Centro Único de Contratación de Gente del Mar (CUCGEMARA), que terminó manejando el sindicato y fue la clave del aumento del poder de Suárez.
Suárez pergeñó una manera perfecta de mantenerse siempre en la cima del poder del gremio: los únicos trabajadores que pueden ser contratados para trabajar en barcos, son los que envía el sindicato. Y los empresarios tienen prohibido efectivizar a un marinero. “Van rotando a la gente en forma permanente, nunca deja a nadie fijo. Los trabajadores dependen del gremio para trabajar y, así, Suárez se asegura el poder: si no estás con él, no te da trabajo. Elimina cualquier tipo de oposición”, dice Márquez. El secretario general del SOMU también se encargó de robarles afiliados a otros sindicato –y con eso, los millonarios aportes a las obras sociales– como cuando intentó quedarse con los trabajadores del Casino Flotante, en 2007, en medio de una batalla campal que dejó decenas de heridos. El líder sindical supo justificar esa maniobra con una famosa frase de Moyano, que adaptó a su rubro: “Todo lo que flota es mío”. Ese mismo año, compró –en teoría, para el sindicato– 17 mil hectáreas cerca de Puerto Madryn, por un millón y medio de dólares.
El segundo gran favor que el Gobierno le hizo a Suárez fue el pase libre que obtuvo para apretar empresas, asfixiarlas con paros y quedarse con restos. El mejor ejemplo fue el de Smith International, una marítima holandesa que terminó dejando el país por presión del “Caballo”. “Los fue hackeando con paros con la complacencia de Ricardo Luján (ex Subsecretario de Puertos y Vías Navegables), los expulsó de Buenos Aires hacia el puerto de Bahía Blanca y allí siguió, hasta que los obligó a vender e irse del país”, cuenta un empresario. Ni el embajador de Holanda pudo detener la maniobra. Los remolcadores que pertenecían a Smith se repartieron entre el pool que maneja el negocio. Uno de ellos, el Guny, fue a parar directamente a manos del gremialista.
Suárez está de los dos lados del mostrador. Además de representar a los trabajadores, en el año 2010 asumió como presidente de la compañía Maruba, la única naviera argentina con presencia en los tráficos marítimos internacionales, que estuvo al borde de la quiebra y fue “rescatada” por los sindicatos. La operación fue anunciada con bombos y platillos, y presentada como la oportunidad para recrear la perdida Empresas de Líneas Marítimas Argentinas (ELMA). “Reflotaron una empresa que no hizo nada. Fue un fiasco”, asegura una fuente naviera.
Causas judiciales
El historial de causas de Suárez en la justicia ordinaria y en la federal se remonta a principios de los ´70 e incluye un abanico de delitos: lesiones graves, lesiones leves, daño, amenazas, coacción, defraudación a la administración pública, entorpecimiento de los servicios públicos, daño agravado, entre otros. Las últimas en Comodoro Py, número 4683/12, por entorpecimiento de servicios públicos, y 5629/12, por coacción, están en poder del juez Rodolfo Canicoba Corral y tienen el impulso del fiscal Gerardo Pollicita. El juez lo procesó a principios de diciembre por el entorpecimiento de la navegación de buques que pretendían amarrar en el puerto. La causa se inició el 15 de mayo de 2012, por la denuncia formulada por Miguel Ángel Doñate, en representación de la Cámara de Armadores de Lanchas de Prácticos (CALAPRAC). Luego fueron acumuladas diversas denuncias formuladas por empresas y asociaciones vinculadas al rubro de la navegación. En la causa se investiga a Rigoberto Reymundo Suarez Cardozo y Jorge Agustín Vargas (también autoridades del gremio) por “maniobras con buques”, escudados en el sindicato, “y con la excusa gremial para dificultar y obstruir el normal desenvolvimiento del tráfico marítimo y fluvial, provocando alteraciones, demoras, gastos y otros perjuicios a empresas navieras”. En la denuncia, Doñate también hace mención “a distintas actividades extorsivas” de Suárez y las autoridades del gremio “tendientes a entorpecer en tráfico fluvial y obtener de las empresas afectadas un beneficio económico en provecho propio, en perjuicio de los trabajadores del SOMU”.
En el auto de procesamiento, Canicoba Corral menciona que los gremialistas dieron orden a “los marineros afiliados al SOMU a bordo del buque ‘BT Paraná I’ de que ‘no prestaran servicio para zarpar’ desde el lugar donde se encontraba fondeado, ‘a la espera de órdenes de su armadora National Shipping S.A.’, según la programación de abastecimiento de la firma CAMMESA”. El buque estaba cargado con 5185m3 de gas oil, que representa aproximadamente 5.187.752 litros de combustible. El poder sobre el abastecimiento de combustible que ostenta Suárez le saca el sueño al Gobierno, considerando la delicada situación que se vive en materia energética. Sin embargo, fuentes judiciales aseguran que “nadie del Gobierno” opera para impedir el avance de las causas contra el “Caballo”. El gremialista ya empezó a jugar su carta: el mismo día que Canicoba dictó su procesamiento, ordenó a los empleados del SOMU trabajar a reglamento. De agudizarse la medida, podría faltar petróleo en las refinerías en los próximos días.
En 2004, Norberto Oyarbide también tuvo entre sus manos expedientes de Suárez: lo sobreseyó en la causa 5964, por el delito de acción pública. En la justicia criminal y correccional nacional tiene una causa por lesiones culposas de 2013 (24386/13), por extorsión y defraudación (17371/12), entre otras. El abogado de Suárez es el ex juez Roberto Daray.
El Caballo
“A Suárez le dicen el Caballo porque primero atropella, y después habla”, cuenta un hombre que lo conoce desde sus comienzos. Las formas no son lo suyo. Los reclamos gremiales de Suárez poco tienen que ver con los tradicionales. “El SOMU no hace paros generales, sino que para de repente, a determinadas empresas. Te enterás de los conflictos cuando el barco no puede entrar al puerto. Llama el capitán y dice ‘el barco está parado’. ¿Motivo? No saben. Llamás al sindicato y el Caballo te dice, ‘jodete’. Después te pide un barco, 100 mil dólares, una camioneta, lo que sea. Si no lo hacés, el barco no entra y un buque parado, cuesta millones. No son conflictos gremiales, son llamados”, dice un empresario naviero.
Los malos modales de Suárez no sólo le trajeron dolores de cabeza los empresarios. En 2010 generó un incidente con Paraguay cuando creó su propio sindicato en ese país y en 2007 protagonizó un escándalo en la embajada argentina en Suiza –en presencia de Cristina– cuando debió ser retirado de una reunión en estado de ebriedad.
“Maneja un auto sin frenos y dice que sólo responde a Cristina. Ahora que De Vido tiene menos poder anda desbocado”, opina un hombre que lo conoce bien de cerca. Hasta hace poco tiempo, era el ministro de Infraestructura quien levantaba el teléfono para ordenarle que calmara cualquier conflicto que hubiera en las aguas. Ahora, es la propia Presidenta quien tiene que marcarle los límites, de tanto en tanto. “A veces nos peleamos, porque me hace cada lío por ahí, pero yo lo quiero mucho igual”, le dedicó durante la misión a Angola, cuando Suárez puso a disposición del Gobierno barcos de Maruba para transportar mercadería.