La compañera Eva Perón, nuestra querida Evita, en estos tiempos de profundas transformaciones está cada día más viva. Está presente en cada reparación que gozan nuestros más humildes, está viva en cada avance para recuperar soberanía económica, brilla entre las multitudes que celebran, como en aquellos tiempos, cada nueva conquista social.
Algunos que escribieron UNA historia la quisieron convertir en muchas cosas: en un ícono vacío, en una tierna dama de caridad, y en otras tantas falsedades. Y hasta la quisieron distanciar del General Perón, mostrándola como la faz “noble” de un fenómeno (el peronismo) intrínsecamente “innoble”.
Eva Perón fue, es y será el peronismo. Será siempre la abanderada de los humildes, no porque así lo quisiera ella, sino porque hizo de su época un tiempo de avance popular, de conquistas, de transformaciones, de revolución, junto a su líder, nutriéndose de la fuerza arrolladora que tienen los pueblos cuando buscan liberarse.
Recordémosla como queramos. Quien quiera prenderle una vela, bienvenido sea. Quien ofrezca una oración en su memora, adelante.
Pero quien se proponga recoger su nombre “para llevarlo como bandera a la victoria”, sepa que estos son los tiempos en que debemos hacerlo. Porque hoy Eva Perón vive más que nunca, está presente en cada gesta popular, superó el mito vacío en el que intentaron convertirla y es la encarnadura y la palabra viva de cada pibe o cada piba que se suman a protagonizar esta transformación.
Es la fuerza que nos hace empujar hacia adelante. “Una Revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empresas arriesgadas” nos enseñó.
En esto se nos va la vida, querida Evita. Por esto entregamos nuestras horas, y por todo lo que representa tu figura, daremos los pasos que haya que dar.
Hasta la Victoria, siempre, querida Capitana.