Entre otras cosas, junto a la UES, decidió ayudar a chicos de una villa miseria de Parque Patricios y enseñarles a leer y a escribir.
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Entre otras cosas, junto a la UES, decidió ayudar a chicos de una villa miseria de Parque Patricios y enseñarles a leer y a escribir.
El 23 de abril de 1976, a los 17 años y después de 30 días del Golpe Militar, Norberto desaparece.
Su mamá, Irma, y su papá, Julio, se convirtieron en padres del dolor, en incansables almas en busca de su hijo que se congregaban en Plaza de Mayo para pedir por sus familiares. “Con vida lo llevaron, con vida lo queremos”, gritaban junto al resto.
“Estábamos al tanto, no tanto al principio porque no sabíamos lo que estaba ocurriendo. Uno sabía que la cosa estaba difícil pero no se imaginaba que era de tanta gravedad y de un salvajismo y genocidio tan terrible”, comenta Julio Morresi en conversación con La 221 Radio.
Después de la búsqueda incansable, como todos los padres y madres, y de recorrer iglesias, comisarias y ejércitos sin respuestas positivas, encontraron a Norberto 13 años más tarde, en 1989.
“El grupo de Antropología Forense, por medio de una carpeta que llegó a sus manos, descubrió que uno de los casos que estaban nominados como hechos ocurridos en la zona de Capital y Gran Buenos Aires, era la foto de mi hijo. Uno de los antropólogos había sido compañero de la escuela y al ver la foto de él que está asesinado con seis balazos en la cara dijo: ‘uy este es Norberto Morresi’. Se contactaron conmigo para darme esta triste noticia y después empezaron el trabajo de antropología y lo encontraron como NN enterrado en el cementerio de General Villegas”, narra Julio.
La angustia ascendía y a medida que pasaba el tiempo se disipaba por la necesidad de querer saber la verdad. “Caminábamos al lado de nuestras esposas los que podíamos, porque también los papás tenían que seguir con su trabajo para poder seguir manteniendo a la familia. Yo veía la posibilidad de hacerlo porque tenía una pequeña fábrica de calzado con mi padre y mis hermanos y no concurría pero igual tenía mi sueldo. Uno iba por los papás que no podían a acompañar a esas mujeres maravillosas llenas de valentía que eran simples amas de casa, mujeres de sus hogares, algunas tenían militancia política, pero la mayoría eran amas de casa que jamás habían salido ni sabían lo que era eso”.
Julio siempre pensó que el pueblo argentino era solidario, pero se dio cuenta que las circunstancias sólo referían a perder las esperanza. “Teníamos la confianza de que el pueblo iba a tener conciencia de una vez por toda (…) Más de una vez se me pasó por la cabeza ‘estos hdp, aunque sea me llevo a alguno, si me voy yo también pero por lo menos me vengo por lo de mi hijo’, pero después digo ‘no me puedo transformar en uno de ellos’. Si yo hago eso me estoy convirtiendo en uno de ellos y yo no quería transformarse en uno de ellos, yo quería seguir luchando con memoria, verdad y justicia”.
Ese estandarte se convirtió en símbolo de las madres y los padres de Plaza de Mayo que enfocaron sus energías en la búsqueda y en un reclamo siempre sin venganza.
“Supimos conocer a los buenos amigos, muchos lamentablemente se alejaban. En una oportunidad uno me dijo ‘perdonáme que no estuve cerca tuyo pero tenía miedo que le pasara algo a mis hijos’. Ese terror que ellos quisieron sembrar, lo sembraron. No es porque había tantos militares locos que hicieron eso por locura, sino que fue un trato concebido por mucho civil responsable para sembrar el terror, para robarle al pueblo argentino”, enfatiza Morresi en la charla.
Para el padre de mayo, los genocidas no solamente son asesinos sino también traidores de la patria, por la forma en la que hicieron política.
A 36 años del golpe que sacudió a la Argentina, con más de 30 mil desaparecidos, Julio encara una nueva etapa junto a su mujer Irma y su otro hijo, el actual Secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi.
“La satisfacción que tengo con mi esposa es que tenemos dos hijos maravillosos. Por más que uno recuperamos su cuerpo está siempre vivo en nosotros”, cierra uno de los tanto padres que lucharon y lo siguen haciendo para poder decir NUNCA MAS.