La decisión de Luis Toto Caputo de avanzar desde esta semana en una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reemplazar el programa en vigor por uno nuevo, que involucre dinero fresco –adicional a los 45.000 millones de dólares que ya debe el país– para levantar el cepo cambiario, comienza a mostrar las cartas de la contraparte: naipes de espada afilada.
Este verdadero pliego de condiciones se basa en supuestos más pesimistas que los del Gobierno sobre el futuro económico inmediato e implican cambios relevantes al programa en curso, los que supondrían medidas aun más lesivas para la calidad de vida de la población.
Cada gobierno que debe lidiar con el organismo vende la ilusión de que existe un Fondo nuevo, más bueno y comprensivo. Sin embargo, es sabido que no hay nada de eso, aunque la administración de ultraderecha que se ha dado nuestro país no pretenda, en realidad, ningún atemperamiento del rigor presupuestario. Al contrario, ha llevado más allá las propias demandas que llegan de Washington. Son otros aspectos del Caputazo los que están en juego, que aluden a ítems sensibles como el cepo cambiario, la cotización del dólar y el modo en que la liquidación de exportaciones permite acumular reservas en el Banco Central… o lo dificulta.
Dado que el FMI tiene en la Argentina a su principal deudor –y además recalcitrante–, de nada valen las supuestas seducciones personales, ensayadas también por innumerables presidentes. La actitud servil de Javier Milei en el encuentro de pasillo que tuvo con Kristalina Georgieva en la cumbre del Grupo de los Siete (G7) no muestra otra cosa que debilidad.
FMI: la letra con sangre entra
El Fondo difundió este lunes el staff report, el informe técnico que dio luz verde a un desembolso de 790 millones de dólares –destinados a repagar compromisos, claro– y que resulta sugestivo ya desde el título: Argentina. Octava revisión del Entendimiento Ampliado en el marco del Acuerdo de Facilidades Extendidas. Solicitudes de modificación de los criterios de desempeño, exenciones por incumplimiento de los criterios de desempeño y revisión de garantías de financiamiento.
El mismo parte de un diagnóstico reñido con la idea de Caputo de que la actividad está en "franca recuperación".
Aunque comienza ponderando que el plan "está firmemente encaminado, con un cumplimiento amplio de todos los criterios de desempeño cuantitativos hasta fines de marzo", advierte que "las condiciones externas podrían volverse menos favorables y la recesión hacerse más prolongada, alimentando tensiones sociales y complicando la implementación del programa".
La caída de las ventas minoristas por el Día del Padre –de 10,2% contra 2023– y el desplome de 65% del movimiento turístico en el fin de semana largo validan ese pesimismo.
Así, el organismo elevó de 2,75% a 3,5% la perspectiva de caída anual del PBI y señaló, en consonancia con las proyecciones de analistas locales, que la desinflación encontraría un piso de "alrededor del 4% para fines de 2024".
En esa línea, reclama avances más decididos para la eliminación del cepo –de ahí la negociación por dinero fresco propuesta por el ministro de Economía–, el final del blend 80/20 –que mejora la cotización de las exportaciones agrícolas al permitir su liquidación al 80% en el mercado oficial y 20% en el del "contado con liquidación", pero que priva al Banco Central de la segunda parte de esas divisas– y el fin del "distorsivo" impuesto PAIS a las importaciones y gastos con tarjeta en el exterior. Es más, afirmó que el blend debería caducar a fin de este mismo mes, mientras que el gravamen mencionado, que se ha convertido en parte central del ajuste fiscal, debería culminar a fin de año.
De modo llamativo, el Palacio de Hacienda refutó al Fondo y afirmó en un comunicado oficial que el esquema 80/20 continuará y que la normalización del mercado del dólar se realizará cuando no entrañe peligros de estallido cambiario y siempre a criterio de las autoridades nacionales.
Además de postear ese texto en su cuenta de Twitter, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, recordó la reciente ratificación de Caputo del blend y de las actualizaciones del tipo de cambio oficial al 2% mensual, causa de una percepción creciente de atraso cambiario en el FMI y que, de hecho, afectó la liquidación de sojadólares a lo largo de la campaña mediocre que está por concluir.
Los gestos de Toto Caputo para tender puentes... ¿hacia dónde?
Ni bien se conoció la intención de Caputo de negociar un nuevo préstamo para reforzar las reservas, liberar el cepo y contribuir así a destrabar la economía, Letra P analizó las eventuales condiciones del Fondo.
En esa nota se habló de un requerimiento del Gobierno de alrededor de 10.000 millones de dólares, lo que fue confirmado en las últimas horas por el exdirector del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Alejandro Werner. Asimismo, se mencionó el rechazo del blend por limitar la acumulación de reservas, la impaciencia del organismo con el lento crawling peg de 2% mensual, su incomodidad con la imposición de tasas de interés menores a la inflación, su repudio del impuesto PAIS y, en el fondo, el objetivo de un salto discreto del tipo de cambio. Todo eso quedó ratificado.
- En resumen, la discusión por "plata nueva" –Caputo dixit– para liberar el cepo y unificar el tipo de cambio tendría como condiciones una segunda devaluación –combustible para un rebrote de la inflación– y una política monetaria de tasas altas –combustible para la profecía autorrealizada de la recesión larga–. ¿Qué podría salir mal?
Aunque marca territorio para limitar la cuantía de esos condicionamientos, Caputo debe conciliar. No por nada ya anunció que cuando Bases sea ley, el impuesto PAIS retrocederá del actual 17,5% al 7,5% que había dejado Sergio Massa y que "la época de la tasa real negativa culminó".
Ahora bien, si el PAIS – ese puntal "distorsivo" y vinculado a un cepo que debería desaparecer con el nuevo programa y la llegada de refuerzos para las reservas– se irá diluyendo y el paquete fiscal volteado por el Senado es una incógnita, el FMI plantea dudas respecto de la sustentabilidad del ajuste presupuestario. Ante eso, el Gobierno se comprometió a cosas que implicarían mantener fría la actividad, como recortar todavía más el gasto y subir impuestos, cosa esta última que Milei había jurado detestar más que cortarse un brazo. Seguramente no llegará a tanto.
Vale destacar la fundada postura de juristas de nota opuesta a la pretensión oficial de reflotar en Diputados los cambios tributarios que el Senado no modificó, sino que rechazó. Atención: ese segmento del Caputazo podría volverse inconstitucional.
Por último, respecto de la "competencia de monedas" hacia la que quiere avanzar el Gobierno, el texto del Fondo no menciona plazos y ratifica su propia idea: dicho esquema monetario permitiría ahorrar y celebrar contratos en divisas duras, pero no contempla un abandono del peso –"dolarización endógena"– ni un cierre del Banco Central, ideas con las que cada tanto vuelve a jugar el Presidente.
Endeudarse por encima de lo que ya es un exceso inefable con el Fondo no vendría sin condicionamientos y Milei, cada vez más conciente de las limitaciones que "la casta" que deplora le impone en el Congreso, se dispone a descubrir nuevos límites –todavía más poderosos– a sus dogmas.