LA ERA LIBERTARIA

Ley ómnibus y después: así será la segunda fase de la economía de Javier Milei

Licuadora, bicicleta y dólar barato. Pragmatismo para llegar a junio. Estado mini, privatizaciones, reforma laboral y desempleo, la cadena de la infelicidad.

Después de festejar el éxito de la sanción del proyecto de ley ómnibus en la Cámara de Diputados, el primero de su administración, Javier Milei se dispone a desplegar la segunda fase de su plan económico, la mileinomía.

La licuación de jubilaciones, salarios en el Estado y tenencias de ahorristas menos sofisticados continuará, pero adoptará un sesgo permanente, bien a gusto del mercado financiero, al que no le interesa el futuro del país ni sus posibilidades de desarrollo, sino la certeza de cobrar los próximos cupones de deuda y seguir haciendo carry tradela conocida bicicleta – por el mayor tiempo posible. Eso, desde ya, si una mayoría del Senado se muestra tan colaboracionista como la de la cámara baja.

De hecho, uno de los grandes ganadores de la interna paleolibertaria, Guillermo Francos, auguró un paso "rápido y sencillo" por el Senado, tal vez confiado en promesas como la del experonista gobernador tucumano Osvaldo Jaldo y del catamarqueño Raúl Jalil, quien ve posible, a la vez, convertirse en ultraderechista sin dejar de ser lo que era.

Otros votos cruciales serán los que responden al santiagueño Gerardo Zamora, quien ha desparramado dentro del ecosistema del panperonismo & aliados la seguridad de que serán de rechazo al proyecto Bases. Sólo el tiempo dirá si es un hombre de palabra o, dado que no ha hecho pública esa novedad, si simplemente busca subirle el precio a un eventual borocotazo.

Toto Caputo: es la hora de dosificar

En la Casa Rosada y en el Palacio de Hacienda no salen de su asombro por lo que buena parte de la Argentina está dispuesta a tolerarles.

"La sociedad argentina está soportando esto, aprovechémoslo", les dijo Luis Toto Caputo a unas 500 figuras del empresariado convocadas por la Fundación Mediterránea en la Bolsa de Comercio. "Aprovechémoslo", o sea, digamos, "nosotros", Gobierno y gran empresariado.

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Ese deleite también da algo de vértigo. Así se comprobó en el más bien sobreactuado paso de comedia con el Cartel de las Prepagas, a las que, con mayo ya iniciado, todavía falta aclararles cuánto deben retrotraer sus cuotas, mínima parte de las subas que se les habían fomentado en un principio.

El vértigo también se observa en la decisión de limitar al 4% el nuevo aumento de las naftas al diferir –sólo por este mes– la actualización de los impuestos a su venta, lo que habría generado incrementos adicionales de entre 3,7% y 7,4%.

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Por si eso fuera poco, suspendió asimismo los ajustes previstos en gas y luz. ¿Neogradualismo o, como interpretan algunos análisis, pragmatismo por parte del gobierno más dogmático desde la recuperación de la democracia? No parece. Más bien prima la conveniencia de asegurarse dos meses de inflación de un dígito: si Milei y Caputo se frotan las manos ante la posibilidad de que el IPC de abril no solamente sea menor de 10%, sino que, incluso, tal vez comience con ocho, patear para un poco más adelante subas en energía les permitiría consolidar la buena onda en mayo.

Junio sería otro cantar en la economía

Si se presta atención, el compromiso de pisar la actualización del impuesto a los combustibles apenas se refiere al mes en curso, lo mismo que lo referente a las tarifas. Ocurre que mayo viene de por sí cargado con subas en subte y tren en el área metropolitana, Internet, telefonía, TV por cable, alquileres y colegios privados en la provincia de Buenos Aires. Es mejor dosificar.

Junio sería otra cosa, claro, dada la necesidad oficial de hacer caja para pagar la deuda pendiente con Cammesa, la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico, equivalente a 2.200 millones de dólares. "Operativamente vamos a quedar en déficit, pero con lo acumulado antes, las cuentas (públicas) seguirán equilibradas", dijo Milei, considerando la totalidad del semestre.

Las nuevas reglas del juego: Hood Robin

Milei insiste en que el mercado no tiene fallas, que Ia intervención del Estado debe ser nula y que los monopolios son un acto de heroísmo, cosa que reitera el libro que presentará el domingo 12 en el Luna Park, no en una Feria del Libro que no se había sumado institucionalmente al coro de adulaciones y que le prometía un entorno popular poco favorable.

Sin embargo, la realidad de su gestión marcha por otros carriles. De nuevo: ¿pragmatismo? No necesariamente. Más bien, intervención absoluta e incondicional en favor de la ampliación de los márgenes de ganancia de las grandes empresas, con la única limitación de una realidad que no quiere que se lo lleve puesto. Porque "la sociedad aguanta", pero eso no está asegurado para siempre.

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Decir lo anterior no es atribuirle mala fe; es simplemente leer el dogma que lo guía: la economía nacional ya no debe estar movida por el consumo –que hasta su llegada daba cuenta de dos tercios del PBI–, sino por la inversión. Si los costos de la transformación los pagan los trabajadores y la clase media en general, mientras los "héroes" del libre mercado ganan mucho, acumulan e invierten, algún día todos seremos felices.

Así lo afirmó el propio jefe de Estado en el Llao Llao: "Muchachos, en algún momento van a tener que poner las pelotas, van a tener que invertir y se van a tener que jugar". Así lo reiteró Caputo en la Bolsa: "Si ustedes también confían e invierten, esto sale". Así surge del proyecto Bases, con el discutido Régimen de Incentivos para las Grandes Inversiones (RIGI).

Hay urgencia porque el rebote se demora y, cuando ocurra, se insinúa modesto.

Las nuevas reglas del juego: ¿dólar barato?

El Presidente se vanagloria de haber conseguido que los tipos de cambio paralelos bajaran y se burla de quienes habían vaticinado lo contrario. De hecho, eso es así, ya que mientras estos "subieron" como máximo 12% nominal en lo que va del año, se atrasaron notablemente en relación con la inflación acumulada.

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Sin embargo, omite explicar que eso fue posible porque él dejó de ofrecer –sólo por el momento– los "fideos con tuco" de la dolarización y porque envió a los exportadores a liquidar el 20% de sus dólares al mercado del contado con liquidación. El camino hacia la libertad está empedrado de intervenciones sesgadas.

Por lo señalado, el complejo sojero liquida sus divisas de manera muy cautelosa, lo que complica otra necesidad del oficialismo: el levantamiento del cepo cambiario, condición necesaria para una reactivación y el inicio de una eventual competencia de monedas con estación final en una dolarización de facto.

Aunque, como anticipa la mayoría de los economistas –incluso los oficialistas– más temprano que tarde habría que darle otro "toque" al tipo de cambio oficial, Caputo aseguró en el evento de la Mediterránea: "Muchachos, vamos a un tipo de cambio más apreciado. No esperen más el cimbronazo".

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Eso aseguraría tres cosas:

  • Facilidades para importar y niveles de competencia extranjera altos para la industria nacional. Así, los segmentos que puedan competir, sobrevivirán; los que no, bueno… "destrucción creativa".
  • De la mano de lo anterior, sería un elemento de contención de los precios internos, lo que supondría un desahogo para quienes viven de un ingreso fijo o, al menos, para la parte de este universo que lo pueda conservar.
  • La permanencia de la bicicleta financiera, gran expertise de Caputo. La entrada de dólares al sistema –encima, blanqueo mediante– ayudaría asimismo a mantener planchado el tipo de cambio y hacer rentables en dólares las apuestas a riesgo en pesos, aunque sea a tasas reales negativas. Al menos hasta que, como se sabe, el viento cambie, pero nadie quiere hoy pensar en cosas feas.

Todo eso depende de que el Gobierno logre despejar las dudas que persisten sobre su política cambiaria.

  • ¿Hasta qué punto aceptará el Fondo Monetario Internacional (FMI) una política de atraso cambiario?
  • Más allá de eso, ¿es sostenible para una economía que necesita dólares con desesperación?
  • ¿Será que la apuesta a conseguirlos –para salir del cepo y remonetizar una economía que tendería a abandonar el peso– será el blanqueo por ley y el otro, de facto y hormiga, estimulado por la clase media que desahorra para sobrevivir y por dueños de capitales de origen ilícito que entrevén una oportunidad bajo un gobierno que alienta la evasión y promete laxitud diga lo que diga el GAFI?

En todo estás vos

Si el proyecto Bases se convirtiera en ley, comenzaría la fase dos propiamente dicha de la mileinomía: privatizaciones –para lo cual ya hay prioridades– y uso de los superpoderes administrativos para cerrar numerosas dependencias del Estado. El fondo de todo ese combo serían los despidos a gran escala.

Si, como los propios funcionarios del Gobierno admiten en diálogos reservados, el desempleo va a subir notablemente en los próximos meses, las perspectivas de recuperación de los salarios son apenas un engañabobos, o la puntita meramente estadística que asomaría desde el pozo al que se los está llevando.

En ese contexto, sumado al inicio de reforma laboral y al restablecimiento de Ganancias sobre salarios menguados que el opoficialismo de Diputados le facilitó a Milei en el proyecto ómnibus, es natural que la CGT muestre los dientes. Ya lo hizo el 24 de enero, lo reiteró este 1 de mayo con una manifestación importante –pero que no captó demasiadas voluntades no encuadradas– y lo replicará el jueves 9 con una huelga general.

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La reforma laboral regresiva y antiderechos merece un párrafo aparte, en especial en sus tramos de prolongación de los períodos de prueba y de eliminación de las multas para la parte empleadora sorprendida en negreo in fraganti. Si el Gobierno y sus colaboradores tercerizados insisten en que eso serviría para formalizar más el mercado de trabajo, habría que concluir que dicho proceso sería simplemente el efecto de pasar a catalogar como "formal" una informalidad generalizada. El recurso no deja de ser ingenioso.

Mientras, el movimiento obrero enfocará sus esfuerzos en voltear el proyecto de ley ómnibus en el Senado y el DNU 70/2023 en Diputados. Todo parece difícil.

Javier Milei y el superávit fiscal 
Javier Milei y Karina Milei. 

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