¿Será que el verborrágico Guillermo Francos, ministro del Interior del gobierno que asumirá el domingo, habla siempre con la venia de Javier Milei? Llama la atención que haya anticipado cuál sería, en su opinión, el nivel "razonable" del dólar oficial, uno de entre 600 y 650 pesos, cuando es sabido que el presidente electo será quien tenga la palabra final, incluso por encima de la del encargado del ramo, Luis Toto Caputo. Sea cual sea la respuesta, lo concreto es que la definición de Francos revela cuál es la principal preocupación de la administración entrante respecto de su propio plan económico: su impacto inflacionario inicial, una llamarada que podría condicionar lo que siga.
Ahorristas desarman depósitos para estar líquidos y livianos para reaccionar ni bien se anuncie el plan. Mientras, quienes analizan el mercado se extrañan por el hecho de que se comience por ponerle un número a la cotización sin que se explique qué política cambiaria regiría al instante siguiente. ¿Se buscará a continuación anclar el tipo de cambio, el precio más determinante de la economía argentina, o aplicarle miniactualizaciones cotidianas como ha hecho –en general– el gobierno saliente? ¿Será con financiamiento extra, tal lo que se ha propuesto conseguir Caputo hasta ahora sin concreciones, o administrando la escasez de divisas hasta el ingreso de los sojadólares desde fines de marzo? En el corto plazo, el cepo no se mancha.
Dado que la definición del futuro funcionario descarta una unificación inmediata del mercado como la de 2015, ¿cuánto se lo simplificará? ¿Marchará el país a un esquema bipolar, con un dólar comercial controlado y uno libre que canalice todo lo que no sean importaciones esenciales?
La enunciación del "dólar Francos" le puso un techo a las expectativas de devaluación. Eso explica, en parte, que el blue haya caído este lunes a 930 pesos y que los paralelos legales sigan orbitando en torno a los 900.
Riesgo Milei
El valor de 600 o 650 "implicaría una devaluación de entre 70% y 80% y tendría fuertes consecuencias inflacionarias, con magnitudes que no se pueden determinar del todo por dos motivos: un nivel de precios que ya está en escalones altos y la promocionada intención del presidente electo de liberar regulaciones", explica en Letra P Eugenia Muzio.
Todo ajuste ortodoxo como el que se anuncia supone un cambio de los precios relativos: el del dólar –vía megadevaluación–, el de las tarifas, el de los combustibles y el IPC general resultante del shock.
A continuación, la recesión que se genera es la forma en la que se evita que se desate una carrera nominal. Falta mencionar un precio, claro: el salario –y las jubilaciones, planes sociales e ingresos informales–. Tal como viene la mano, eso será lo que quede después de la absorción de todos los impactos mencionados.
Cuando se tocan esos precios, lo que se manosea, en definitiva, son los costos de las empresas, algo que se complementará con el fin de toda pretensión de control desde la Secretaría de Comercio. Así, analistas económicos le ponen a 2024 una inflación piso del 200%, pero no descartan un 260% hacia el segundo trimestre. En este punto, el "dólar Francos" genera más dudas porque la realidad nunca es una foto, sino una película, sobre todo cuando la consigna es desregular y liberalizar de golpe.
Una devaluación teórica menor que la temida inicialmente –algo que, recordemos, Milei no ha convalidado por su boca– supondría una disparada más acotada de la inflación, pero aun así cabe preguntarse por sus efectos futuros: el mercado cree que el billete verde podría trepar a 1.500 pesos dentro de un año, lo que supondría que a la primera megadevaluación le seguirían otras. Esto conllevaría el riesgo de que el ajuste –repitamos: tarifas, combustibles, nivel general de precios– y el propio IPC se muerdan la cola en una carrera permanente. Ese es el "riesgo Milei".
Así, más que de "el ajuste", en tal escenario, la Argentina podría tener que acostumbrarse a convivir con "los ajustes".