La Argentina ingresa en la semana final de una era agónica, preludio de otra que comenzará: la de Javier Milei, el próximo domingo. La misma se echará a rodar en medio de definiciones conceptualmente esperables –marcadas por un hiperajuste como no se recuerda en democracia– y de una incertidumbre única y gigantesca: ¿cómo se casa semejante política con un cuerpo social más cansado que nunca y con un dispositivo de poder más endeble que nunca?
Se espera que el futuro presidente debute siguiendo un consejo de Mauricio Macri, forzado por la desobediencia reciente del electo a cumplir con su promesa pública de brindar un "apoyo incondicional": habrá una dramatización exacerbada de una herencia de por sí dramática. A eso, el minarquista sumará un pedido de paciencia a la sociedad, a la que le hablará de un esfuerzo enorme pero necesario para evitar el abismo. Quienes organizan la ceremonia en La Libertad Avanza (LLA) imaginan incluso una multitud ponderable para rodear de calor popular a un gobierno que llevará adelante políticas que "el pueblo" sufrirá.
Curioso populismo de la escasez
Milei, se sabe, representa una nueva derecha, cuya forma de construcción política es de cuño populista. Su apego a un proyecto de imperio desenfrenado del mercado, sin embargo, lo fuerza en esta coyuntura a poner en marcha un curioso populismo de la escasez, uno que, ni bien comience a tropezar con la realidad y con sus propias limitaciones, podría buscar refugio en elementos de tipo identitario, como ser la confrontación con la "patria prebendaria", con la casta que de hecho tiene bien adentro, con el "comunismo" y con el feminismo y las minorías de género, entre otros sectores. Ante la esperable protesta social, su nueva aliada Patricia Bullrich ya prometió ser "implacable".
El debut será a todo vapor, con megadevaluación del tipo de cambio oficial, suba de tarifas, liberación de precios regulados como los combustibles, suelta de remarcaciones ante el paso al costado de la Secretaría de Comercio, "ley ómnibus", pedido de superpoderes, derogación de cientos de leyes y regulaciones, reforma laboral, caducidad de regímenes especiales en sectores sensibles, marco general para un proceso de privatizaciones y despidos probablemente a granel en diversas dependencias del Estado.
El eslogan "no hay plata" que ya se busca imponer, se traducirá en algo bastante más violento que la "estanflación" de la que ya habló el electo: lo que habrá será una verdadera depresión con precios muy al alza. Economistas consultados por este medio cifran la caída del producto en al menos 5 o 6% para 2024, mientras que al IPC le ponen un piso del 200%. Si en los últimos años hubo trabajo mal remunerado, por un buen tiempo solo podría quedar en pie lo de la mala remuneración.
Llagas en un cuerpo cansado
La sociedad que explica el fenómeno Milei es una abandonada por su dirigencia desde hace mucho tiempo: el propio cansancio explica el azote que viene.
Empeñado en pulir de algún modo su legado, el presidente Alberto Fernández puede insistir con el rap de la pobreza mal medida, pero no consigue desbaratar la evidencia de que, sea como sea que se la pondere, la misma subió durante su administración.
Las condiciones de vida precarias de casi medio país imponen niveles de impaciencia y conflicto en ciernes que explican que Milei se disponga a aclarar que lo suyo no será magia y que quienes lo votaron –y quienes no– deberán ahora bancar la que venga.
Caótica libertad
A seis días de la jura, la danza caótica de nombramientos le sigue muy mal el paso a la música. Mientras se vocean y se bajan ofrecimientos –sobre todo los que vienen apadrinados por Macri–, LLA no consigue llenar la totalidad de los cargos más importantes de la administración.
Guillermo Francos, próximo ministro del Interior, pone algodones en sus charlas con los gobernadores, pero su incidencia en lo que viene está por verse. ¿Será capaz de cumplir con las seguridades de diálogo, consenso y coso que les ha dado a los mandatarios provinciales? Más claro: si Macri compró gobernabilidad entre 2016 y 2017 con la muñeca de Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, Milei no cuenta ni con los recursos de poder ni con los recursos económicos para repetir dicha experiencia. La verdadera incidencia de Francos es un enigma, así como su certeza de que el dólar oficial volará de entrada solo hasta los 600 o 650 pesos.
El ex-BID convenció a Milei de no entregarle a Macri llave en mano un gobierno que es de LLA y no del PRO halcón, con lo que evitó la entronización de Cristian Ritondo como presidente de la Cámara de Diputados. Sin embargo, no pudo imponer su criterio de negociar ese cargo con el peronismo disidente que, se supone, simboliza Florencia Randazzo, tal la otra vía de gobernabilidad imaginada, aunque más incierta.
Milei decidió finalmente poner allí a alguien propio, el inexperto Martín Menem, y lanzarse a una aventura de negociaciones ley por ley que se hará más penosa conforme pase el tiempo y crezca el malestar social.
¿Una breve ventana de oportunidad?
De entrada, el futuro jefe de Estado tendrá a favor la dificultad de las oposiciones para ejercer su rol en el inicio de una administración que, a falta de respaldo, podría batir fácilmente el parche del boicot de la casta.
Las oposiciones –nótese la recurrencia en el uso del plural– son la expresión de un sistema de partidos roto, en el que, de arranque, cualquier alquimia o alianza puntual es imaginable.
El mediano plazo, desde ya, sería otro cantar.
Liberada del yugo de Macri, Bullrich acaba de abandonar con un portazo el partido que presidía y promete aportar una decena de bancas en Diputados a las 38 que tiene LLA; las 129 del cuórum quedan en el horizonte, línea imaginaria que se aleja un paso por cada paso que se da hacia ella.
Sin embargo, el PRO está tan estallado que cuando sus referentes –Bullrich, Macri y los gobernadores– prometen acercar voluntades, la suma de lo que se ofrece en las diferentes versiones duplica o triplica las bancas reales. Alguien está ofreciendo más que lo que verdaderamente tiene.
El ingeniero y Horacio Rodríguez Larreta librarán la pelea de fondo por el control del partido amarillo, una que será tan antagónica en proyectos personales que impide dar por segura la unidad en el corto plazo.
Si Macri se impusiera en esa puja, podría sentarse a esperar que Milei caiga pronto en la cuenta de que su necesidad podría ser mayor que su desconfianza.