Para pelearse con periodistas y trabajadores del Hospital Garrahan, el presidente Javier Milei y la diputada Juliana Santillán rompieron el mejor dato que la administración libertaria tiene a mano: la baja de la pobreza asociada a la desaceleración de la inflación. Según consultoras, el dato de mayo fue contundente, con subas en las canastas de menos de 1 por ciento.
Un informe de PxQ, la agencia de Emmanuel Álvarez Agis, consignó que la fuerte desaceleración de la inflación -podría perforar el 2%- tuvo un correlato aún más contundente en las canastas de pobreza e indigencia. El INDEC difundirá el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y la valorización de ambas canastas el jueves 12.
Según el relevamiento privado -muy en línea con lo que publica el INDEC cada mes-, la canasta alimentaria subió apenas 0,1% el mes pasado, mientras que la canasta total avanzó 0,8%. Ambas viajan en torno al 30% anual, unos 12 puntos por debajo de la inflación de los últimos 12 meses.
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La canasta básica alimentaria es el umbral de consumos mínimos que una persona debe cubrir con sus ingresos mensuales para no caer en la indigencia. La caída en los precios de frutas y verduras -productos estacionales- compensó subas en carnes y lácteos para que esta canasta prácticamente no haya variado en mayo.
La canasta básica total suma, a ese consumo de alimentos, un conjunto de bienes y servicios básicos para definir la línea de pobreza. Como el Gobierno postergó subas en energía y la indumentaria sube menos que la media general por la apertura importadora, estos ítems aumentan menos que el IPC.
Pobreza, AUH, salarios y jubilaciones
Según el INDEC, una familia tipo necesitó en mayo $ 502.291 para sortear la indigencia y $ 1.110.063 para no caer debajo de la línea de pobreza. El poder de compra de la AUH y la tarjeta alimentar creció en el último año y medio y se ubica en los máximos de la serie histórica, a niveles (en poder adquisitivo) de julio de 2019. Una AUH cubre el 65,5% de una canasta alimentaria individual y el 29,4% de una canasta total.
Si la AUH creció en términos reales, el salario mínimo se deprimió. Un salario mínimo cubría, en abril de 2016, cuatro canastas alimentarias individuales (de adulto, que no es lo mismo que una familia tipo) y 1,7 canastas totales. Hoy, los $ 308.000 cubren 1,85 canastas alimentarias y menos de una canasta básica total. El salario mínimo no cubre la línea de pobreza.
Según PxQ, una jubilación mínima cubría, en abril de 2016 (pico de la serie), 3,3 canastas alimentarias y 1,3 canastas totales. Hoy, la mínima con el bono solventa 2,5 canastas alimentarias y le empata a la canasta con la que se mide el umbral de pobreza.
La canasta básica total está desfasada. Por eso, esos $ 1,1 millones de pesos por familia tipo necesarios para no caer en la pobreza parecen poco. La canasta se armó con una la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (Engho) de hace 20 años. El INDEC debe relanzar su medición en función de la Engho 2018. La canasta más actualizada le da más peso a los servicios, como el alquiler y las facturas de luz, gas, telefonía e internet.
De cada 100 pesos de al canasta básica total, 38,4 se destinan a comprar alimentos y apenas 11,2 pesos a gastos de vivienda. El alquiler se incluye en la medición, pero a un costo menor al de la media de las grandes urbes.
Si una familia tipo apenas puede subsistir con $ 1,1 millón de ingresos, ¿qué podría hacer con los $ 360.000 de Santillán y Milei? Según el Chat GPT, malabares. A pedido de Letra P, la IA transpoló los consumos con los que el INDEC arma su canasta familiar a un ingreso de ese monto. La familia debería destinar $ 130.000 al alquiler, $ 25.000 al pago de servicios, $ 30.000 al transporte público, $ 140.000 a alimentarse y $ 25.000 a útiles escolares, ropa y medicamentos. Son cifras lejanas a cualquier realidad.