"Este tipo intentó toda su vida escapar de lo que hizo, pero no lo logró", dice Marta Ungaro, querellante histórica de lesa humanidad en los tribunales de La Plata, sobre el genocida Juan Miguel Wolk, condenado este martes a prisión perpetua por secuestros y torturas, homicidios, delitos sexuales y robo de bebés cometidos contra cientos de personas en el centro clandestino conocido como Pozo de Banfield durante la última dictadura militar.
Junto a él, una decena de acusados recibió penas -en su inmensa mayoría, a perpetua- por hechos similares sucedidos en el Pozo de Quilmes, el centro clandestino El Infierno y la Brigada de San Justo, revisados en el histórico juicio "Brigadas", que culminó este martes. En cambio, Enrique Barré, número dos de Wolk, fue absuelto. Barré era defendido por el estudio de Mariano Cúneo Libarona, quien renunció al caso en diciembre al ser designado ministro de Justicia.
Horacio Ungaro, el hermano de Marta, fue una de las víctimas de la Noche de los Lápices -su hermana, Nora, es sobreviviente. La mayoría de esos adolescentes tuvo, como último destino antes de la desaparición, al campo de concentración que dirigió Wolk, quien se hizo pasar por muerto y se profugó durante años antes de finalmente ser capturado. Marta Ungaro lo descubrió. "Hoy, finalmente, mi hermano y el resto de sus víctimas van a salir finalmente del Pozo", dice, aliviada.
Durante la mitad de su vida, el "Nazi" o el "Alemán", como era conocido en la estructura represiva del circuito Camps, intentó por todos los medios escapar de la condena que le ordenó la Justicia federal. Hace una semana, dijo ante el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata, que lo está juzgando desde hace más de tres años por los crímenes del Pozo de Banfield, que, durante la última dictadura él fue “tan solo” un comisario bonaerense a cargo de Delitos contra la propiedad. Escuchó la sentencia desde su casa. El Presidente del Tribunal lo retó varias veces por correrse de la camarita de su computadora. “Que diga lo que quiera Wolk. Después de tantísima lucha, la verdad va a quedar escrita: él es el asesino de nuestros familiares”, subraya Ungaro en diálogo con Letra P.
El muerto que cobra la jubilación
En calidad de comisario inspector de la Bonaerense, Wolk fue jefe de la División Delitos contra la Propiedad que funcionaba en el barrio Villa Centenario de la localidad de Banfield, partido de Lomas de Zamora, entre octubre de 1974 y julio de 1976. A partir de mediados de 1976, con la dictadura en plena cacería, pasó a ser director de Investigaciones de la fuerza en la Zona Metropolitana y el Pozo su sede. El “Nazi” ascendió a comisario mayor en mayo de 1977 y lo fue hasta enero de 1979.
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Centro clandestino Pozo de Banfield.
La dependencia localizada en Siciliano y Vernet, a dos cuadras del Camino Negro, estrenó su función de centro clandestino hacia fines de 1974, de la mano de la Triple A. Por los calabozos del primer y el segundo piso de ese edificio pasaron centenares de detenidos desaparecidos; allí fueron torturados y abusados. En su sótano asesinaron a los chicos y chicas de la Noche de los Lápices. En su cocina parieron unas 30 mujeres cautivas; la mayoría de esos bebés fueron separados de sus madres, robados a su familias biológicas y entregados a otras personas, que los apropiaron. El año pasado, uno de ellos, Daniel Santucho Navajas, el nieto 133 hallado por Abuelas de Plaza de Mayo, restituyó su verdadera identidad. Su caso fue incorporado al debate en las últimas audiencias. Su mamá, Cristina Navajas, permanece desaparecida.
En 1986, Wolk llegó a ser condenado por varios de esos crímenes. Recibió 25 años de prisión en el marco de lo que se conoció como la “Causa Camps”, una de las pocas que llegó a continuar el camino iniciado por el Juicio a las Juntas. La condena duró poco, porque las leyes de impunidad lo libraron de toda culpa y cargo para el Poder Judicial. Vivió tranquilo durante la década siguiente, pero los familiares de sus víctimas no se rindieron. Juicios por la verdad en La Plata y pedidos de extradición del juez de España Baltasar Garzón empezaron a quebrar la calma.
“El juicio por la verdad no emitía condenas, pero sirvió muchísimo para generar pruebas sobre los crímenes de esta gente. En ese juicio, alguien planteó que Wolk estaba muerto”, recordó Marta. Para quedar fuera del radar que lo tenía ya enfocado, Wolk tuvo que mentir: alguien presentó un certificado falso de su defunción en el marco de aquel debate declamativo, pero no estaba muerto.
Ungaro trabajaba en la Cámara Electoral bonaerense. “Me resultaba extraño que pasaban los años y Wolk seguía apareciendo en los padrones. Por lo general pasa un tiempo hasta que la gente que fallece deja de figurar, pero él seguía estando ahí”, contó. En 2006 se le ocurrió hacer un pedido de informes a la caja previsional de la Policía bonaerense para saber qué había sucedido con la jubilación del represor. La respuesta que recibió confirmó sus sospechas: “Me respondieron en julio de 2007 que el mes anterior, junio, la había cobrado él mismo”. El “asesino y desaparecedor de Horacio”, como ella misma llama al genocida, estaba vivo.
Realizó la denuncia ante el Juzgado Federal número 3 de La Plata, a cargo del juez Arnaldo Corazza, que recién lo localizó en 2008 y le otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria. Ella y otros familiares insistieron en que debía estar detenido en cárcel común, pero la discusión demoró años. Mientras, Wolk volvió a sus días tranquilos en su casa de las afueras del Bosque Peralta Ramos, en Mar del Plata. En 2012, a un paso de que la Suprema Corte de Justicia bonaerense lo mandara a Marcos Paz, se fugó. Fue su hija la que advirtió que se había ido. “Me puse a averiguar y supe que esa mujer, su hija, era policía de la Comisaría de Mar del Plata que debía controlar la prisión domiciliaria de Wolk. Todo un desastre”, recuerda Marta.
Un año después, el represor fue encontrado en la casa de su hermano, a 20 cuadras de la suya. Su hija fue procesada por no haber evitado su fuga. Fue recapturado y pasó un tiempo en prisión, pero volvió a ser beneficiado con el arresto en su casa debido a supuestas razones de salud y la edad. Hoy tiene 90 años. El año pasado recibió una condena a prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Hogar de Belén.
Condenas y una absolución en el juicio de lesa humanidad
Además de Wolk, otros nueve represores recibieron condenas a prisión perpetua y uno a 25 años de prisión este martes en el marco del juicio “Brigadas”, que resultó histórico por varios motivos. Entre ellos, porque fue el primer debate que repasó crímenes contra personas integrantes del colectivo travesti trans. Repasó violaciones a los derechos humanos contra más de 600 víctimas y contó con más de 600 testigos.
Los acusados, todos exmiembros de la bonaerense y del Ejército, son seis menos en la lista de quienes ocupaban el sector al inicio del debate. Unos siete fallecieron durante el proceso, incluido el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz. Uno, Horacio Castillo, se incorporó durante el transcurso de las audiencias tras ser identificado como represor del Pozo de Quilmes en junio de 2022.