Lo que saldrá del protocolo conocido es la invitación, por primera vez, a dignatarios y personalidades extranjeras, listado que de modo no sorprendente está monopolizado por referentes de la ultraderecha internacional. A la cabeza de ellos estarán Milei y Meloni por ser jefes de Estado y de gobierno, respectivamente, y porque se trata de dos estrellas de la nueva derecha a nivel global. Excluyentes hasta hoy, cuando el verdadero macho alfa del grupo ocupe su lugar.
Otros invitados notables, cuyos culos se apoyarían en primera fila, serán los nuevos oligarcas que, según Joe Biden, conforman un nuevo "complejo tecnológico" amenazante para la democracia y capaz de opacar al "militar-industrial", dominante por décadas.
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Estos serán, entre otros, el futuro cosecretario –junto a Vivek Ramaswamy– de Eficiencia Gubernamental, hombre más rico de la historia y autoproclamado king maker de la política europea: Elon Musk. Junto a él estarán sus competidores y escoltas en el ranking de los más acaudalados, rendidos ahora a su poder: Jeff Bezos y Mark Zuckerberg.
Los arrumacos que Musk y Milei no dejan de dedicarse constituyen un dato político que sería absurdo ignorar en la Argentina. El magnate no solamente reposteó en su red X un fragmento del discurso que el segundo, "Titán de la Reforma Económica" –así lo dijo el Hispanic Inaugural Ball–, sino que añadió un "amo a @JMilei". "Me too my friend!", devolvió el Titán.
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El tramo que conmovió al estadounidense nacido en Sudáfrica lo ensalza como "salvador de la humanidad" y consagra la división del mundo entre defensores de "la libertad" y un amplio conjunto de enemigos que sería bueno destruir.
Se viene una era de paz y amor.
Javier Milei, Titán y Campeón
Así será en Estados Unidos y también en la Argentina.
Entre su declaración como Titán y, anoche, como "Campeón de la Libertad Económica" en la Gala 1775, Milei se dio tiempo para un posteo más, en el que vomitó hiel. Ni los elogios le apagan el odio. Él mismo no debe saber qué le pasa.
La nueva asunción de Trump constituye un arma de doble filo para la Argentina.
Por un lado, las guerras comerciales con las que este amenaza desquiciar al mundo ya se hacen sentir en una suba sostenida del dólar en los mercados internacionales, lo que deprime las monedas emergentes y que añade al atraso cambiario inducido aquí por las políticas oficiales a presiones evidentes sobre el peso, no del todo visibles en sus paridades de cierre de cada rueda debido a la fuerte intervención del Banco Central.
Sin embargo, por otro lado, Trump constituye una garantía de apoyo al Gobierno –lo que no equivale a decir a la Argentina– en el Fondo Monetario Internacional (FMI). La titular del organismo, Kristalina Georgieva, se reunió ayer por cuarta vez con el anarcocapitalista, a quien llenó de elogios demostrando qué es una política sagaz que entiende perfectamente desde donde soplará el viento a partir de hoy.
"Fue una reunión excelente", señaló la búlgara, quien anunció el pronto envío de una misión técnica a Buenos Aires para avanzar lo más rápidamente posible en lo que viene.
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En lo financiero, esto se traduciría en un nuevo programa que incrementaría en 10.000 a 12.000 millones de dólares la deuda nacional con el Fondo; en lo político, en una tolerancia que evite la imposición de una megadevaluación inmediata de la moneda local y, con eso, el desperdicio de la mencionada herramienta, tal como ocurrió –también con el republicano en la Casa Blanca– en 2018 para mal de Mauricio Macri.
¿Cómo se conciliará el interés político de Trump con la resistencia del staff técnico y los países que se secundan a Estados Unidos como principales accionistas del Directorio?
¿Qué se hará con la pública diferencia respecto del problema cambiario, que el Fondo querría corregir con un salto de la cotización del billete verde, mientras que Milei y Toto Caputo redoblan la apuesta al superpeso y al carry trade?
¿Llegará el dinero, fundamental para sostener en pie la bicicleta de Caputo, antes del final del primer trimestre o en abril como máximo, como espera al gobierno? ¿Ayudará eso a consumar una suerte de fraude político, dado por llamar a las urnas a la ciudadanía con un escenario macro diferente del que podría regir apenas después? ¿O será que el Presidente y su ministro encontrarán la forma de mantener la divisa pisada en base al naciente intento de dolarización endógena, que consiste en la salida de los "dólares del colchón", con un "siga, siga" muy conveniente para el lavado de activos hormiga, proceso con el que se intenta monetizar una economía que tendría un stock fijo de pesos?
Cuestión de prioridades
En esas aguas procelosas navegar a la administración paleolibertaria, agitación en la cual regirá un único elemento ordenador de una realidad que por momentos parecerá caótica: la forma en que Estados Unidos –la potencia vigente– y China –la emergente– elijan dirimir su disputa por la hegemonía global.
Como prolegómeno de esa "guerra" ineludible, Trump decidió aplicar una primera dosis de conciliación. Invitó a su jura a Xi Jinping, quién, calculador, evitar aprestarse a un humillante de besamanos sin caer en la trampa del desdén. En su lugar acudirá su vice Han Zheng.
Ayer entró en vigor una ley del Congreso estadounidense –faro de libertad– que cerró el acceso a la red social china TikTok, acusada de cooperar con el régimen de Pekín y de filtrar los datos de sus usuarios a los servicios de inteligencia. ¿Algo de eso ha sido probado? No.
La norma en cuestión, refrendada por la Corte Suprema del seis a tres conservador –otro faro de libertad–, le otorga al presidente la facultad de suspender su aplicación por 90 días en caso de qué haya avances en el diálogo entre los dos países. Populista, Trump prometió a los 170 millones de estadounidenses que tienen cuentas en TikTok restablecerles el acceso y tender una rama de olivo a su rival. Más temprano que tarde, los gestos melifluos volverán a mutar en amenazas y hechos.
Donald Trump y la abrumadora ofensiva del inicio
Al revés de las sonrisas habituales, la foto oficial de Trump que mirará desde las paredes todo lo que pase en las dependencias oficiales estadounidenses del mundo es la de un hombre severo, casi amenazante.
Si la pelea –el combate de fondo– con China quedaría para una segunda instancia, la que no demorará en manifestarse es la que el nuevo-viejo mandatario librará con la inmigración ilegal.
La aplicación de aranceles extorsivos a México y Canadá parece probable, mientras que sus asesores ya filtran la existencia de diálogos con diversos países para "reubicar" a unos 600.000 venezolanos que encontraron refugio en los Estados Unidos. Porque una cosa es el antichavismo y otra, la verdadera solidaridad.
En su primera horas en el cargo, firmará un centenar de órdenes ejecutivas –decretos–.
La finalización del muro que separa a Estados Unidos de México, con un costo de 100.000 millones de dólares, será uno de sus primeros desvelos, lo mismo que la limitación de los permisos de estadía en el país a quienes ingresen por tierra, a los que se exigirá que realicen sus trámites desde naciones limítrofes, básicamente México.
La promesa de una expulsión masiva de inmigrantes sin papeles –unos 12 millones– comenzaría a ejecutarse lo más pronto posible poniendo bajo la lupa a quienes sean considerados "no elegibles" o se los haya acusado de algún delito. Sólo esto podría provocar un millón de deportaciones.
El activismo inicial de Trump será enorme y generará noticias de purga de enemigos en el Departamento de Justicia y el FBI, entre otras dependencias, además de ofensivas contra los "ilegales".
El golpismo del 6 de enero de 2021, día del tráfico asalto al Capitolio por parte de una horda trumpista, será premiado con cientos de indultos a condenados por la Justicia, la misma Justicia que –vaya bochorno para el país emblema del "mundo libre"– no logró dar cuenta de las responsabilidades de Trump durante cuatro largos años, lo que permite ahora su impunidad en base al mandato constitucional y la doctrina jurídica que impiden el procesamiento de presidentes en ejercicio.
Feliz regreso a casa
Si China es la obsesión, el resto de los conflictos pasan a la categoría de ruido molesto.
El primer día del intercambio de rehenes israelíes en manos del grupo terrorista Hamás desde el trágico 7 de octubre de 2023 por palestinos presos se inscribe en esa tendencia; pronto vendrá alguna forma de paz entre Rusia y Ucrania.
Lo de Medio Oriente fue, por un lado, el broche final del legado que Biden quiso dejar antes de abandonar la Casa Blanca, pero por el otro constituyó el primer gesto de la nueva administración, decidida a desactivar todas esas distracciones.
Doron Steinbrecher, Romi Gonen y Emily Damari regresaron a sus hogares; las escenas de reencuentro tras 15 meses de terror ponen la piel de gallina.
De inmediato, 69 mujeres y 21 menores palestinos presos en cárceles israelíes cruzaron la frontera con Gaza en el sentido opuesto.
Este es el primer paso de una fase, a su vez inicial, que supondrá el canje de 33 rehenes por alrededor de 1.000 presos palestinos, parte de un total de 98 cautivos –vivos y también muertos– y, según los islamistas, alrededor de 3.000 detenidos –incluso condenados a perpetua por crímenes de sangre–, respectivamente. Esta será la gran pieza de propaganda de Hamás, la de la "victoria" después del martirio.
Los israelo-argentinos Shiri Silberman y sus Ariel Bibas –de cinco años– y Kfir Bibas –de dos– no formaron parte, contra lo que había trascendido, del grupo inicial, pero sí estarían entre los 33 que regresarían en las próximas seis semanas. Otros cuatro compatriotas se encuentran aún cautivos.
Por la presión de Biden y de Steve Witkoff, el enviado de Trump, Benjamín Netanyahu se vio obligado a aceptar lo que había rechazado desde mayo y, con eso, a renunciar a continuar la guerra en Gaza hasta la destrucción final del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás).
Hasta ahora, logró debilitarlo, matar a su jefe y cortarle las vías de abastecimiento y comunicación con Hizbulá e Irán, pero no erradicarlo.
Hamás sigue siendo la fuerza política dominante en la Franja, según la propia prensa israelí. Más de 46.000 muertos después…