El ultimátum de 72 horas para que todo el personal diplomático abandonara la embajada –una ruptura formal de relaciones– derivó, en las horas más calientes, en un cerco de las fuerzas de seguridad venezolanas al edificio y hasta en un corte de la energía eléctrica. La cuestión no derivó en un odisea como la de la película Argo, pero puso en riesgo a esos diplomáticos, a sus familiares y a los seis disidentes venezolanos refugiados allí. Esa fue la etapa thriller de la saga.
Los cinco profesionales encabezados por el encargado de Negocios Andrés Mangiarotti y sus parientes –un total de 14 personas– finalmente pudieron salir gracias a los buenos oficios y la escolta de automóviles de las embajadas de Brasil, México e Italia.
Las dificultades para llegar a ese final –feliz en lo humano, pero un fracaso diplomático– quedaron evidenciadas en el hecho de que esos compatriotas partieron del Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar hacia Portugal, con escala en Madrid. Recién volverán a nuestro país el sábado, cuando serán recibidos por Mondino y su vice, Leopoldo Sahores. Una verdadera huida.
Antes de la partida, Mangiarotti izó, en lugar de la arriada argentina, la bandera de Brasil, país que no sólo representará los intereses argentinos en Venezuela hasta que, alguna vez, esta crisis se resuelva de algún modo, sino que velará por la integridad de esas instalaciones, su documentación y las necesidades de los compatriotas que puedan precisar ayuda diplomática o consular en los próximos meses o años.
A su cobijo quedaron, también, los seis disidentes venezolanos.
Argentina, diplomacia clase B
En el discurso que pronunció el miércoles en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, Mondino postuló que "cuando se pone en peligro la voluntad popular no puede haber medias tintas. Sabemos que se debe denunciar y actuar, y eso es lo que estoy haciendo".
Dados los abusos del madurismo, muy anteriores incluso a esta elección irregular, cabría darle aplauso, medalla y beso a la canciller por su principismo. El detalle es que ella no está en el Palacio San Martín para sentar posturas morales, sino para servir al interés nacional, y es mucho y muy importante lo que dejó en el aire el desalojo de la embajada. Pese a eso, nadie en el gobierno de ultraderecha se preguntó si convenía precipitar la ruptura.
Desde el inicio, Argentina decidió anotarse en la línea dura de países que rechazaron más frontalmente lo ocurrido en la elección del domingo. Así, articuló su postura con Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Que se articule algo con algún país ya es un avance para un gobierno que, literalmente, se ha peleado con medio mundo. Sin embargo, ¿a nadie en el poder le llamó la atención que los países más importantes del hemisferio no se anotaran prematuramente en esa lista, desde Estados Unidos –recién este jueves dijo que ganó la oposición– a Brasil, pasando por México y Colombia? ¿En qué liga del ascenso hace jugar a la Argentina, un país que nunca debe abandonar su vocación de relevancia, el gobierno paleolibertario?
Lo anterior no pretende ser gratuitamente derogatorio para la Casa Rosada y la Cancillería, pero sería bueno que ambas repararan en lo que genera una diplomacia seria: la bandera de Brasil flameando a las puertas de la embajada de nuestro país es un seguro de intangibilidad para ese patrimonio y para los venezolanos a quienes se había prometido proteger. Más allá del agradecimiento que expresaron en la despedida, el hecho es que esas personas ahora serán cuidadas por profesionales que hablan en portugués, quienes serán los encargados de negociar un salvoconducto y salida al exterior que el régimen venezolano se resiste a conceder.
La crisis venezolana le dio a Milei la oportunidad de corregir el rumbo de una política exterior fatalmente errada desde el inicio. Sin embargo, se inclinó por el uso de un tema siempre polémico para hacer política doméstica. Es una pena: el Gobierno no entiende que las relaciones internacionales son una herramienta de poder destinada al logro de objetivos nacionales y no una tarima zonza para "denunciar y actuar".
No entiende, en suma, de qué se trata la responsabilidad. He allí el drama.
La comedia de enredos de Javier Milei
La negociación para que Brasil se hiciera cargo de lo que la Argentina no podrá fue tensa, demoró tres días, se concretó sobre el filo del ultimátum chavista y estuvo a punto de fracasar por una nueva andanada de metidas de pata del Presidente, cuenta Clarín en una interesante nota. Esta es, claro, la parte de la comedia de enredos.
Muchas veces criticada por el autor de estas líneas, hay que reconocerle a Mondino que debe lidiar, más allá de su falta de experiencia, con el boicot permanente de Milei a cualquier conato de política exterior serio. Casi desde el primer momento, la economista cordobesa se encomendó a remendar lo que rompe el jefe de Estado, en especial en la relación con el vecino. "Nos dedicamos a hacer control de daños", se dice, con cierta ironía, en su entorno.
En el caso que se trata, Mondino contó con el apoyo de los vínculos que supo aceitar en Brasil, en especial el que mantiene con su homólogo Mauro Vieira. Sin embargo, una insólita noche y madrugada tuitera de Javier Milei casi arroja todo por la borda cuando todavía el reloj de Maduro corría y había compatriotas y refugiados gravemente comprometidos.
El asunto no es menor: si bien las sedes diplomáticas cuentan con las salvaguardas de intangibilidad previstas por la Convención de Viena de 1961, puede ocurrir que algún gobierno decida ignorarlas. Esto no es un ejercicio hipotético: es exactamente lo que hizo hace cuatro meses el Gobierno de Ecuador –uno de los ahora indignados por los abusos en Venezuela– cuando mandó a su policía a violar la embajada mexicana en Quito para arrastrar y detener al exvicepresidente correísta Jorge Glas.
Mientras Brasil ayudaba a evitar males como esos, Milei tuiteaba, inaugurando una tendencia llamativa a tratar todo el tiempo y a casi todo el mundo de "idiota", "estúpido", "inútil", "boluprogre", "zurdo", "kuka" y muchos otros adjetivos que habría que determinar a quién describen en verdad. La violencia volcada en su teléfono hizo –hace– a temas tan diversos como la economía nacional, la polémica por los niveles de testosterona de una boxeadora argelina –tema del que no entendió nada– o, claro, la crisis con Venezuela, entre otros.
La película se acelera.
Miércoles 31, 20:20. Mientras la negociación brasileña con el régimen de Maduro para cuidar lo que Argentina debía abandonar era un hervidero, el jefe de Estado abrió la aplicación de X. Antes y después de otros excesos, reposteó, por ejemplo, un mensaje que culpaba a Luiz Inácio Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro, a quienes presentaba como "cómplices de la dictadura" venezolana, por no haber dado los votos para que la OEA le exigiera a Caracas la publicación de las actas electorales. En su propio texto, Milei se autoelogiaba y ratificaba que todos ellos son unos comunistas…
Jueves 1 de agosto, 5:30. La madrugada debe haber sido de poco descanso porque arremetió contra Infobae por haber contado el posteo recién mencionado.
Jueves 1 de agosto, 7:19. Milei reposteó un mensaje del economista Miguel Boggiano que llamaba a cerrar la OEA por considerarla "un antro de zurdos".
Jueves 1 de agosto, 9:10. Con la crisis resuelta por otros mientras él tuiteaba, el mandatario agradeció "enormemente la disposición de Brasil a hacerse cargo de la custodia de la Embajada argentina en Venezuela".
Que alguien cuide al Presidente.
La tragedia de Milei
El gesto, con todo, no alcanzó a Lula da Silva, ese estadista y amigo de una Argentina que, más allá de la defección de sus propios gobernantes, sigue considerando un país importante.
–¿El agradecimiento del Presidente es a Lula da Silva o a Brasil? –preguntó en la conferencia de prensa de Manuel Adorni el colega Pablo Gagliano, de Radio Continental.
–No. Lo del Presidente es un agradecimiento en términos de relaciones diplomáticas y de lo que Brasil ha aportado en darnos una mano en esta compleja situación con el dictador Maduro –replicó el portavoz.
–O sea, ¿no es personal hacia Lula? –insistió el primero.
–No, claro que no –zanjó Adorni.
Milei sigue sin entender que, a veces, una abstención no es complicidad comunista con una dictadura, sino el modo de mantener canales de diálogo que sirvan para salvar vidas.
Mientras, la embajada en Caracas, su patrimonio, su documentación y los refugiados que la Argentina prometió cuidar quedan, según la "lógica" oficial, en manos de un enemigo ideológico.
La pieza cinematográfica termina como una tragedia vergonzante.