Parece osado decirlo, pero tal vez los árboles –cautivadores, pero aún así singularidades– estén tapando el bosque que habría que empezar a mirar. Uno de esos árboles es el paro general de este miércoles, que probablemente paralizará al país y, con una movilización multitudinaria, sintetizará por primera vez la unidad de lo diferente en el rechazo a las políticas de Javier Milei. Otro es la discusión agónica del proyecto oficial de ley ómnibus en la Cámara de Diputados –y todavía falta el Senado, donde el peronismo es más fuerte gracias a sus glorias pasadas–, que ha generado una fractura expuesta entre la Nación y las provincias, estas sin distinción de pertenencias políticas. Más allá del vaporoso entendimiento sobre un dictamen de mayoría pero con disidencias, que augura una sesión impredecible en el pleno y el quiebre de la bancada de la UCR, no se modifica lo esencial: el pacto nacional cruje y crujirá aún más en el futuro previsible.
Lo ocurrido este martes en las negociaciones entre el Gobierno y la oposición dialoguista, los temas tratados y, de modo destacado, la gravedad de las amenazas lanzadas por el Presidente y su vocero Manuel Adorni a los gobernadores dieron cuenta de un estado de cosas sensible.
Un ajedrez insufrible
Retenciones sí o no, de más o de menos, al complejo sojero, el sector industrial y las economías regionales; reparto de la coparticipación con la Ciudad de Buenos Aires; cajas jubilatorias provinciales; preservación de fondos fiduciarios; aplicación del blanqueo a rentas generales y no a sanear el Banco Central… Esos han sido los puntos principales de la discordia entre la Nación y los distritos, cuya resolución en algunos casos está por verse. Lo que viene es un país de estrecheces, en el que los roces jurisdiccionales por plata serán cada vez más ásperos.
Uno de los problemas de Milei es su necesidad de jugar partidas de ajedrez simultáneas. Esto hace que un hombre que no tiene un buen manejo de la frustración se haya irritado por el hecho de que cada vez que el entendimiento estaba cerca, alguien le corría el arco. Ese alguien puede ser un sector afectado por el Chevalier legislativo –y hay muchos–, partidos particulares en el "opoficialismo", un conjunto de gobernadores –los de provincias petroleras, pesqueras, sojeras, agroindustriales…– o todos ellos. Negociar así es un infierno.
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Sin embargo, el jefe de Estado debería entender que esa molestia es hija de la debilidad parlamentaria congénita de su gobierno, así como de una estrategia –que nadie le impuso– de condensar su plan de reformas de primera generación en un único mamotreto inabordable. Calavera no chilla.
Del dicho…
Ante eso, Milei expresó su frustración en forma de amenazas.
Lo hizo primero a título personal, en la reunión de gabinete. "Si no se aprueba la ley ómnibus, el ajuste va a ser peor para todos, sobre todo para las provincias", mandó filtrar.
Su voz oficial, la de Adorni, fue todavía más al hueso. "En caso de que no se apruebe la ley, el déficit cero no se negocia. Vamos a revisar cada una de las partidas que se destinan a las provincias, sin ningún tipo de contemplación", matoneó sin vocación de disimular el apriete.
"El ajuste de las cuentas públicas va a incluir el análisis de todas y cada una de las partidas que el gobierno nacional transfiere a las provincias, en todos los conceptos que se pueda ocurrir", insistió por si quedaba alguna duda.
El video de la amenaza impacta, y no deja de llamar la atención que una parte decisiva del sistema político se deje llevar de la nariz con modos tan malos y en público.
… al hecho
Más allá de las palabras hubo hechos.
La reimposición del impuesto a las Ganancias –en lo sucesivo, a los Ingresos Personales para evitar polémicas sobre si el salario es o no tal cosa– a los trabajadores mejor remunerados flotó en el aire hasta que el entendimiento estuvo cerca.
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Mientras arreciaban las disputas en el estribo, el propio Adorni acrecentó la torsión y anunció la decisión del Banco Central de terminar con la posibilidad de que los gobernadores financien sus administraciones con créditos de entidades provinciales, algo que en la época de vacas famélicas que se avecina podría equivaler a un cepo para el pago de salarios.
Eso es casi una invitación a que los distritos presupuestariamente más comprometidos sigan la senda de La Rioja y avancen con cuasimonedas, uno de los caminos, según ha señalado este medio, a través de los que se abre paso la peligrosa licuación del poder central, que se basa, en gran medida, en el monopolio monetario.
Un proyecto disolvente
Letra P publicó una semana antes la asunción de Milei una nota que calificaba el ciclo en ciernes como un Proceso de Desorganización Nacional. Disolución del Estado en el mercado, del peso en el dólar, del sistema republicano en los DNU y la amenaza del plebiscito permanente, de la pretensión de estabilidad en una ingobernabilidad autoinfligida, y de la propia idea de sociedad en la entelequia del individuo, señalaba.
No hay porqué escandalizarse: bien puede ocurrir que el rol histórico de la experiencia de ultraderecha sea de demolición de lo dado más que de construcción. El tiempo dirá si eso le sirve a alguien.
Podría agregarse a lo dicho: disolución del pacto fundante de la nacionalidad y recreación del viejo –y en verdad nunca resuelto– conflicto entre poder central y estados provinciales.
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Reunión de gobernadores con Javier Milei.
El espectáculo a cielo abierto del ajuste impiadoso, en el que la Nación echa mano a una vuelta de tuerca sobre las retenciones –sin que Milei cumpla su promesa de cortarse un brazo– reedita el choque histórico por el control de la Aduana, explicativo de la disgregación posterior a independencia y del modo en que el país se dio a sí mismo una organización a partir de 1853.
En ese sentido, es llamativo que el Presidente evoque todo el tiempo, incluso malversando la memoria histórica, el proyecto alberdiano y la Constitución del 53, como si las reformas sucesivas no hubiesen existido, como si el proceso peronista de 1949 no hubiese dejado en 1957 el 14 bis y como si el edificio jurídico actual, el de 1994, no hubiese aportado, entre otros elementos valiosos, la adhesión a convenciones internacionales de derechos humanos y otros temas nodales.
No, Milei vuelve al 53, el primer momento de la organización nacional, cuando las relaciones entre Estado nacional y estados provinciales aún era inestable, al punto que Buenos Aires se mantenía fuera del pacto fundacional, cosa que solo se revertiría en 1860. En un punto eso no es llamativo porque más allá de sus proclamas libertarias y hasta anarcocapitalistas, el Presidente está haciendo un uso agresivo del poder del Estado, incluso cuando sea uno destinado a la disolución –uf, otra vez– de su propia autoridad en el largo plazo.
- Estas líneas no postulan que corra peligro la unidad nacional como tal, pero sí la posibilidad de que la relación Estado-provincias se sume con fuerza a las grietas políticas en un contexto de escasez, dificultando la regeneración de una épica nacional sin la cual será imposible salir, alguna vez, de las zozobras del presente.
Como remate de este tramo vale una humorada. Dada la perforación de la división de poderes; el abuso inconstitucional del DNU 70/2023; las facultades delegadas por el proyecto ómnibus en una amplísima gama de temas; el autoritarismo de los protocolos antipiquetes, la definición de autorización de toda reunión de más de 30 personas y hasta las directrices para que periodistas de Diputados TV no molesten a los legisladores con entrevistas que incluyan repreguntas, ¿no cabría dejar de hablar de República Argentina y comenzar a hacerlo de Confederación Argentina?
Más allá de que la organización del Estado no sea realmente confederal sino federal, por no admitir el derecho de secesión de las provincias que lo constituyen, la coyuntura invita a pensar en esa posibilidad. Si hasta la Constitución lo permite…
El día uno de la queja
Más allá del toma y daca del proyecto ómnibus, el otro gran árbol de la coyuntura es el paro general de 12 horas con movilización previsto para este miércoles.
La polémica por el carácter tempranero de su convocatoria –a un mes y medio de gobierno– está instalada, así como las causas que motivaron la ofensiva de la CGT: el decretazo que toca, a la vez, cajas –aportes de los trabajadores a las organizaciones y competencia entre obras sociales y prepagas– y derechos –indemnizaciones, prolongación del período de prueba, limitación del derecho constitucional de huelga–. Todo sobre un colchón de finas hierbas y pulverización planificada de los salarios, claro.
El paro –que suma a las CTA– será fuerte, así como la manifestación a la que aportarán los movimientos sociales y los aparatos políticos del peronismo y la izquierda, la que deberá respetar los parámetros negociados con la Ciudad, más laxos que el protocolo con el que asusta Patricia Bullrich.
Las protestas atomizadas comienzan a converger y el peronismo, como tantas veces, a reorganizarse desde el sindicalismo.
Milei lo sabe. También por eso ladra.