Hay quienes encuentran antecedentes de hasta hace dos siglos en la historia de las restricciones cambiarias en el país y aparece ahí Mariano Moreno, quien como secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, impulsaba el control al acceso en el país de la moneda extranjera. Pero fue el golpista José Felix Uriburu quien impuso las primeras restricciones a las transacciones con divisas extranjeras en el país, en 1931: un control absoluto de las operaciones en dólares, en el contexto del crack del '29 y la Gran Depresión del '30.
Uriburu imponía aquellas restricciones luego de derrocar a Hipólito Irigoyen, quien había suspendido la convertibilidad y abandonado el patrón oro en diciembre de 1929. El pago de la deuda externa y la caída del precio de las exportaciones habían estrechado las reservas.
En 1935, Raúl Prebisch creó el Banco Central y el sistema de control de cambios se institucionalizó. En 1937 las exportaciones volvieron a perder valor, cayeron las reservas y el Banco Central intensificó el control de cambios, e impuso cupo para las importaciones. Era el gobierno de Agustín Justo y el ministro de Economía era Federico Pinedo. La gran guerra revirtió la balanza comercial y el ahogo de divisas.
Perón continuó con el control de cambios y la protección de las importación. La sustitución de importaciones se nutrió también del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) que centralizó el comercio exterior. En el mismo sentido fue la nacionalización del Banco Central que se quedó con la emisión de la moneda, la regulación del crédito y la fijación del tipo de cambio. A principio de la década del '50 extremó el control de importaciones y el control de cambios.
En 1958, el presidente Arturo Frondizi liberó el mercado cambiario y el sector externo. Apertura, oferta y demanda, previa devaluación y pérdida de los asalariados. Aunque existían todavía recargos a las importaciones sobre productos no esenciales, se mantuvieron, tanto el régimen de depósitos previos de importación como retenciones a la exportación de alimentos.
En 1963, Arturo Illia hizo un severo control de cambios, con un plazo de 10 días para liquidar exportaciones de cualquier tipo, prohibición de depósitos en moneda extranjera y con condicionamientos para enviar capitales al exterior y cupos de dólares para viajar a otros países.
En 1977 la dictadura cívico militar unificó los precios del dólar en un mercado único. Se eliminaron restricciones a las importaciones. Los exportadores pagaron menos retenciones y no fueron obligados a liquidar en plazos perentorios. Se abrió la cuenta capital. La plata dulce y la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz, un dólar barato, la invasión de productos importados y el "industricidio". La suba de la tasa de interés en Estados Unidos provocó el “vuelo a la calidad”, devaluación y el default Igualmente se intentaron restricciones y plazos para liquidar exportaciones. Luego de la guerra de Malvinas, el gobierno suspendió la venta de dólares. El bimonetarismo se instaló para siempre. El que apuesta al dólar gana.
El regreso a la democracia trajo la instauración paulatina de controles cambiarios. En 1987 se obligó a los importadores y a los exportadores a realizar el 50% de las operaciones en la cotización oficial del dólar y luego se suspendió la venta de divisas a precio oficial para financiar viajes. Así se estiró la brecha entre el mercado oficial y el mercado libre. La crisis desató la hiperinflación de 1989.
La convertibilidad de los ‘90 de Carlos Menem y Domingo Cavallo instauró una absoluta liberalización de capitales. Un dólar, un peso, las privatizaciones, el desempleo y desencanto final que cerró con otra crisis, en 2001, con otro presidente, Fernando De la Rúa y el mismo ministro de Economía, Cavallo. Ahí apareció el control de cambios y el “corralito” bancario.
Eduardo Duhalde instaló el "corralón" con el congelamiento de los depósitos en plazo fijos y cajas de ahorros en pesos y en dólares. En 2002, por exigencia del FMI se impusieron nuevas restricciones, un precio único y libre para la cotización del dólar y demás monedas extranjeras con control y regulación del Banco Central, flotación sucia de la cotización, control de importaciones y del giro de utilidades, aunque eso se fue relajando y las empresas pudieron enviar remesas y acceder a dólares. El presidente del Banco Central era Adolfo Prat Gay.
El triunfo del 54% que le permitió la reelección de Cristina Kirchner trajo el cepo moderno. La restricción externa surgió de la demanda de dólares que generó el crecimiento de la economía y la deficiente matriz energética. El “Programa de Consulta de Operaciones Cambiarias”, fue el primer paso para controlar quiénes podían acceder al dólar oficial. Luego se instauró que los que necesitaban importar, debían exportar. Más productos con regulaciones arancelarias para importarlas. Se prohibió el dólar para ahorro y se impuso un 15% (después 35%) extra al consumo con tarjeta en otros países.
“En mi gobierno van a sobrar los dólares”, dijo Mauricio Macri durante toda su campaña. Su ministro de Economía, Prat Gay, tardó apenas una semana para anunciar la salida del cepo ya unificar el tipo de cambio y eliminó la brecha. Llegaron los dólares pero fueron al sistema financiero. En 2018 se cortó el crédito internacional. Luego volvió el FMI. Todo terminó con la derrota en las elecciones primarias y la imposibilidad de reelegir. Macri accedió a instalar nuevamente un cepo cambiario, incluso a cerrarlo más aún antes de entregar el gobierno.
Alberto Fernández, antes de asumir, aseguró que “el cepo es como poner una piedra en una puerta giratoria: nadie sale pero nadie entra”. Fue CFK quien le reprochó el festival de importaciones y el acceso al dólar oficial por parte de las empresas para pagar con “dólar barato” sus deudas en el exterior. La sequía más importante de los últimos años generó un hueco de 20.000 millones de dólares en exportaciones, un cuarto de las ventas externas de 2022. Las reservas languidecen, las restricciones se profundizaron, el dólar ahorro limitado y con impuestos, restricciones al dólar turista y con la carga impositiva por impuesto PAÍS (30%), adelanto del 35% de Ganancias y adelanto de Bienes Personales. Las importaciones también se restringieron como nunca. El gasoducto y la reversión de la balanza exterior de combustibles es la última esperanza.