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ESPECIAL CRIPTOMONEDAS

Bitcoin, una ¿revolución? anónima y liberal

Las criptomonedas hicieron realidad el sueño ciertas tribus que fantaseaban con una moneda fuera del alcance de las manos de los Estados.

El nacimiento de Bitcoin fue un hecho no solo tecnológico sino político. El 31 de octubre de 2008, el mismo año en que Lehman Brothers declaró su quiebra, un usuario bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto publicó, en una lista de correo sobre criptografía, un mensaje donde afirmaba haber creado “un nuevo sistema de dinero electrónico que es totalmente peer-to-peer, sin terceros de confianza”.

Nakamoto compartió un documento técnico sobre esta solución, que se apoyaba esencialmente en transacciones respaldadas por una compleja operación matemática (“hasheadas”), ocultas, que se encadenan entre sí y con verificadores independientes. En enero de 2009 salió la primera versión 0.1 de la red Bitcoin. En el primer bloque de minado, junto a una estampa de tiempo que confirmaba que la tecnología no había comenzado a operar antes, había un mensaje: "The Times 03/Ene/2009 Canciller a punto de segundo rescate para los bancos". Nakatomo le había declarado la guerra al dinero Fiat y a todo el sistema financiero tradicional. Jamás se conoció a la o a las personas detrás del seudónimo, pero hoy sus soldados y sus soldadas se cuentan de a millones. La capitalización del mercado mundial de criptomonedas es, en 2022, de 1,06 billón de dólares y el valor total de mercado de Bitcoin es de 410 mil millones.

La adopción de Bitcoin como artificio comercial fue lenta: en sus primeros años la utilizaban sobre todo personas interesadas en la tecnología que estaba por detrás, casi todas seguidoras de Nakatomo. Fueron quienes, además, llevaron adelante el proyecto tras la desaparición de la enigmática figura del creador: el programador Hal Finney, quien recibió de Nakamoto la primera transacción de Bitcoin de la historia; Wei Dai, creador de b-money, un protocolo que se usa para intercambiar el dinero entre usuarios, y Nick Szabo, creador de Bit Gold, ambos abuelos conceptuales de Bitcoin, entre otros pioneros.

El primer salto cualitativo de Bitcoin se dio con la fundación de The Silk Road en 2011, un marketplace digital sin ninguna regulación que vendía desde productos ilegales hasta directamente otros que eran estafas. Llegó a mover casi diez millones de Bitcoin, equivalentes a más de 200 millones de dólares en ese momento. De 2013 a 2014, el precio pasó de 13,30 dólares a 770 dólares el 1 de enero de 2014, impulsado por la creciente adopción, que fue facilitada por empresas -llamadas exchanges- dedicadas a vender y gestionar Bitcoin y otras criptomonedas.

A partir de 2016, el mundo cripto logró cimentar la adopción masiva. Entonces, la Universidad de Cambridge estimó que, en 2017, había entre 2,9 y 5,8 millones de personas usuarias únicas que utilizaban algún tipo de criptodivisas. Con sus altibajos, el precio de Bitcoin no paró de subir a lo largo de su historia y, de 2013 a hoy, dio ganancias por más de un 30 mil %.

¿Por qué Bitcoin enamoró tan rápido a tanta gente? No puede señalarse una razón única, pero hay que señalar que es una tecnología realmente disruptiva. Una manera sencilla de entender el funcionamiento de Bitcoin es comprender la motivación económica y la filosofía política detrás de la lógica computacional: Bitcoin es un token, una representación digital de una serie de datos en una lista contable. Esta lista, la famosa Blockchain, lleva la cuenta de estas transacciones, pero lo diferente de Bitcoin es que estos tokens no se generan según dictamine un tercero. La emisión monetaria está controlada y limitada de antemano, porque los tokens se entregan en menor cantidad y con mayor esfuerzo computacional a medida que se van generando en la red.

Por eso se dice que es una moneda “deflacionaria”. Cada vez que se generan estos tokens, se deben realizar operaciones computacionales complejas para verificar que ningún actor está emitiendo de más ni “duplicando” operaciones. A quienes aportan este poder computacional, que tiene un costo alto en equipamiento y energía eléctrica, se les llama “mineros” y su pago por cerrar un bloque de transacciones y validarlo es este token Bitcoin. La validación es tan compleja, que ninguna computadora, por sí sola, puede realizarla, lo que supone que hay millones de equipos descentralizados realizando estos cálculos.

El ritmo de emisión de Bitcoin está fijado computacionalmente: sólo se generan bloques cada diez minutos -en ciclos de 210 mil cada cuatro años- ya que, al tratar de romper este límite, el sistema aumenta la dificultad y demanda más poder de cómputo. Más: por diseño, solo se podrán generar 21 millones de Bitcoins. No habrá más. Para eso, cada cuatro años, se va recortando a la mitad la recompensa por cada bloque minado. Eso significa que el último bitcoin se minará en el año 2140.

Bitcoin es el primer caso de dinero programable bajo un esquema de emisión controlada y finita desde que se abandonó el patrón oro para el dólar estadounidense.

Bitcoin y las criptomonedas similares volvieron realidad el sueño liberal de una moneda fuera del alcance de las manos de los Estados. No es casualidad: según una encuesta de Coindesk de 2018, el 8% de las personas usuarias de cripto se consideraba anarcocapitalista, el 24% libertario, el 21% conservador y solo el 9% socialista. Esta es una de las razones que le ha dado fama y uso en economías que sufren de problemas financieros. Para quienes creen que el dinero fiduciario -el emitido por un Banco Central- es el origen de todo mal o para quienes su moneda nacional no constituye una reserva de valor, Bitcoin aparece como la solución más sensata.

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