HEBE

De ama de casa a ícono global de los derechos humanos

Verborrágica, valiente y apasionada, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo falleció a los 93 años.  Su incansable búsqueda de memoria, verdad y justicia.

Una escena de la película Argentina 1985 recoge el planteo que las defensas de los genocidas hicieron a los jueces de la Cámara Federal durante la audiencia inaugural del Juicio a las Juntas: pidieron que las Madres de Plaza de Mayo que estaban en la sala se quitaran los pañuelos blancos de sus cabezas. Hebe Pastor de Bonafini era una de ellas y se negó a hacerlo. “Si el pañuelo es un símbolo político, la gorra de los militares también lo es. No quieren al pañuelo porque es la única condena que les pesa”, contestó en resistencia, una respuesta que definió a Hebe como pocas. 37 años después, esa mujer, que dedicó gran parte de su vida a buscar incansablemente a sus hijos desaparecidos por la última dictadura cívico-militar, falleció a los 93 años en el Hospital Italiano de La Plata

 

Verborrágica, valiente, polémica, profundamente apasionada, sin medias tintas. Así la describen quienes la conocieron a lo largo de su historia militante. “Enfrentó a todos los que generaron injusticias, muerte y represión y nos dejó para siempre la enseñanza de no rendirnos y de cumplir los sueños de aquella generación, la de sus hijos”, la recordó el abogado dedicado a juicios de lesa humanidad Pablo Llonto. “Siempre supo que la lucha era a todo o nada. Era de las Madres que no sabían nada de política cuando les desaparecieron a sus hijos, así que sus reclamos siempre fueron a todo o nada, sin medias tintas, a cara de perro”, completó Carlos Rodríguez, periodista que colaboró con el Diario de las Madres, que editó la Asociación que dirigió Bonafini desde 1984. Ante la falta de herramientas políticas, Hebe puso el cuerpo. Nunca más lo quitó.  

 

Nació en 1928 en Ensenada, provincia de Buenos Aires. Antes de cumplir 15 años, ya estaba casada con Humberto Bonafini, con quien tuvo tres hijos: Jorge Omar, Raúl Alfredo y María Alejandra. Tenía 48 cuando la dictadura cívico militar eclesiástica la transformó de ama de casa a ícono de la lucha por los derechos humanos. En febrero de 1977 fue secuestrado Jorge, su hijo mayor, que era docente de Matemáticas y estudiaba en Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata. Meses después caería su esposa, María Elena Bugnone. En diciembre de 1977 fue secuestrado Raúl, trabajador de  YPF y estudiante de Ciencias Naturales de La Plata. Tenía 24 años. Los dos hijos de Hebe militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista y permanecen desaparecidos.   

 

“Adentro del cuerpo se hace un pozo oscuro, negro, que nunca se llena, que se mantiene así”. Con esas palabras describió lo que le generó, entonces y para siempre, la desaparición de sus hijos. Junto a su marido recorrió comisarías, destacamentos, cuarteles, iglesias e instituciones de la dictadura. En ese periplo conoció a Azucena Villaflor de Vincenti y, por propuesta de ella, asistió a aquella reunión fundacional en la Plaza de Mayo en la que ellas y otras diez madres de hijos secuestrados e hijas secuestradas parieron la agrupación de pañuelos blancos, a fines de abril de 1977. 

 

Hebe participó de cada “ronda de los jueves”, como se conoce a la caminata en torno de la Pirámide de Mayo que caracterizó las reuniones semanales de las Madres de Plaza de Mayo en pleno terrorismo de Estado y continúa hasta hoy. Su última participación fue en la ronda 2320, a fines de septiembre, donde expresó su solidaridad con el alumnado de colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires que, por ese entonces, mantenía tomas en diferentes escuelas. 

 

Desde que se reunieron en un colectivo, las presentaciones de habeas corpus, los reclamos, las averiguaciones, las manifestaciones de las Madres en busca de sus hijos e hijas dejaron de ser individuales para convertirse en colectivas. "Socializar la maternidad es una lucha de amor", repetía como mantra y, en más de una oportunidad, señalaba: “El hijo no es de uno, es del mundo”. “Para mí, la maternidad es un don preciado y agradezco haber tenido tres maravillosos hijos. Luego, parimos 30 mil y después, millones: somos Madres de todo el que lucha por el otro”, escribió para la compilación No nos han vencido (Marea, 2021), que reunió textos sobre los 45 años del golpe de Estado de 1976.  

 

Fue presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo desde 1979, cuando el organismo aún era uno solo, y lo siguió siendo una vez que se bifurcó y nació la Línea Fundadora, en la segunda mitad de la década de los 80. En 1981, inauguró, junto a Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y las Abuelas de Plaza de Mayo, las Marchas de la Resistencia: un día entero de rondas ininterrumpidas en la Plaza de Mayo. Ese 9 de diciembre, fue un salto a la participación popular en medio de la represión clandestina, del horror y la muerte. Sumó la participación de estudiantes, trabajadores y sectores de la cultura. La Asociación dirigida por Hebe de Bonafini decidió dejar de realizar esa movilización en 2006, cuando el inicio de los juicios de lesa humanidad confirmó el fin de la impunidad para los genocidas responsables de los crímenes de la última dictadura. 

 

El abrazo de Hebe de Bonafini con Diego Maradona

Las Madres no fueron solo reconocidas en Argentina y la región, sino a lo largo y ancho del mundo. “Hebe decía que había que salir (al mundo) para que la lucha se conociera en todos lados”, contó una fuente que colaboró con la Asociación durante años. El primer viaje de las Madres de Plaza de Mayo fue a Estados Unidos e Italia, inmediatamente después del Mundial de 1978. El objetivo era, siempre, denunciar las desapariciones y construir vínculos de solidaridad. Con los años fueron muchos los viajes. Hebe fue la que, en líneas generales, más viajó. 

 

El retorno de la democracia, la puesta en marcha de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y el Juicio a las Juntas encontraron en ellas desconfianza. Rechazaban que solo juzgaran a las cúpulas de las tres fuerzas que conformaron las cuatro juntas de gobierno, pero también olían la impunidad agazapada a la vuelta de la esquina. 

 

Hebe de Bonafini, Hugo Chávez y Fidel Castro

La imposición de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y luego los indultos les dieron la razón. Sin embargo, las Madres no cesaron en su lucha por  juicio y castigo a los culpables de los secuestros, las torturas y la desaparición de 30 mil personas. Durante la década de la impunidad, fueron a declarar a España y sumaron a esa bandera otras en pos de cada reclamo realizado desde sectores populares del país y la región. Hebe de Bonafini puso el cuerpo en cada lucha. ¿Cómo olvidar cuando, en diciembre de 2001, le hizo frente a los caballos de la Policía Montada con los que Fernando De La Rua reprimió a manifestantes en Plaza de Mayo?  

 

Enfrentó a cada presidente desde el regreso de la democracia hasta la llegada de Néstor Kirchner, quien la sorprendió desde sus primeros días en el sillón de Rivadavia. "Me la pasé diciendo que Menem, Duhalde y Kirchner eran la misma mierda y después tuve que ir a decirle ‘Señor presidente, me equivoqué’”, declaró a los medios en abril de 2004. Siempre crítica de Estados Unidos, siempre cercana a Fidel Castro, Hugo Chávez, Inácio Lula Da Silva y el resto de los referentes políticos que formaron la “Patria Grande”. Con su personalidad avasallante y frontal, se hizo eco de injusticias sobre todo durante la gestión de Mauricio Macri.   

 

“Hace un tiempo que las Madres decimos que no somos un organismo de derechos humanos, sino una organización política que defiende la vida del otro, por encima de todo, como nos enseñaron nuestros hijos”, escribió, como si estuviera explicando todo aquello.

 

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