Luego de idas y vueltas, el gobierno chavista de Nicolás Maduro y los sectores de la oposición que responden al autoproclamado presidente Juan Guaidó y al excandidato presidencial y exgobernador Henrique Capriles mantuvieron la primera ronda de un diálogo destinado a alcanzar una solución negociada y pacífica a la crisis de Venezuela. A pesar de que el temor a un repentino colapso siempre estará presente, los primeros gestos desde ambos lados generan un leve optimismo de que sería posible llegar a destino. El camino será largo, pero ya empezó y tendrá el próximo 3 de septiembre un nuevo encuentro, parada importante hacia las elecciones regionales de noviembre.
En el Museo de Antropología de la Ciudad de México se firmó un memorándum de entendimiento que cuenta con siete puntos rectores de las negociaciones: “derechos políticos para todos; garantías electorales para todos y cronograma electoral para elecciones observables; levantamiento de sanciones y restauración de derecho a activos; respeto al Estado constitucional de derecho; convivencia política y social, renuncia a la violencia y reparación de las víctimas de la violencia; protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano; garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado”. Las firmas estuvieron a cargo, por parte del “Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela”, del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, y, en representación de la “Plataforma Unitaria de Venezuela”, el líder opositor Gerardo Blyde Pérez.
Hasta el momento, todas las partes evaluaron positivamente las jornadas. “Arrancaron con buen pie”, dijo Maduro al anunciar que el acuerdo, si se concretara, sería enviado al Poder Legislativo para recibir rango legal. “Comienza un proceso que debe obligarnos a buscar acuerdos en todos los temas que vamos a tratar”, manifestó Blyde y Capriles aseguró que respalda “cualquier proceso de negociación que busque recuperar la normalidad, la democracia y la reinstitucionalización del país”. De todas maneras, una serie de dudas a raíz de lo ya firmado generan cuestionamientos de cara al futuro.
En una crisis de larga data que cuenta con importantes dosis de vehemencia, todos los detalles serán importantes. El primero de ellos es que el chavismo firmó como “Gobierno de la República” y la oposición como “Plataforma Unitaria”. ¿Acaso Guaidó ya no se presenta como presidente encargado? ¿El oficialismo logró ganar la primera disputa discursiva? Estas diferencias pueden enmarcarse en que cada sector “ha tenido que ceder”, como dijo el propio Blyde. Una mano rasca a la otra, dicen, por lo cual la liberación el domingo por la noche del opositor y expresidente de la Asamblea Nacional Freddy Guevara, detenido desde el pasado 12 de julio, es entendida como la contraprestación del chavismo.
Además, las partes manifestaron estar dispuestas a “acordar las condiciones necesarias para que se lleven a cabo los procesos electorales consagrados en la Constitución”. ¿Otro punto a favor de Maduro o doble trampa? La oposición participa bajo la premisa principal de realizar comicios presidenciales libres y democráticos como método de salida de la crisis, pero, según la Constitución, las mismas deberían desarrollarse en 2024. Ya lo dijo el segundo/hombre fuerte del gobierno, Diosdado Cabello, cuando aseguró que el oficialismo no va a “capitular ni hoy ni mañana ni nunca” en ese tema porque el calendario ya está fijado. ¿La puerta está cerrada entonces a las presidenciales, pero podría abrirse una a un referéndum revocatorio? Según el artículo 72 de la Constitución, transcurrida la mitad del período, “un número no menor del 20% de los electores” puede solicitar un referéndum para acabar con un mandato electivo, algo que ocurriría, finalmente, si vota a favor del mismo un número igual o mayor a los electores que lo eligieron. La oposición ya recorrió este camino en 2016 y no prosperó ante las trabas gubernamentales. ¿Volverá a intentarlo? El camino que queda es largo.
El paso más importante hasta el momento está dado y es el propio diálogo. El inicio de las conversaciones es consecuencia directa del empantanamiento del contexto nacional y su avance ha permitido alcanzar algunos entendimientos que, aunque pequeños, eran impensados hace pocos meses. Todas las partes parecen coincidir en que el diálogo es la mejor y la única forma de resolver las crisis estructurales que sufre el país. El oficialismo, porque ha aprendido que no podrá desprenderse de la oposición ni como representación ni como factor político nacional y que deberá convivir con ella; esta última, porque no ha podido hacer valer ninguna de sus herramientas para llegar al poder, ni las legales ni las ilegales. Asimismo, la comunidad internacional ha tomado nota de la capacidad de resiliencia del gobierno chavista para permanecer en el Palacio de Miraflores a pesar de las sanciones económicas y porque, una vez que salieron del escenario las bravuconadas del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, logró sentar las bases de una guía pacífica. Finalmente, la población está agotada de la crisis y la violencia. Según la última encuesta de Datincorp, el 50,6% está de acuerdo con las negociaciones, contra el 39,6% que no. En la crisis venezolana, las coincidencias políticas no ocurren muchas veces y cuando pasan, no se deben desaprovechar.
Tras este encuentro, Maduro buscó aprovechar los primeros acuerdos y anunció que va a plantear “la apertura del diálogo directo” con Estados Unidos para “atender todos los asuntos bilaterales”. La Casa Blanca no respondió, pero ya avisó que está dispuesta a revisar las sanciones que ha impuesto si se registran “avances significativos” en México. Para llegar a buen puerto, las dirigencias nacional e internacional también deberán aprovechar el primer envión y avanzar desde el 3 de septiembre con pies de plomo sobre el las limitaciones al flujo de petróleo. Las elecciones de noviembre y una posible salida de la crisis esperan.