Los desafíos del proceso electoral

Frente a la apertura de un periodo electoral complicado por la pandemia, la pobreza y la deuda externa, los dirigentes de los distintos sectores de la sociedad tenemos la responsabilidad de marcar un rumbo que genere el mayor nivel de certeza posible a nuestra gente.

 

Preocupado por la realidad y a sabiendas de las necesidades perentorias que hoy nos afligen, entiendo que es necesario dar un enfoque diferenciado a nuestro pensamiento de corto plazo y buscar la síntesis de las necesidades de una sociedad cansada, sofocada y empobrecida, que merece recuperar sus esperanzas de futuro. A esa sociedad tenemos la obligación de mostrarle una salida digna y posible.

 

Si no sabemos a qué puerto queremos llegar, no hay viento que nos sirva. En base a esta vieja frase, determinemos en unidad de criterios, de razonamientos, de modelo nacional inclusivo, cuál debería ser el rumbo, a dónde queremos llegar, con quiénes vamos a navegar, en cuanto tiempo haremos la travesía y cuáles son las necesidades y el costo de este paso.

 

No hay duda que queremos un barco en el que quepan los 45 millones de argentinos y argentinas. Que el trabajo de nuestra gente sea dignificante y sirva para tener una calidad de vida decorosa y no a la inversa, o sea vivir para trabajar. Para cumplir con este requisito es necesario crear puestos de trabajo a razón de un millón por año como mínimo y esto no se consigue sin el compromiso de las pymes, sector que es el mayor impulsor de mano de obra.

 

Las pymes vivimos fundamentalmente del mercado interno y es la demanda la que lo impulsa y determina su crecimiento que a la vez hace que las empresas se expandan para satisfacer esa necesidad. Este círculo virtuoso tiene un punto de arranque. Es necesario el primer impulso de capital puesto en el bolsillo de la mayor parte de la población para romper la inercia y poner en marcha la rueda del progreso.

 

Ese impulso necesario del que hablo, lo debe dar el Estado. De alguna manera lo está intentando con líneas de crédito subsidiadas, con otras a fondo perdido, con líneas a tasa cero, con bonos para los jubilados y para las AUH, con el “Ahora 12 o el 18”. Todo apunta a monetizar la plaza, pero acá tenemos que poner especial cuidado, ya que hay sectores concentrados, monopólicos u oligopólicos que en función de ese caudal monetario, de inmediato levantan los precios de los alimentos o de los medicamentos, abortando de esta manera la posibilidad cierta de poner en marcha nuestra alicaída economía.

 

¿Es imposible transformar esta cruda realidad? No, solo hay que tener la firmeza para tomar medidas estrictas de control del comercio, hacer que entre en vigencia la “Ley anti-monopólica” y establecer para esta etapa en los rubros críticos, una rentabilidad razonable que no pueda ser sobrepasada. En pocas palabras, es imprescindible la mano firme de un Estado presente balanceando el reparto de la torta entre el capital y el trabajo.

 

Pero debo insistir en que la sociedad en su conjunto debe terminar de definir el modelo de país que queremos para nuestros hijos y para nuestros nietos. Hoy hay dos alternativas: un modelo agro exportador, primarizado, como el que aplica Australia o Nueva Zelanda, o un modelo hibrido, donde los agro-exportadores cumplen un papel sumamente importante, pero también industrializado. Dándole valor agregado a nuestros productos básicos, avanzando en nuestros desarrollos industriales, como la industria satelital o la atómica, sin descartar las industrias para la atención del mercado interno como: metal-mecánica, textil, plástico, madera, aluminio, construcción, etc.

 

Los empresarios pymes, tantos industriales, comerciantes, de servicios, economías regionales, pequeños chacareros, granjas avícolas, nos inclinamos sin duda alguna por este último. Proyecto que da cabida no solo a nuestra población actual, sino a los hijos que de nuestros hijos vengan. Un país promisorio con futuro cierto y cercano. Pero para que esto se cumpla, tenemos que salir a exigirlo y no dejar que los grandes intereses foráneos manejen nuestro destino. Tenemos que elegir dirigentes políticos que apuesten al país que queremos y no sátrapas vendidos al oro del imperio.

 

Si el 80% del país decide poner toda la energía en esta dirección la cosa empezará a clarificarse. Podremos convencer a los empresarios que hagan el máximo esfuerzo para y por el país, podremos pedirle a los sindicatos y sus trabajadores que se comprometan a impulsar un proyecto de producción y trabajo genuino, con la convicción que el fruto de su trabajo serán recompensados, no solo económicamente, sino en provisión de salud, educación, vivienda y esparcimiento.

 

Tenemos claro que esto no es milagroso, que no se construye un país destruido hasta sus cimientos solo con buenas intenciones y que, como expresé anteriormente, nos dejaron minas a punto de explotar dispersas por todos los rincones de la Patria. Pero si no aceptamos la realidad es imposible empezar a modificarla. La realidad es que tenemos un país riquísimo, que debería darnos las condiciones necesarias y suficientes de calidad de vida. Tenemos alimentos, energía, minerales, agua potable, la pampa más fértil del mundo, vías navegables, una sociedad con capacidades importantes y con aprendizaje fluido, no nos podemos dar por vencidos y menos pensar que este país es una porquería.

 

Nos va a faltar capital, es cierto. Los organismos internacionales no nos van a tirar ni una moneda, por el contrario nos bajan la calificación/país para tenernos agarrados y determinar ellos cual quieren que sea nuestras políticas internas. Las pymes debemos y podemos cumplir un rol preponderante ya que cada una de nosotros tiene raíces en su territorio, su familia es parte de la empresa, sus trabajadores son parte de esa familia. Hay un vínculo indestructible con su entorno, con su pueblo, ciudad, país. Hoy el destino nos puso en la coyuntura de tener que levantar el país con nuestras manos, con la fuerza de nuestra gente y no nos podemos hacer los distraídos.

 

Mostremos con nuestro ejemplo cotidiano que es posible generar trabajo, inversión, nuevas tecnologías que nos permitan ser competitivos, ampliar nuestra capacidad productiva. Esto se está haciendo, pero la mayoría de la sociedad lo desconoce. Debemos hacérselo saber ya que por debajo de los grandes titulares de los diarios, de los canales de televisión que muestran cómo se están yendo con-nacionales a otros países, las pymes estamos construyendo un nuevo país para todos y todas.
 

 

La hidrovía de Javier Milei
El gobernador de La Pampa, Sergio Ziliotto, este viernes 13, lapicera en mano junto al ministro de Economía nacional Toto Caputo.

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