MEDIOS

Eva rompe el techo de cristal

Eva Cabrera es la primera mujer que presidirá la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina ( ARGRA). Reclama "más igualdad" y "más editoras".

Eva Cabrera empezó a hacer fotos a los 14 años. Se formó en la Universidad Nacional de La Plata, donde actualmente trabaja, además de ser reportera gráfica en la agencia Télam. En casi 80 años de vida de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), es la primera candidata mujer que ha encabezado una lista de aspirantes a conducir la organización. El mes que viene, asumirá su presidencia. En esta entrevista se mezclan vivencias personales y colectivas, reflexiones sobre la profesión, la producción fotográfica como construcción de sentidos, el trabajo en las redacciones y el rol que juegan los feminismos en un ámbito históricamente masculinizado.

 

-¿Qué reflexión hace del impacto que genera esta noticia?

 

-A nivel afectivo fue una avalancha de amor y reconocimiento que no me esperaba. A nivel periodístico, creo que la noticia impacta porque a las mujeres nos cuesta mucho llegar. Además, tiene que ver con el hecho de que en ARGRA las mujeres y las identidades lesbianas, no binarias, bisexual y gay somos minoría. Las redacciones están mayoritariamente compuestas por varones.

 

-¿Cómo fue su acercamiento a la fotografía?

 

-Hago fotos desde los 14 años. Empecé con una Kodak fiesta que me prestó una amiga de mi vieja. Después me compré mi propia cámara réflex. Al fotoperiodismo llego casi de casualidad. Una amiga me sugirió que me presentara a un diario que estaba por abrir. No tenía un mango y armé una presentación con lo que tenía. Quedé y resulta que nos dan laburo en el mismo lugar a mí y a una amiga del secundario. Me acuerdo que con ella nos juntábamos los domingos a estudiar fútbol en su casa. Comíamos y mirábamos Fútbol de Primera, porque, antes de que te mandaran al banco, las mujeres, que éramos minoría, teníamos que demostrar que sabíamos el doble.

 

-¿Cómo llegó a ARGRA?

 

Estuve mucho tiempo fuera de ARGRA porque, en el diario donde trabajaba por entonces, les renovaban la credencial solo a los varones, con lo cual me declaré en rebeldía: no me iba a pagar la credencial si a los demás se la pagaban. En un momento, un compañero de La Plata propone que trajéramos la muestra de la Asociación y empecé a participar. Después me convocaron para conformar una lista y me puse a disposición: fui secretaria tres años y acá estoy, siendo vicepresidenta.

 

-¿Cómo entiende el rol de ARGRA?

 

-Somos una asociación profesional que asiste y gestiona para compañeras y compañeros de todo el país. Se creó en 1942 con el apoyo de Perón para facilitar la tarea de los fotógrafos. En agradecimiento, él recibe la credencial de socio número uno y Evita la de socia número dos. Ese reconocimiento nos posibilitó tener una credencial nacional para trabajar, nos da pertenencia y, además, sirve para entrar a las canchas de fútbol. Ser socio también permite capacitarte en nuestra escuela y participar en la muestra, que es donde más visibilidad tenemos.

 

Cabrera y su foto de Dilma Rousseff colocándose el pañuelo de las Madres entregado por Hebe de Bonafini.

-¿Cómo dialoga ARGRA con los aspectos profesionales y los gremiales?

 

-La muestra es lo más visible, es donde se expresa el resumen de las cosas más destacadas del año. En parte su valor reside en la construcción de la memoria colectiva. Como profesionales, somos constructores de sentido. Pero, más allá de nuestra especificidad, somos trabajadores de prensa. Si no nos reconocemos como tales, estamos perdidos. Nuestro reclamo es por más igualdad en los medios, fundamentalmente que haya más editoras. También está lo salarial y este contexto. Con (la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa) Fatpren hicimos un pedido conjunto para que nos sumen al plan de vacunación como esenciales.

 

-¿Cómo opera la relación entre lo político y la particularidad de esta profesión que  comunica y, a la vez, construye sentido?

 

En 2017 fue la represión contra la prensa. Veníamos de tener más de 30 compañeros y compañeras baleadas durante el tratamiento de la ley previsional. De hecho, hubo camarazos, que es nuestra forma de expresar y repudiar algunos hechos o decir que no tiren para la prensa. La historia de los camarazos surge durante una represión en 1982 en la que fotógrafos, fotógrafas, reporteros y reporteras deciden pararse en Plaza de Mayo, poner sus equipos en el piso y levantar sus cámaras en repudio diciendo “se va a acabar esa manera de golpear”. Esa manera de levantar la cámara para manifestar se retoma con el asesinato de José Luis Cabezas. Después, se repite durante el conflicto en Télam.

 

-¿Cómo se relaciona el trabajo con sus compañeras y los objetivos de ARGRA?

 

-Las miradas son múltiples. Antes de conformar la comisión de género, a mediados de 2019, de manera incipiente, empezamos a reflexionar sobre nuestra producción porque somos comunicadores y producimos sentido. Hicimos charlas con la Red Par, con Mujeres Que No Fueron Tapa, y empezamos a pensar en algún hecho que hubiera atravesado el año. A partir del Ni una Menos y de las luchas por la aprobación de la ley IVE y el cupo trans, empiezan a aparecer miradas mucho más amplias sobre la lucha por los derechos.

 

-¿Cuál de sus obras es la que más le gusta?

 

-Se me vienen varias a la cabeza. Aprender a mirar y construir la mirada lleva la vida entera. La foto de Dilma (Rousseff) poniéndose el pañuelo de las Madres, entregado por Hebe (de Bonafini), fue algo absolutamente inesperado. También hay una serie que hice para los 20 años de la desaparición de Miguel Bru donde me propuse preguntarles a los más cercanos qué era para ellos 20 años sin Miguel. La presenté y quedó en la muestra. Un compañero llevó a Rosa, la mamá de Miguel, que no sabía con qué se iba a encontrar. Fue mucha la emoción. 

 

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