En un contexto marcado por el Covid-19 que todavía azota al mundo, el presidente Alberto Fernández le dedicó algunos minutos e importantes definiciones a la política internacional en su discurso de apertura de sesiones. Con críticas a su antecesor, Mauricio Macri, y una tercera posición peronista acompañada de una extensa agenda en política exterior, marcó diferencias y sentó las bases de su visión mundial con la mente puesta en la ansiada salida de la pandemia.
Los segmentos dedicados a la política local y la internacional estuvieron separados por una difusa línea y por momentos parecieron enlazarse en un solo tópico. Los pasajes dedicados a cada una de ellas pueden extrapolarse hacia uno y otro lado en un campo de acción que el mandatario entiende como una continuidad de acción política natural. Pandemia, economía, reestructuración de la deuda con acreedores privados y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el anhelo de una “Argentina unida” y un multilateralismo robustecido fueron los ejes de un discurso que sirvió como un balance de año propio y los augurios de un 2021 impredecible.
La reestructuración de la deuda y las negociaciones con el FMI fueron los temas más importantes y le sirvieron para marcar diferencias con Macri y pensar el mundo postpandemia. Las críticas no fueron únicamente hacia Cambiemos. El mandatario también denunció que el organismo le “adjudicó un préstamo a una Argentina en absoluto default” que fue impulsado por el expresidente estadounidense Donald Trump “para favorecer al entonces presidente en la búsqueda de su reelección”. Con críticas a quienes “siguen privilegiando la especulación financiera”, apuntó contra Macri y el FMI con un discurso peronista: “La historia da cuenta de que hemos sido nosotros los que desendeudamos a nuestra patria”.
El plano económico fue escoltado por la buscada recuperación a partir del aumento de las exportaciones y el consumo interno. “Aumentar las exportaciones es vital para obtener divisas”, aseguró y centró su plan en el viejo modelo peronista de industrialización por sustitución de importaciones. El canciller Felipe Solá aseguró que la meta es llegar a vender por 100 mil millones de dólares, pero en 2020, pandemia mediante, según el INDEC se llegó a 54.884 millones. Una meta, por ahora, lejana.
El discurso estuvo acompañado de una extensa agenda internacional versión 2021. En lo que va del año, Fernández intercambió cartas con el presidente chino, Xi Jinping; realizó videoconferencias con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron; visitó el adverso Chile del liberal Sebastián Piñera y el amigable México de Andrés Manuel López Obrador. También recibió la confirmación de la visita de su par brasilero, Jair Bolsonaro, el próximo 26 de marzo para conmemorar el nacimiento del Mercosur; anunció que el 22 de abril visitará Estados Unidos tras ser invitado a una cumbre mundial contra el cambio climático y en Cancillería se trabaja en un posible viaje a China en mayo. Como en su discurso, el objetivo de la agenda es el mismo: negociaciones con los líderes del mundo sin inclinarse por ningún favoritismo en base a la tercera posición para alcanzar una salida conjunta de la crisis.
“Dejamos atrás la política de sumisión y fotos”, aseguró el presidente en otra crítica a Macri al mismo tiempo que afirmó que su gobierno construye “relaciones serias con las grandes potencias y los grandes bloques”, entre los que mencionó a Washington, Pekín, Moscú, Medio Oriente y la Unión Europea. Este lunes, además, volvieron a ser mencionadas dos palabras importantes para el imaginario y el modelo kirchnerista que Cambiemos decidió no pronunciar: Patria Grande. “Nuestro presente y nuestro futuro es con la Patria Grande. Queremos una América Latina unida”, afirmó.
Esta vez en el Congreso no se mencionó a Venezuela, como solía hacer el exmandatario PRO. Fernández aprovechó y manifestó que “en el plano internacional los derechos humanos volvieron a ser política de Estado”, pero en vez de hablar de Caracas optó por el golpe de Estado de 2019 en Bolivia: “Estamos orgullosos de nuestra política fraterna hacia Bolivia. Hoy vemos con mucha alegría que recuperó su vida democrática”. La decisión de brindarle asilo al expresidente Evo Morales y otros dirigentes es uno de sus logros internacionales más importantes que le generó una nominación al Premio Nobel de la Paz por parte de senadores bolivianos.
El otro país que mencionó directamente fue México, su gran aliado regional que visitó recientemente. Destacó la producción conjunta de la vacuna de AstraZeneca/Oxford y el impulso dado a la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), un organismo olvidado por Macri, que será “el marco para la distribución de vacunas a precio accesible”. Multilateralismo mundial y unidad regional con tintes peronistas como modelo de inserción en el mundo.
Las vacunas, de la mano del escándalo de las Sputnik VIP, tampoco escapó al discurso. El reconocimiento de errores propios estuvo acompañado de su visión mundial de uno de los desafíos más importantes para el planeta de las últimas décadas. Criticó la realidad global donde “el 10% de los países acapara el 90% de las vacunas existentes” y aseguró que “un mundo con vacunas para pocos será un mundo más injusto y violento”. En este escenario puede arrogarse unos puntos a favor: fue uno de los pocos mandatarios en apostar por el instituto Gamaleya de Rusia, Argentina fue uno de los primeros países de la región en comenzar a vacunar, ya recibió casi cuatro millones de dosis desde Moscú, China y la India y se presenta como intermediario de países más chicos, como Bolivia y Ecuador, que tienen dificultades para conseguir dosis. “Nadie se salva solo”, repitió.
“De esta pandemia debe nacer un mundo mejor”, aseguró Alberto Fernández en su segunda apertura de sesiones. Es un anhelo grande y ambicioso que demandará esfuerzo y trabajo porque el tiempo corre.