El expresidente de Ecuador Rafael Correa y su delfín político en las elecciones presidenciales de este domingo, Andrés Arauz, lograron su primer objetivo: ganar la primera vuelta y mantenerse como la primera minoría nacional. Para el segundo, vencer electoralmente sin necesidad de ir a un ballotage, no les alcanzó. Al cierre de esta nota, con el 97,85% de los votos escrutados, la alianza Unión por la Esperanza (UNES) alcanzaba el primer puesto con el 32,16% de los votos. El segundo lugar y el ingreso al ballotage era disputado entre el líder indígena Yaku Pérez, que cosechaba 19,86%, y el banquero y candidato de la derecha Guillermo Lasso, que llegaba al 19,59%. La algarabía correísta de los primeros momentos luego del cierre de las urnas dio paso a la mesura y a la calma a medida que la calculadora empezaba a hacer cuentas de cara al ballotage del 11 de abril.
A pesar de haber logrado su objetivo a medias, el correísmo tiene motivos para mirar con optimismo el futuro que se avecina. Luego de ocho años de gobierno de Correa, de la traición política de Lenín Moreno entre 2017 y 2021, del encarcelamiento y la persecución de varios de sus líderes más importantes, incluso el propio Correa proscripto electoralmente, y de una campaña dura, sucia y polarizada, UNES volvió a demostrar que es la primera fuerza a nivel nacional, con un electorado duro cercano al 30%. Con un escenario similar al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales en Bolivia luego del golpe de Estado de 2019, la autodenominada Revolución Ciudadana demostró capacidad de adaptación y resiliencia en un contexto político interno y externo adverso.
De todas maneras, también tiene motivos para preocuparse. El piso del correísmo es alto -un 30% no es nada despreciable en momentos de crisis y polarización-, pero puede resultar, a la vez, cercano a su propio techo electoral. El domingo se presentaron 16 candidaturas, un récord histórico nacional, y el movimiento de Correa se encolumnó detrás de la fórmula compuesta por Arauz y Carlos Rabascall, es decir, fue aglutinado en dos nombres y no cuenta con aliados claros en otros rincones de la boleta electoral. Las otras 15 fórmulas, algunas más fuertes que otras, se distanciaron y se presentaron como opositoras a Correa. Con este contexto y ante la necesidad de ganar la segunda vuelta si quiere volver al Palacio de Carondelet, deberá resolver un problema complejo: de dónde sacar votos para superar el 50% en abril.
Minutos después de conocerse los resultados, Arauz empezó a tender puentes políticos y lanzó una convocatoria a “todos los que han realizado una campaña limpia y de propuestas” para sumarse a “recuperar el futuro de los ecuatorianos con un gobierno que sí puede actuar en favor de todo el pueblo”.
Dos opciones aparecen a la vista del correísmo para aumentar el caudal de votos. Por un lado, el candidato que quedó cuarto, Xavier Hervas y su codiciado 16,01%. El empresario realizó una campaña con fuerte arraigo en la juventud, un sector nada despreciable al tener en cuenta que las personas de entre 16 y 35 años componen el 43,4% del padrón electoral, y presentó políticas cercanas al progresismo económico. “Estamos dispuestos a conversar y encontrar puntos de coincidencia”, dijo Arauz ante una pregunta de la prensa por posibles negociaciones.
Por otro lado, aparecen los votos en blanco y nulos, que en total suman un 12,53%. De la movilización de esos votos, que puede representar un alejamiento de algunos sectores hacia la política nacional por cansancio o hastío, y del posible aumento de la participación, que este domingo llegó al 81,24%, el correísmo puede conseguir aumentar sus probabilidades de una victoria en segundo término.
Mejor contra Lasso
En política los rivales no son todos iguales y, en función de sus características, el contexto a disputar. No será lo mismo para Arauz enfrentar al líder indígena Pérez que al banquero Lasso en abril. Un mano a mano con Pérez le resultará más difícil y complejo, porque el dirigente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), a pesar de no ser claramente de izquierda y de haber colaborado con Lenín Moreno, también promete cambios importantes respecto del actual gobierno.
Lasso, por su parte, aparece como la continuidad electoral no partidaria de Moreno, ya que también pregona un modelo neoliberal de achicamiento del Estado. La polarización entre continuidad neoliberal o retorno a la “época de oro” de la Revolución Ciudadana con Pérez es más difícil. Por eso, este lunes el propio Pérez denunció que Correa, Lasso y Jaime Nebot, otro dirigente de derecha aliado del banquero, están “confabulando un fraude” para impedir su llegada al ballotage.
Además, Pérez es una figura más incómoda porque, a diferencia de Lasso, no tiene el desgaste de dos candidaturas pérdidas en su espalda (2013 y 2017) y no rememora el ajuste y la crisis de los ´90, cuando el banquero fue superministro de Economía. “Lasso está más desgastado”, aseguró una fuente cercana al binomio correísta en diálogo con Letra P luego de la publicación de los resultados, al mismo tiempo que reconoció que “Pérez nos dificulta la discusión política”.
En política nada es lineal y la matemática no es exacta, pero a este combo se le suma la promesa de Lasso de apoyar a Pérez en segunda vuelta. “Me parece que es una persona muy valiosa que puede contribuir en el gobierno de la unidad”, dijo antes de las elecciones. ¿Mantendrá su promesa? Si lo hiciera, la sumatoria les permitiría arañar el 40%. Nada mal para empezar a caminar el país y lanzar la campaña.
En la búsqueda de cumplir su objetivo,m el correísmo ya dio su primer paso. Para alcanzarlo, ahora deberá jugarse el todo por el todo en abril contra el rival que determinen las urnas sin tiempo para la especulación política. Si quiere ganar, deberá superar el 50% de los votos y dar su segundo paso. El tiempo corre.