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Alba Rueda: “Romper la desigualdad de la población trans es una cuestión ideológica”

Es la primera persona trans que ocupa una subsecretaría nacional. Cree que la voluntad del Gobierno es transversalizar las políticas de género. La profundización de la brecha en la pandemia.

-¿Cómo cambiaron las prioridades en relación con la pandemia? Si en todos los casos las desigualdades se profundizan, las relacionadas con la población trans y travesti se profundizan más aún.

 

-Por un lado, es cierto que la pandemia deja en evidencia algo que estuvo siempre presente y es que las personas trans en Argentina y en sociedades tan desigualitarias e inequitativas vivieron siempre debajo de la línea de los privilegios. Muchas organizaciones sociales se ocuparon de señalarlo, de denunciarlo, históricamente: la violencia de la policía, la falta de servicios en los ámbitos de salud, la falta de acceso al empleo formal, también cuestiones vinculadas a los ingresos y a los modos de subsistencia de las personas travestis y trans. Todo eso se puso en evidencia a partir de la pandemia. Y ahí es que se ve que todo eso existe bajo una estructura de desigualdad en Argentina que hace que cuando se te cierra la esquina no tengas plata para la comida, la amenaza de desalojo, la violencia institucional por parte de la policía en la calle, la falta de acceso a los servicios de salud o que a muchas personas las encontró inmunosuprimidas o fuera de los tratamientos.

 

BIO. Primera subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación. Mujer trans militante por los derechos de las personas trans y travestis. Fue presidenta de Mujeres Trans Argentina, investigadora del Departamento de Género y Comunicaciones del Centro de la Cooperación Floreal Gorini e integrante del equipo de trabajo del Observatorio de Género en la Justicia. Llegó a Buenos Aires desde Salta con su familia en los 90. Inició una causa para que el arzobispado de su provincia rectificara su acta de bautismo y confirmación, de acuerdo a su nuevo DNI, y llegó a la Corte Suprema.

Videconferencia. Rueda, en diálogo con Letra P.

 

 

-¿Hay datos sobre cuánta población trans tiene empleo informal?

 

-Hay dos puntos ahí. Uno es que el Estado no contabiliza a las personas trans. No hay estudios formales. El primero que se hizo en Argentina fue un estudio en La Matanza que hicimos con varias organizaciones en 2011, 2012, en el marco de la Ley de Identidad de Género. Y hubo otros en los últimos años, también focalizados en alguna provincia o en algún municipio. Todos esos estudios dan cuenta de lo mismo: una profunda desigualdad. Y una de ellas es que más del 80 por ciento de la población trans encuestada está sin ningún tipo de empleo formal. Además, la mayoría de esas personas subsiste a través de la prostitución.

 

-Para pensar todas las ayudas que en este momento se están ofreciendo, se habla en términos de varones y mujeres. Hay una brecha que es muchísimo más amplia en relación a la población trans. ¿Cómo se empuja eso?

 

-Ese es un desafío institucional. No depende sólo de incluirles en el censo, sino del sistema de registros en Argentina. Y hacer un cambio tan amplio como ese es un desafío social y cultural. Nuestro plan de trabajo, antes de estar en el contexto de la pandemia, tenía justamente como uno de los objetivos dar una respuesta a los modos de registro, que es un modo de invisibilización institucional. La idea del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad nunca es que sea el resultado donde tengan que residir todas las políticas públicas de la diversidad sexual, sino al contrario: el objetivo está cumplido mientras más transversalidad y mejor articulación haya con las jurisdicciones, con los otros ministerios. Ahí hay un desafío cultural también, que no depende solo del ministerio sino de la implementación. Cambiar el sistema de registro en la Argentina va a permitir ver cuál es el recorrido de las personas trans en determinadas instituciones, pero también es cierto que es un desafío enorme porque es cambiar todo el sistema de registro de todas las instituciones.

 

 

 

-¿Cuál es la situación de la población trans en las cárceles?  

 

-En este recorrido vi cómo funciona el sistema penitenciario, pero también cómo funciona el sistema judicial en Argentina con personas travestis y trans, cómo funcionan las pruebas, cómo funcionan los peritos, el sistema médico. En el ámbito hay un enorme vacío para incorporar, que es justamente qué pasa con los médicos legistas, con el ámbito desde las disciplinas auxiliares al proceso judicial como la psiquiatría; desde qué lugar nos están viendo estos ámbitos de poder también. Entonces surge esto: compañeras que están procesadas sin condena firme durante muchos años. Es mucho más alto el índice de procesadas sin condena que en el resto de los grupos poblacionales. Y la mayoría de ellas está detenida por la Ley de Estupefacientes. Eso tiene que ver con una desigualdad profundamente vinculada a los modos de subsistencia. 

 

"Siento una convicción profunda por parte de un gobierno, no de pinkwashing, de “tengo una trava que viene a representar todo y que quede ahí pintada”. Hay una voluntad política de transversalizar las realidades travestis y trans dentro de este gobierno." 

-¿Ve como un desafío que se deje de hablar de la primera (y única) funcionaria trans en un gobierno nacional?

 

-Dos temas. Cuando llegué, inmediatamente numeroses funcionaries se pusieron a decir “quiero contratar personas travestis y trans”. Yo siento una convicción profunda por parte de un gobierno, no de pinkwashing, de “tengo una trava que viene a representar todo y que quede ahí pintada”. Hay una voluntad política de transversalizar las realidades travestis y trans dentro de este gobierno. Por eso me sumé a trabajar dentro de un espacio de la acción, de la generación de las políticas públicas. El otro gran tema es social, cultural, y es qué incidencia puede tener una trava dentro del Estado. La incidencia no depende ya solamente del lugar que ocupe o de la silla que caliente, sino de las relaciones de poder que se establezcan, las relaciones de legitimidad de esos reclamos y de que esos reclamos sean una agenda de esta comunidad. Ese es el desafío.

 

-¿Qué rol cumplen las organizaciones sociales?

 

-Son esa plataforma que permite, primero, registrar concretamente cuáles son esas agendas. Y segundo, pensar que justamente las demandas que llevan adelante, como la ley de cupo laboral de Diana Sacayán, son la representación de una lucha que tiene que ver con una compañera que peleó para que exista una ley de cupo. La visión de las organizaciones es fundamental para saber que el cupo es necesario en las personas travestis y trans, que es una acción afirmativa. 

 

 

 

-¿Cuá es su trabajo en ese sentido?

 

-Está vinculado a que la agenda articule con las organizaciones sociales travestis y trans. Hoy son fundamentales para poder lograr nuestros objetivos porque no existe un vínculo entre las travestis y el Estado. Nuestra tarea es poner la perspectiva, poner los objetivos y el trabajo de las organizaciones en clave de política pública. Después quedan otros objetivos fundamentales, como que el sistema político pueda mirar para este lado y ver que la población travesti y trans es pequeña en términos poblacionales. Romper la brecha de desigualdad de la población trans siempre fue una cuestión ideológica.

 

-No es tan difícil porque son pocas personas.

 

-En un país de 44 millones de personas, cambiar la realidad de 15, 20 mil personas trans viviendo en la extrema exclusión no es difícil. Hacen falta políticas integrales, transversalidad en los ministerios y mucha responsabilidad política. Y, ahora, con la urgencia que implica la pandemia.

 

-¿Cuáles son las prioridades de la Subsecretaría para la post pandemia?

 

-Son exactamente las mismas que con las que empezamos. Trabajo, empleo para las travestis y las trans y pensar las políticas de manera integral, en clave de diversidad. O sea, todo. El objetivo es pensar también en la reparación histórica. Yo juré por un Estado transfeminista, que es un objetivo cultural y social, un objetivo político al que no se renuncia nunca.

 

Victoria Villarruel y Javier Milei
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