“La memoria está viva, pero hay que cultivarla, hay que mantenerla, hay que ayudarla para que cada generación encuentre su propio camino hacia la memoria”, dice a Letra P el filósofo Ricardo Forster al analizar la conmemoración del Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia en el medio de la cuarentena social, preventiva y obligatoria que dispuso el Gobierno nacional para evitar la propagación del coronavirus.
Ante un escenario atípico que impide movilizaciones y homenajes públicos, el pensador indica que estamos ante una experiencia cargada de “peligro”, ante la expansión del virus, y de oportunidades “de reconstruir lazos de solidaridad y conciencia” social.
Forster, si bien destaca el trabajo de los organismos de derechos humanos y de la mayoría de los gobiernos democráticos en la construcción de una memoria colectiva, advierte que el negacionismo “siempre está al acecho” y que por eso “la memoria es un trabajo continuo” que siempre “hay que reinventar”.
-¿Qué análisis hace de este Día de la Memoria sin marchas, con campañas en las redes sociales y conmemorando a las víctimas del terrorismo de Estado en medio de una cuarentena?
-Estamos viviendo una experiencia cargada de peligro y, al mismo tiempo, de oportunidades. Peligro porque todos sabemos que una expansión del virus tiene consecuencias gravísimas. La oportunidad nace de reconstruir lazos de solidaridad, de la conciencia de cuidarnos y cuidar a los demás, de sentir que el Estado está protegiéndonos. El 24 de marzo es una fecha extraordinaria porque de una manera insólita, casi de dimensión global, miles de argentinos se reúnen para recordar un acontecimiento que tiene más de cuatro décadas. Estamos juntando dos situaciones tremendas, históricas. Uno que tiene que ver con la memoria, con la reconstrucción imaginaria de un puente de ida y vuelta que reúne el 24 de marzo del '76 con el 2020 bajo la forma de la memoria, la verdad, la justicia, de la actualización. Y hoy nos toca hacerlo desde el interior de nuestras casas, poniendo pañuelos blancos como testimonio de la memoria y al mismo tiempo atravesando nuestra propia dificultad, que es de otro orden, pero que también nos conmueve como sociedad.
-¿Cómo se reconfigura el sentido de la memoria y de la conciencia social con las generaciones más jóvenes?
“Este año no pudimos ir a Plaza de Mayo, pero siempre vemos una mezcla de ejercicio de la memoria, fuerza y alegría ante la participación. Eso es potente, original, muestra que la memoria está viva.”
-Hace 44 años que chicos de 14, 15 años, hombres y mujeres de distintas extracciones sociales, gente que lo vivenció y gente que lo escuchó por sus padres o por sus abuelos, se sienten convocados, interpelados, conmovidos y hacen del recuerdo un gesto activo, de participación, de compromiso. No es simplemente una efeméride. Este año no pudimos ir a Plaza de Mayo, pero siempre vemos una mezcla de ejercicio de la memoria, fuerza y alegría ante la participación. Eso es potente, original, muestra que la memoria está viva, pero también que hay que cultivarla, hay que mantenerla, hay que ayudarla para que cada generación encuentre su propio camino hacia la memoria. Los organismos de derechos humanos, las Madres, las Abuelas han cumplido un papel relevante en toda la historia. También hay un camino que va desde el Juicio a las Juntas durante el gobierno de (Raul) Alfonsín, a la revocación a las leyes de impunidad y los indultos en el gobierno de Néstor (Kirchner) hasta el gobierno de Cristina (Fernández), y el relanzamiento de los juicios contra los crímenes de lesa humanidad. Argentina es el único país del mundo que ha juzgado a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad en el interior de sus propios territorios. Eso tiene que ver con esta historia y con el modo en que se renueva cada generación porque los jóvenes son los que activan esta especie de acción persistente de la memoria.
-¿Es posible que este proceso de memoria se desgaste en el tiempo?
“La memoria no es algo natural. No recordamos naturalmente. Es un acto subjetivo, individual, pero cuando se vuelve colectivo adquiere una potencia única.”
-La memoria es como una sociedad, como las personas: potente y frágil al mismo tiempo, no está garantizada. Es un trabajo continuo, es un esfuerzo, es una construcción, un camino permanente de activación y revitalización. La memoria no es algo natural. No recordamos naturalmente. Es un acto subjetivo, individual, pero cuando se vuelve colectivo adquiere una potencia única. En Argentina las Madres, las Abuelas, los movimientos de derechos humanos lograron que memorias que podían ser propias de cada persona y de su propio sufrimiento se convirtiese en una memoria colectiva. Una parte importante de la sociedad argentina tomó conciencia de que el terrorismo de Estado y la dictadura nos atraviesa a todos y por lo tanto el ejercicio de la memoria es un ejercicio colectivo. Borges dice que “recordamos para olvidar y olvidamos para recordar”. Pareciera contradictorio, pero la memoria necesita tener un mecanismo de olvido porque es muy difícil vivir con una memoria permanente. Olvidar para recordar es equivalente a recordar para olvidar. Hay que trabajar sobre esas dos dimensiones. Recordamos y elegimos qué recordar. Una parte importante del pueblo argentino decidió recordar a los 30 mil desaparecidos, a aquellos que dieron sus vidas. El “nunca más” planteó una modalidad clave de la memoria que hizo de Argentina un país único y notable. Siempre tenemos que estar alertas. Lo vimos durante el gobierno anterior cuando se intentó avanzar con el 2x1, cuando avanzaron las ideas negacionistas alrededor del “no fueron 30 mil”. Así como los racismos están al acecho en todas las sociedades, también lo está el negacionismo. La memoria es un trabajo continuo que siempre tenemos que estar reinventando.