Mientras el Frente de Todos (FdT) hace pie en la Ciudad de Buenos Aires y camina a la unidad en la Legislatura porteña, el Partido Justicialista, columna vertebral del armado que llevó a Matías Lammens como candidato a jefe de Gobierno en 2019, quiere seguir los pasos del peronismo nacional y acelera su proceso de normalización para renovar autoridades. Para eso, el peronismo capitalino y La Cámpora tienden puentes con el sindicalismo bajo las premisas de preservar la unidad y olvidar viejas rencillas que llevaron a la paralización del partido.
Todos los sectores concuerdan en que es "innecesaria" una interna y que, en espejo con el PJ Nacional, redoblarán esfuerzos para garantizar la unidad de todas las tribus.
En 2019, la unificación peronista que dio nacimiento a la fórmula Alberto Fernández - Cristina Fernández puso paños fríos a la interna capitalina, sublimó viejos rencores y permitió pensar en unificar bloques. Ahora, el desafío de la unidad toma volumen y tiene más adeptos en un escenario completamente distinto: el peronismo volvió a la Casa Rosada y a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Además, el Presidente tiene un interés particular por la Ciudad de Buenos Aires.
Ese marco acelera el plazo para convocar a elecciones en el partido que preside Víctor Santa María, deseoso de avanzar con el recambio de autoridades. El camino a la unidad implica el reparto de poder. El peronismo y La Cámpora insistirán con la fórmula María Rosa Muiños- Mariano Recalde y esperan sumar al sindicalismo a la conducción del PJ Capital.
Trabajarán para borrar de un plumazo la historia reciente: en 2018, el PJ porteño estuvo al borde de la intervención, el proceso electoral quedó enmarañado en la Justicia Electoral y hasta hubo un pedido del exsecretario de Comercio Guillermo Moreno para "revisar" el padrón de afiliados. El PJ quedó envuelto en un mar de internas y el proceso naufragó.
Antes de la paralización, La Cámpora y el peronismo que lideran Santa María y Juan Manuel Olmos, actual jefe de asesores del Presidente, habían negociado lista de unidad y presidencia compartida. Para esa instancia propusieron la opción Muiños - Recalde, entonces legisladores porteños, pero no hubo quórum y terminaron conformando una Mesa de Acción Política para calmar las aguas entre peronistas, kirchneristas y sindicalistas.
El peronismo venía de una derrota electoral en 2017 en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires, con los bloques partidos en el Congreso y en la Legislatura porteña. Existía una tensión latente propia de un espacio sin jefatura clara, pero el horno no estaba para internas y el proceso quedó frizado.
En 2018, la fórmula Muiños-Recalde no prosperó por falta de consenso interno y un descontento del sector sindical del PJ Capital. Ese desacuerdo iba en paralelo con una diferenciación política: mientras el peronismo de Santa María y Olmos acercaba posiciones con La Cámpora, los gremios UPCN y UOM tendían puentes con el massismo porteño. Por ese entonces, un acuerdo de CFK, Fernández y Sergio Massa era una quimera que, meses después, fue posible gracias a la convicción de ganarle las elecciones presidenciales a Mauricio Macri.
Ese momento fue un quiebre en la relación entre la conducción del PJ porteño y su rama sindical. La tensión se mantuvo hasta los comicios de 2019 y, tras dos meses de mandato del Frente de Todos, ambos campamentos peronistas trabajan para recomponer la relación y volver a transitar un camino conjunto en la vida orgánica del peronismo de la Ciudad.
Nuevamente, el PJ enfrenta el desafío de contener a todos: el sector de Santa María, el Nuevo Espacio de Participación (NEP), La Cámpora y el sindicalismo deberán aceitar sus vínculos para concretar una lista unificada y suturar las heridas que sangran desde el cierre de listas de 2019.