Casi 90 millones de dólares invirtió Alejandro Bulgheroni para levantar una bodega monumental en el Uruguay. La exclusiva Garzón, inaugurada en el 2016, fue el escenario esteño en el que se gestó uno de los almuerzos relevantes del poder económico de la Argentina. En un mar de mítines privados en Punta del Este, el del petrolero dueño de Pan American Energy fue el más nutrido, por la convocatoria y el contenido.
El escenario que eligió Bulgheroni para reunir al poder económico.
Casi un pleno del Círculo Rojo, que discurrió allí, en tono veraniego, sobre la política argentina, el gobierno de Alberto Fernández, la figura fulgurante del gabinete económico y la necesidad de que haya señales concretas para salir de la crisis.
Mientras se servían las empanadas de carne a modo de entrada, empezaron a llegar invitados de peso, habitués de la zona: el titular de la Bolsa, Adelmo Gabbi; el abogado de la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL), Daniel Funes de Rioja; el italiano de la FIAT, Cristiano Rattazzi; el salteño José Urtubey, el cafetero Martín Cabrales, el presidente de la UIA, Miguel Acevedo; Sebastián Bagó, los Roemmers y el amigo de muchos años de muchos de los antes mencionados, el presidente electo de Uruguay, Luis Lacalle Pou. Cauto y respetuoso del inicio de una gestión, “Cuqui” junior, apodo que heredó de su padre, se excusó de opinar sobre Alberto Fernández y la marcha de la Argentina.
Guzmán, el golden boy elogiado en el Este.
La merluza negra, primer plato, se comió entre copas de malbec y chardonnay de la bodega, matizada con algunas conclusiones y dudas sobre lo que se viene de este lado del charco. Contaron a Letra P algunos de los presentes que hubo elogios para el golden boy del albertismo, el ministro de Economía, Martín Guzmán. Reconocido en sus artes y su perfil “pragmático”, genera, sin embargo, un interrogante: si podrá resolver la renegociación de la deuda. “No hay que hacer quita, la gente está a la expectativa de eso”, comentó uno de los presentes respecto a los bonistas privados. Vieron allí que, de resolverse ese frente, “la recuperación puede ser rápida”.
Larga la tertulia en Garzón, que duró hasta pasadas las 18 y el sol ya caía sobre el mar, una de las atracciones de la costa vecina. José Luis Manzano, que no dejó de participar de ningún evento en el Este, se sumó a los augurios positivos y les dijo a varios que, “si se arregla la macro, todo se pone en marcha”.
¿Lacalle se lleva la burguesía? Argentinos quieren la doble nacionalidad.
Algo parecido ocurrió días atrás en la fiesta de lujo que organizó el asesor financiero y banquero privado uruguayo Miguel Sulichin, CEO de Advance Wealth Management, en La Huella, cerrado para contener a unos 600 invitados. Se vio allí a muchos de los presentes en el almuerzo de Bulgheroni y otros CEOs, como el laboratorista Marcelo Figueiras, Luis Galli, de Newsan, y Mauricio Filiberti, el “señor cloro”, dueño de la firma Transclor, que cerró La Caracola en José Ignacio para festejar su cumpleaños en una velada que contó con los pocos macristas que quedan, Federico Salvai, que se puso una consultora y un estudio jurídico con el ex ministro bonaerense Gustavo Ferrari; Carolina Stanley y Augusto Rodríguez Larreta, hermano del alcalde porteño. “Mirá, acá hubo expectativa de gente que dijo que las acciones argentinas y los bonos van a volar... veremos”, se entusiasmó uno de los comensales de ese pomposo encuentro.
Rattazzi, uno de los invitados de Bulgheroni.
Pero, más allá de los buenos augurios, lo que inquieta al establishment son los impuestos. Los más temerosos, los que tienen nula o baja capacidad de tolerancia al peronismo, se espantaron por el “impuestazo” de Axel Kicillof y rezaron por que “Alberto (Fernández) no nos haga pagar más”.
Fue una de las comidillas en otro evento multitudinario: Giuseppe Cipriani es un italiano que logró que primero Tabaré Vázquez y luego Lacalle Pou le aceptaran instalar un megaproyecto inmobiliario y un casino en Punta del Este, en las tierras del hotel San Rafael. En la fiesta que organizó, con comida europea y un puñado nada despreciable de empresarios del viejo continente que quieren dejarla en Uruguay, se comentó sobre el curioso anticuerpo a los impuestos altos en Argentina. La rebeldía de una parte de la burguesía argentina: es una fiebre en el Este la idea de los argentinos que quieren tramitar la doble nacionalidad. “Y… pagamos menos, conviene”, se sinceró un jefe de una automotriz que pidió reserva. Un dato: los colegios privados del Uruguay, que atendían en 2019 una demanda de unos 30 o 40 chicos argentinos mudados allí, hoy ya tienen cerca de 200 por institución.