A las 11, quince minutos después de lo previsto, la caravana presidencial clavó los frenos en la entrada de la escuela Wenceslao Villafañe, en el 3.100 de la calle Juncal, a escasas 15 cuadras de Barrio Parque, donde está la mansión familiar. Antes de bajar de la camioneta, tomó la bolsa de facturas que siempre lleva para la prensa y se dirigió a la escalera de ingreso junto a la primera dama, Juliana Awada. Pero, apenas escuchó los saludos de un grupo de personas mayores que lo vitoreaban desde la esquina, Mauricio Macri sorteó a su propia custodia y se subió a la baranda para devolver el gesto.
Ante el salto imprevisto, los custodios de la Casa Militar casi entraron en pánico para protegerlo. Apenas lo vieron, algunos votantes se acercaron para tomarse una selfie. Macri percibió la tensión de sus culatas para cuidarlo y persuadirlo sin decir palabra de que se bajara, mientras su vocero Iván Pavlovsky lo sostenía por la espalda para que no se cayera. El Presidente no se resistió, disfrutó el segundo de fama, sonrió para las fotos, pegó un brinco y se bajó de la baranda. Así ingresó el líder del PRO a la escuela donde sufraga desde que vive en la Ciudad de Buenos Aires.
Adentro de la escuela lo esperaba un entorno virtualmente blindado por policías federales, gendarmes, edecanes y la seguridad presidencial, que ya tenía toda la zona controlada desde el día anterior. También unos cincuenta camarógrafos, reporteros gráficos y cronistas de la prensa nacional y extranjera que estaban apostados con una hora de anticipación para poder captar el momento en que insertara su voto en la urna. Finalmente, lo hizo a las 11.01.
Adicto a las cábalas en días de elecciones, el Presidente repitió los hábitos. Pasó la noche en la quinta “Los Abrojos”, que posee en la localidad de Polvorines, en el partido bonaerense de Malvinas Argentinas. Poco antes de desayunar con su familia, se comunicó con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, para recibir el parte habitual de novedades que le entregan sus funcionarios en cada jornada. Los fines de semana esa práctica no se repite, menos aún en Los Abrojos, el “lugar en el mundo” que Macri elige para “aislarse un poco” de la rutina semanal.
En días de elecciones, todo el entorno presidencial funciona como un equipo de campaña proselitista: sus colaboradores más cercanos le acercan palabras de aliento para la jornada electoral, mientras los principales candidatos lo llaman o le envían mensajes de audio. Antes de salir a votar, Macri se habría comunicado con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal para darle aliento y repetirle que están ante una jornada histórica.
Además del cuerpo de seguridad que blindó su traslado desde Los Abrojos hasta Palermo, el Presidente llegó a la escuela acompañado por Pavlovksy y el director de Difusión de Actos de Gobierno, Diego Velazquez. Ambos funcionarios dependen del secretaría general de la Presidencia, en manos de Fernando de Andreis, y son la sombra que acompaña a Macri para custodiarlo de los medios.
Cuando llegó a la mesa, Macri saludó a las autoridades, posó para las cámaras y entró al cuarto oscuro. Treinta segundos después, salió con el sobre en la mano y lo insertó en la urna. Tomó la bolsa con facturas y se dirigió al corralito para la prensa. Afilado en desafiar el filo legal de la veda electoral, Macri se acercó a los periodistas, siempre flanqueado por Pavlovsky y Velazquez. “Esta elección define los próximos 30 años de la historia de nuestro país”, dijo y aseguró que “es muy importante lo que pase en esta elección. No es que las PASO no importan. Son importantísimas. Que cada uno vote por lo que cree. Nosotros creemos en continuar en este cambio profundo y otros, en otras cosas”, cintureó antes de tomar la bolsita y entregarla al corralito para la prensa. “Acá les traje unas facturitas”, dijo, risueño, para mostrarse confiado. “Estoy tranquilo, pusimos todo lo que teníamos en el corazón. La gente está yendo a votar en forma masiva".
Habían pasado 15 minutos de las 11 de la mañana y el Presidente volvía a su entorno blindado, para regresar a Los Abrojos y almorzar con la Primera Dama y sus hijas. Allí pasará toda la tarde, pero posiblemente reciba el cierre de los comicios en la residencia de Olivos. En su entorno aseguraron que será "una noche larga". Recién se trasladará desde Olivos al búnker de Costa Salguero pasadas las 22, porque el Gobierno aguarda que las tendencias recién se plasmarán pasada la medianoche.