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Los problemas económicos que atraviesa la Argentina se pusieron al tope del menú informativo de los principales portales de noticias del país. La escalada del dólar, el frenesí inflacionario, los desembolsos y auditorías del FMI y los anuncios del Gobierno para paliar una crisis de la que, en buena medida, depende su futuro electoral, constituyen algunos de los eventos críticos que forzaron la atención periodística hacia la economía. El resultado es contundente: un 30% de las noticias más visibles de los tres portales más leídos del país abordan la situación económica, convirtiéndola en el problema más importante de la agenda mediática nacional.
El tratamiento informativo de la crisis económica es un campo de experimentación fértil para analizar algunos aspectos de la calidad informativa. Uno de los indicadores de la buena praxis periodística es la contrastación de fuentes. De su puesta en práctica depende que la información sea confirmada o rechazada por los principales informantes clave vinculados con un hecho. Y también que se incluyan en las piezas informativas una cantidad suficiente de puntos de vista capaces de enriquecer el debate público. Evitar los sesgos promovidos por una única voz, sea cual fuera, es parte del desafío cotidiano de los trabajadores de prensa. Para ello, la presentación de las voces en pugna resulta central.
La marcha de la economía de un país involucra por definición una serie de conflictos y posiciones en competencia. En su arena discursiva se disputan formulaciones simbólicas sobre los mejores caminos a tomar en función del bien común. Y como la economía nunca fue una ciencia exacta, pese a la insistencia de cierta simplificación mediática, alrededor de sus alternativas se fundan algunos de los más interesantes debates sobre el presente y el futuro del país, aunque por momentos no aparezcan en la prensa.
Una investigación en curso da cuenta de que, en la cobertura mediática de la actualidad económica nacional durante abril, la voz más citada fue la del gobierno de Cambiemos. El resto de las fuentes más importantes referenciadas en las noticias están relacionadas con actores sociales con alto poder de lobby y penetración en los medios de comunicación: empresas privadas, sobre todo proveedoras de bienes de consumo masivo; consultoras nacionales e internacionales; y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de sus funcionarios y voceros. Las cuatro primeras voces explican el 70,9% de los puntos de vista presentes en las noticias.
Si se tiene en cuenta sólo la cobertura del miércoles 17 de abril, día de los anuncios de las medidas de “alivio” del presidente Mauricio Macri, la palabra gubernamental llegó al 62,9%. No llama la atención que en el día “D” de las medidas económicas de un gobierno su voz suene bien fuerte. Lo que abre un gran signo de interrogación es si existe capacidad estructural en el periodismo actual para poner en cuestión el libreto oficial.
La consulta a especialistas sobre las temáticas de las noticias constituye un requisito básico de calidad informativa. Sin embargo, en lo que va de abril la inclusión de expertos en economía fue menor y llegó sólo al 6,7%. Además, si se identifica a los especialistas consultados por los medios, la redundancia de puntos de vista se refuerza. Por lo general fueron directivos o funcionarios de las mismas consultoras cuyos informes y pronósticos se propagan en las noticias, con fuertes intereses corporativos. Así, la voz de las empresas de consultoría, generalmente think tanks del establishment financiero, es el coro de fondo de explicaciones que van a una sola dirección. O que, en el mejor de los casos, apenas desafinan.
En resumen, lo que se verifica en la prensa nacional es una alarmante ausencia de voces disonantes. En efecto, las fuentes contrapuestas con las visiones de Cambiemos apenas alcanzaron sumadas el 7,7%. Fueron las opiniones de un reducido grupo de ciudadanos, sindicalistas, científicos y dirigentes políticos del lavagnismo y el kirchnerismo. Es decir, la posibilidad de acceder vía las noticias a una razonable gama de diagnósticos y posibles soluciones es exigua.
La discusión sobre la calidad informativa resulta central para el funcionamiento del sistema democrático. Si bien resulta cierto que los ciudadanos se informan por distintas vías y suelen elegir información consonante con sus concepciones previas, la constatación de un punto de vista monocorde en los principales medios constriñe la posibilidad de elección. Entonces, tal como sugiere la metáfora de la espiral del silencio propuesta por la alemana Elizabeth Noelle Neuman, la potencia de la voz amplificada tiene la capacidad de invisibilizar a las disonantes, al menos en los principales portales de noticias.
Sin embargo, la capacidad de los medios para instalar temas y aspectos en la opinión pública está fuertemente cuestionada. La diversidad de fuentes de información y canales disponibles en los entornos virtuales es importante, aunque estos facilitan la generación de burbujas en las que todos nos sentimos a gusto. Es que, algorítmicamente, evitamos las voces disonantes. Sin embargo, los medios de comunicación también disputan en ese ámbito. Sus contenidos digitales permean en esas comunidades y sus voces dan información y argumentos a sus habitantes. En ese contexto, un dato no resulta menor: según la consultora Comscore los tres medios online más consumidos de la Argentina, sobre los que se centra el estudio, concentran 46,3 millones de usuarios únicos, muy lejos del resto. Es decir, sus versiones de los hechos no son socialmente irrelevantes.
La revolución de las comunicaciones y los circuitos informativos a partir de las modernas tecnologías info-comunicacionales generó cambios drásticos en los consumidores, en los circuitos productivos de la información y en su distribución. La propia profesión periodística se está reconfigurando: los nuevos tiempos y procesos productivos, como nunca, restringen la profundidad y la indagación. Entonces, ¿para qué sirve o debiera servir el periodismo hoy? La pregunta por su función social también está en (re)construcción. El académico Walter Bennett sostuvo hace tiempo que los periodistas parecen haber cedido a los gobiernos la función de vigilarse a sí mismos. Y eso se hace evidente, justamente, cuando la voz gubernamental es la que más fuerte se escucha en los medios de comunicación.