“Ni hoy ni el 10 de diciembre termina nada, empieza otra etapa”. Con un discurso emotivo y religioso, la gobernadora María Eugenia Vidal intentó endulcorar la amarga realidad de su derrota frente al candidato del Frente de Todos, Axel Kicillof, a la que se sumó un dato desalentador en su pelea intra Cambiemos: el presidente Mauricio Macri, aunque perdedor, logró achicar la diferencia con su contrincante, Alberto Fernández (Todos), en mayor proporción que lo logrado por la mandataria. Con su postura en el escenario central del búnker de Cambiemos buscó trasladar al electorado la certeza de que sigue viva políticamente, alimentando el sueño de una resurrección que le permita ponerse otra corona, la de jefa de una oposición que ya comenzó a diseñar a su medida tras la derrota que sufrió en las PASO y que vaticinaban el resultado de las generales de este domingo.
Vidal se distanció de Macri, pero el electorado terminó distanciándose de ella. Y en esta nueva etapa, su idea de liderar la oposición bonaerense ingresa en un terreno desconocido para ella, mientras advierte cómo otras figuras –triunfantes- se alistan para una batalla por la jefatura de la oposición bonaerense. Carga, además, con la incertidumbre de encontrar la manera de remontar su relación con el jefe de Estado, de quien tomó distancia tras las PASO al sindicarlo –en privado- como el responsable de su derrota.
“No estoy sola, ustedes nunca me dejaron sola. En todo caso, hoy Dios me dio un descanso”, afirmó la gobernadora Vidal en el escenario central del búnker cambiemista de Costa Salguero y rodeada por todos sus ministros, a quienes había pedido que la acompañaran en su discurso final.
La gobernadora se mostró emotiva hasta la sobreactuación, con un lenguaje conciliador y civilizado. Felicitó a Kicillof por su triunfo y anticipó que lo convocará la próxima semana para ordenar juntos la transición. “Las urnas no matan los sueños, yo sigo lista para defender todo lo que hemos hecho”, afirmó.
“Si hay algún bonaerense que se siente que le fallé les pido perdón”, remarcó, poniendo la otra mejilla ante el electorado.
La gobernadora se mostró entera en un escenario absolutamente demoledor, donde, y según coincidían amigos y enemigos, fue la más golpeada, en un búnker donde compartió espacio con el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que consiguió la reelección con más del 55% de los votos y el presidente Macri, que logró achicar en ocho puntos la distancia con Fernández.
En el nuevo escenario que se abre ante Vidal, existe en lo inmediato un rol de opositora con peso propio, avalado por casi el 39% de los votos obtenidos, pero con el acecho de anticipados candidatos a disputarle una interna.
En la lista de futuros contendientes se anota primero el intendente de Vicente López, Jorge Macri, quien logró la segunda reelección sacándole una diferencia de 35% a su contrincante de Frente de Todos. Macri suma además el cargo de titular del PRO bonaerense, la tutela política de otros intendentes como Pablo Petrecca (Junín) y Ezequiel Galli (Olavarría), quienes lograron también la reelección, además de la base de legisladores propios en el Senado y la Cámara de Diputados de la provincia y una importante expansión de poder territorial local en municipios amigos del conurbano.
En este esquema aparece también el jefe de la Cámara de Diputados nacional, Emilio Monzó, una figura excluída de la política por Vidal y que tendría intenciones de tomarse revancha y pelearle una interna amparado por un sector de radicales. En esta elección Monzó se quedó con solo dos legisladores, ya que la gobernadora no le autorizó ningún lugar en las nóminas.
A este esquema se suma la incertidumbre de ver cómo se reconstruye la relación entre la mandataria y el Presidente en un contexto donde, además, sigue firme la figura del jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Fueron cuatro años de fidelidad cruzada por malas noticias. Vidal aceptó en todo ese tiempo renunciar al desdoblamiento electoral -que quizás la hubiera salvado del naufragio-, al Plan V, que reclamaba el Círculo Rojo y la ubicaba como sucesora a la presidencia, y acordó el traspaso del gasto por subsidios al transporte en el área metropolitana y de las proveedoras de energía en el conurbano, Edenor y Edesur, un trato que finalmente terminó sellando a comienzos de mes y con algunas condiciones.
El resultado de las PASO, que la dejó 18 puntos debajo de Kicillof la envalentonó para iniciar un camino propio, donde el esfuerzo electoral estuviera centrado en alimentar su figura y no en trasladarle algunos puntos a Macri, como hizo en la campaña rumbo a las Primarias.
Por eso, la gobernadora realizó una campaña casi en solitario, intimista, cercana al vecino y sin aparato gubernamental. Acompañó al Presidente recién en el último tramo del proceso, cuando llevó el #SíSePuede tour a varios municipios bonaerenses.
Vidal no estuvo en el cierre de Macri. En cambio, eligió realizar su propia celebración, con sus intendentes y con un fondo rojo que si bien no reemplazó al amarillo ni el celeste y blanco de las banderas integró más al radicalismo.
Fue en Vicente López, un distrito ganador, y junto a sus jefes comunales, quienes en la noche de este domingo lograron, en su mayoría, la reelección.