

Según la termodinámica, es el calor lo que altera el orden de las partículas dentro de un sistema porque es el responsable de generar movimiento. Por el contrario, el frío las aquieta. Por eso cuando un sistema aumenta su temperatura tiende al caos.
Si bien en un sistema la cantidad de energía presente no varía, ésta se transforma haciendo que mute su calidad. El calor es una forma ineficiente de energía, porque nada puede crearse a partir de él. La entropía mide la degradación de la energía útil en calor: mide la energía que se pierde y no puede ser recuperada. Entonces, el calor se traduce en la agitación de las partículas: a más calor, más movimiento.
Podría decirse que la Argentina contemporánea es un sistema que se encuentra elevando su temperatura. La turbulenta coyuntura política y económica que atraviesa así lo manifiesta. Y los funcionarios que administran el Estado se mueven como consecuencia de esto. En este caso, a diferencia de lo que indica la física, es el conflicto social en la búsqueda de un nuevo equilibrio lo que habilita posibilidades de creación.
Las crisis políticas exhiben al líder, ponen a prueba su capacidad de devolver la calma, le brindan la posibilidad de crear nuevos encuadres para interpretar lo cotidiano. El alcance que toman sus acciones y discursos le habilitan el poder de construir una lectura colectiva sobre la realidad. Esta capacidad de moldear identificaciones, conceptos, percepciones, le otorga la facultad de dar vida a algo nuevo. Se trata de una originalidad disponible para renovar el consenso social.
Todo espacio político se configura e interactúa en virtud de sus principios, reflexiones, modelos, sueños y cosmovisiones. La democracia es la lucha de estos marcos interpretativos por administrar el poder. Es la construcción de un nosotros/ellos lo que desenmascara las subjetividades de los espacios políticos. Es lo que explicita qué hipótesis tienen estos discursos políticos y echa luz respecto de lo que pretenden hacer: diseñar, dirigir o sustituir.
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La democracia es una institucionalización del conflicto. Las diferentes etapas históricas devolvieron particulares miradas de época respecto de la sociedad argentina, moldeando maneras de comprender el mundo que conformaron la idea de ciudadanos disímiles.
La polémica genera identidades agrupando a los individuos. Ruth Amossy advierte que la polémica pública es una de las posibilidades para mantener vigorosas a las democracias pluralistas, puesto que es la retórica del disenso la que impide transformar al adversario en enemigo y, por tanto, es el medio para gobernar con la palabra y no con las armas. "El objetivo de la polémica pública no es el acuerdo sino la gestión del conflicto (...) Se trata de hacerse cargo de las rupturas que dividen a los ciudadanos en una democracia".
Por su parte, Chantal Mouffe señala que "la visión optimista de la globalización" concibe a la política democrática negando los antagonismos. La autora indica la gravedad de creer en la posibilidad de un consenso racional que apague la constitución de las identidades políticas. Alertada por la comprensión real de lo político, Mouffe da cuenta de las consecuencias que trae para la política democrática la negación de "lo político".
La imposibilidad de erradicar la dimensión conflictual de la vida social es la condición para comprender el desafío al cual se enfrenta la política democrática. Según explica la autora, en la actualidad lo político se expresa en el registro moral, un "nosotros/ellos" que en vez de ser definido mediante categorías políticas, se establece en términos morales: es la lucha entre el bien y el mal.
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Para Mouffe el peligro está en creer que el consenso es la solución cuando en realidad se trata de superar las diferencias de las identidades colectivas a través de la confrontación democrática. Entonces: ¿cómo piensa el Gobierno a la sociedad? ¿Cómo construye a su adversario político?
Cambiemos se enfrenta a un nuevo y gran desafío: pasar de ser “la revolución de la alegría” a comunicar y dirigir una profunda crisis económica. La incertidumbre, la bronca y el miedo que provocan las devaluaciones, los endeudamientos y la inflación se ven acrecentados, potenciados y acelerados por la comunicación constante de las redes sociales donde nunca se duerme.
Para la termodinámica son las condiciones iniciales del sistema las que determinan su evolución. Entender el modo en el que el PRO se introdujo en la vida política del país hasta transformarse en Cambiemos y gobernar la Argentina es intentar proyectar su trayectoria de vuelo.
Mario Riorda sostiene que “entender las crisis es concebir cómo comunicar en ellas” y si la gestión de la crisis es la capacidad de reducir o prever factores de riesgo e incertidumbre no hay que perder de vista que la humanidad prima sobre los hechos. Son las emociones las que gobiernan la comunicación, al fin y al cabo somos seres emocionales. El mantra del ciudadano moderno es “siento por eso existo”.
La termodinámica busca explicar los estados de equilibrio y aquí se intenta comprenderlos para reproducirlos. El equilibrio termodinámico determina que si un objeto con cierta temperatura se pone en contacto con otro a una temperatura distinta, ambos intercambian calor hasta que sus temperaturas se igualan.
Es la falta de equilibrio lo que habilita la posibilidad de que las partículas se encuentren, interactúen y construyan algo juntas. Son las identidades las que se complementan y se retroalimentan al definirse por su opuesto.
Gracias a Albert Einstein sabemos que el tiempo es relativo y todo depende del movimiento del observador. Y, como bien explicó Gonzalo Sarasqueta, las temporalidades cambiemistas se complejizaron y “el futuro se volvió un lujo en el dispositivo Cambiemos”. El desafío de Macri es “comenzar a transformar la bronca en ilusión, la ansiedad en paciencia y la angustia en esperanza”.
El tiempo de Cambiemos se aceleró. Sin promesas de un futuro mejor en el horizonte le queda administrar un puro presente que los propulse a 2019. Los márgenes para generar estrategias de comunicación efectivas se vuelven más angostos. Los días sin futuro son más grises. Queda por ver si la nueva etapa de la política argentina acompaña a una administración de las penurias del presente.