20 de junio del siglo XXI

Los sistemas educativos, como las sociedades, están siendo afectados por el entorno digital, en principio con dos consecuencias irreversibles: el achicamiento de las distancias espacio/temporales y la eliminación de las zonas opacas de lo social, lo que Byung-Chul Han llama “la sociedad transparente”.

 

En el caso de los sistemas educativos, esto trae aparejados cambios adentro del aula y también en la parte administrativa del sistema, algunos todavía demorados. Cuando Sarmiento pensó y diseñó el “estado educativo” le asignó al Inspector de Escuela la máxima autoridad del sistema. Era aquel que viajaba a las escuelas para garantizar cómo se debía enseñar. Fue el corazón del normalismo. Los manuales y disposiciones establecidos por Sarmiento para la “educación común” son famosos por su explicitación de un modelo pedagógico por delante de un modelo político. Cada clase debía empezar de un modo prescripto, preciso y el inspector validaba esos procesos como un cruzado de la civilización haciendo frente a la barbarie, eso dicho sin eufemismos. Por supuesto, en el siglo XIX no había otra forma de comunicación entre el estado centralizador y las escuelas, concebidas como fuertes en un territorio a conquistar.

 

Si el empequeñecimiento del mundo, impulsado por la digitalización, concluye en una conectividad continua en donde todo es  accesible - un aquí y ahora vertiginoso de acontecimientos que abruman y una suerte de ubicuidad, urbi et orbi - la transparencia nos pone ante una realidad nueva.

 

Hoy, una pantalla, cualquier conexión de wifi, un sistema operativo, nos permite estar ahí, conectarnos, la ubicuidad es permanente y los datos pueden viajar al instante. Datos duros, como cualitativos, ya no es necesario el expediente, ni la nota, menos el informe. Los datos se pueden cargar en forma cooperativa, interactiva, en red y la toma de decisiones puede descentralizarse sin dificultades. De las viejas disposiciones escritas, que se enviaban por correo, a los mensajes de watsap, que demoran segundos en irradiarse mundialmente, ha pasado la cuarta revolución industrial: la automatización, la Internet de las cosas y la digitalización de la sociedad.

 

La escuela debe entrar rápidamente en el siglo XXI, no sólo incorporando estos dispositivos digitales en la enseñanza, sino también en la administración y la evaluación del sistema. En esta esfera, hay por lo menos tres cuestiones pendientes: el contralor docente unificado por los cuerpos directivos, la evaluación de los aprendizajes en la escuela y la prospectiva educativa a nivel municipal.

 

Si logramos digitalizar (lo cual permite también transparentar) los procesos administrativos de las escuelas, conseguimos instalar un sistema de evaluación permanente y particular de cada establecimiento (utilizando herramientas digitales) y comprendemos el rol que tienen en la planificación del sistema educativo los municipios (que son los que conocen más de cerca a la población de las escuelas y de la comunidad en general y siguen de cerca el movimiento de industrias y trabajo en la región), estaremos al menos más cerca de la educación de calidad que queremos.

 

Maximiliano Pullaro recibió patrulleros de la provincia de Buenos Aires
Martín Menem y Karina Milei.

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