La semana pasada, cuando el ala técnica del Ejecutivo ya tenía los detalles del préstamo del organismo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, le explicaron al Presidente cómo debía leerse el asunto. Las dudas del mandatario no fueron pocas: puertas adentro del Gobierno hay cuadros políticos que padecen lo que se viene en relación al Fondo. Un ajuste en 2018 más tenue, y más fuerte en 2019, que obligará al Gobierno a soltar la guillotina sobre la cabeza de una economía ya complicada después de la corrida cambiaria.
Esa tensión se resolvió pautando un esquema comunicacional que derivó en una consideración imposible de no hacer desde lo político, pero que no refleja la realidad de lo que ocurrirá con los pedidos del organismo que conduce Christine Lagarde: Una economía sin rumbo, pero con un fuerte relato emotivo que busca recrear el entusiasmo social en un contexto de caída de la imagen general del Gobierno en pleno acuerdo con el FMI.
Hubo, en la misma línea, una gestión con empresarios amigos para salir a respaldar la idea de que la negociación es positiva para el país. Algunos aceptaron salir a decirlo como un último gesto ante un modelo que, entienden, les pidió mucho y no les dio nada.
Macri, el viernes, con el equipo económico. Hubo felicitaciones y muchas preguntas.
“Con esto se murió el gradualismo”, calificó un CEO de la provincia de Córdoba ante la consulta de Letra P. El Círculo Rojo, que concentra a empresarios, oposición, algo de oficialismo rebelde y economistas de consulta, lee el contexto con una algarabía bastante más moderada que la de Macri y compañía. Alguno usaba la figura de que Lagarde introduce en la Argentina su caballo de Troya. Una ayuda presunta de 50.000 millones de dólares con una sorpresa peligrosa en el corto y en el mediano plazo.
En paralelo, nadie asimila la palabra ajuste y reducción del déficit con crecimiento o números positivos; muchos menos relacionan los préstamos del FMI con un respaldo a países que hicieron las cosas bien, sino todo lo contrario. En medio del relato de la economía emotiva, incluso, llegó la calificadora Fitch para ponerle números al escenario real: redujo desde el 2,6% hasta el 1,3% la proyección de crecimiento para Argentina en 2018 y calculó una inflación de 27,5% para este año.
Además, explicitó que “Fitch proyecta ahora una suba de la inflación en Argentina de 27,5% para todo 2018 con motivo del traslado a precio de la devaluación del peso, lo que perjudicará el salario real y la confianza, mientras que el ajuste fiscal y monetario pesará en el consumo y la inversión".
Un alto dirigente de Cambiemos vinculado a la UCR sinceró las razones reales del desembarco del Fondo ante un viejo conocido suyo del establishment, del que supo recibir apoyos para campañas políticas. “Acá el problema es que los dólares no llegaron, no hay inversiones”, le explicó. Esa frase sintetiza cómo preveía llegar Cambiemos al promedio de su gestión de gobierno: con un compendio de economía creciendo, inversiones fluídas y reducción paulatina del gasto para equilibrar el contexto general. Así pensaba ingresar a 2019, año electoral en que se juega el futuro político de la alianza gobernante, en un escenario virtuoso.
Pero, incluso antes de la corrida cambiaria que puso al dólar en una carrera irrefrenable, la economía ya daba señales de perder aceite. La industria reflejaba un futuro de estancamiento y la construcción padecía el freno de la obra pública, dos de los motores que impulsan el PBI. Después del anuncio del préstamo del Fondo, la cosa parece haberse puesto peor. El dólar subió casi 70 centavos entre el viernes último y lo que va de la rueda.
Un broker comentó a Letra P, con algo de sorpresa, que el acuerdo no pareció calmar las aguas del tipo de cambio. Y blanqueó, el gestor, que el único contrapeso a la disparada del dólar no era la expectativa positiva sobre Argentina, sino la barrera de diez hombres que ideó Luis “Toto” Caputo con la ayuda de Demián Reidel, mano derecha de Sturzenegger en el BCRA: el muro de U$S 5.000 millones a $25 que la entidad monetaria ofreció hasta el jueves último.
Lagarde con Macri, en Quebec. El FMI coordinará el plan económico de Argentina.
Con bastante sentido común, Macri le preguntó a Dujovne cómo, en este contexto y con todos recortes planeados, la economía irá a reingresar en un círculo virtuoso. En Hacienda insisten con que “llegarán inversiones”. Eso permitiría empezar a aflojar la tasa de interés para recrear el préstamo. Es lo que le comentaron Sturzenegger y Dujovne a Macri el viernes, cuando se encontraron antes del viaje presidencial a Canadá.
Viendo algunos acontecimientos recientes, es casi improbable semejante realidad: el propio Sturzenegger, empoderado por Macri en detrimento de la Jefatura de Gabinete, admitió que la súper tasa tiene larga vida. Por otro lado, Brasil volvió a recalcular en las últimas horas el crecimiento de los dos próximos períodos. En 2018, el principal socio evolucionará por debajo del 2%. Es la sexta vez que modifican la perspectiva en lo que va del año.
Otra incógnita es saber qué está dispuesto a ceder el Gobierno ante la auditoría del FMI. El organismo exige tipo de cambio flotante y evolución libre en relación a la inflación. En las apostillas de economistas, el Gobierno asumirá este año una inflación muy por sobre la meta. Perderá esa batalla, atándoles una piedra a los pies del crecimiento, la inversión y el poder adquisitivo del salario. El próximo, en tanto, con la obra pública en el freezer, será de un crecimiento nulo o bajo, con los números aún recalculándose.