EL CONCURSO DE CARREFOUR

Del anabólico K a la atrofia M: crónica de la primera muerte del hiperconsumo

La decisión planificada de los franceses abre una puerta peligrosa para formalizar achiques sin escándalo y adecuar el negocio a una realidad moderada. El Gobierno construye su propio relato.

En 2016, meses después del triunfo de Mauricio Macri en las presidenciales, José Ignacio García Hamilton (h) dejó Carrefour para irse a trabajar en la esfera pública. Quien revistara como encargado de Legales de la firma francesa, fue primero jefe de Relaciones Institucionales de la secretaría de Comercio, para luego ser ascendido a Jefe de Gabinete de la gestión de Miguel Braun. Cuando emigró del supermercadismo a la política, la situación de Carrefour ya era más que crítica. La información que él conocía también la percibía el resto del sector. Fue uno de los primeros en conocer la movida de su ex empresa que terminó en un Concurso Preventivo de Crisis.

 

El día previo a la presentación de la acción en el Ministerio de Trabajo, varios ministros nacionales como Francisco Cabrera (Producción) y Guillermo Dietrich (Transporte) lanzaron formalmente la mesa sectorial del consumo. Invitaron a la plana mayor del supermercadismo. Por Carrefour se hizo presente Leonardo Scarone, director de Asuntos Corporativos. Horas más tardes, el Gobierno Nacional ya estaba al tanto de que al día siguiente habría una novedad no deseada. Uno de los mayores empleadores y contribuyentes impositivos del país se declaraba en estado crítico. La decisión, en realidad, fue menos dramática y más planificada. Desde el sector aseguran que, en privado, los galos admiten que la movida fue pensada y meditada. Una forma elegante y poco conflictiva de adecuar el negocio a la nueva realidad de un consumo moderado. El Concurso permite, de aprobarse, recortar un 5% de la plantilla, cerca de 1000 empleados en todo el país. Un pelotón relevante desde lo humano pero incomparable al rumor de 3000 despidos, que flotó en el aire hasta hace algunas horas.

 

El kirchnerismo subsidio tarifas de servicios confiado en que el dinero ahorrado se iría al consumo masivo. 

 

Desde el año pasado Carrefour sabía que la crisis se precipitaría, pero decidieron disimularla. Todo se aceleró cuando llegó desde Brasil la CFO (encargada de Legales) francesa enviada por casa matriz. Vio los números y encendió la alarma. En París se planificó una intervención de hecho sobre la filial local, que empezó a materializarse en enero de este año, cuando rodó la primera cabeza: Daniel Fernández, tras haber permanecido doce años al frente de Carrefour Argentina, fue corrido del cargo en una renuncia de común acuerdo. La avanzada continuó con la importación de otro galo, Rami Baitieh, que pasó por Polonia y Taiwán, desembarcó como el personaje perfecto para hacer el trabajo sucio: un desconocido para las autoridades locales, sin ataduras ni lealtad pendiente con la política y los gremios.

 

La decisión de mover y agitar el Concurso de Crisis sorprendió en el rubro por lo extremo, pero el panorama era bastante conocido. De hecho, no son pocos los que creen que el antecedente es peligroso porque hay empresas que miran ganas el recurso. Una de ellas Cencosud, la chilena que opera en Argentina con shoppings center y supermercados como Jumbo, Disco y VEA.  

 

 

Daniel Fernández, 12 años como CEO de Carrefour. Lo desplazó en enero de 2018 la casa matriz para colocar a un CEO que capee el ajuste y la crisis. 

 

Sí asombró en el sector la conclusión del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, de asociar a los cambios tecnológicos la caída de Carrefour. Entienden que es parte de una construcción de discurso público oficial, que gira sobre varios ejes: el primero, la migración del consumo hacia el canal mayorista; el segundo, las compras crecientes en el comercio on line que habría sustituido al canal habitual. Esos datos son, en realidad, una media verdad. La crisis de Carrefour y de todo el sector es, primero, producto de la grieta entre el macrismo y el kirchnerismo. En los últimos doce años en los que gobernaron los K, la situación económica y financiera de los híper ya era compleja. Pero se maquillaban con el buen ritmo del gasto hogareño, incluso en períodos con inflación alta. El modelo K se sustentaba, como el de los super, en tarifas de servicios públicos bajas que derivaban todo el ingreso de la clase media-media y media baja al consumo básicos, alimentos y bebidas. De hecho, el core business de los híper estaba nucleado en un 80% en el desembolso de los sectores más desprovistos. Fue esta la razón central que hizo que en 2015 las grandes cadenas jugaran fuerte a favor de la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Suponían que la sustentabilidad del negocio estaría garantizada con la continuidad del modelo económico de impuestos bajos. En paralelo, los empresarios del sector reconocen que la línea de gastos de impuestos municipales estaba muy controlada, no había desbarajustes porque se coparticipaban gastos a los municipios. No subían el costo de tasa de seguridad e higiene los municipios. Ese esquema generó ganancias récord en una década, y ampliación de plantillas, empleos e inversiones que se cayeron como un piano con el cambio brusco en la política de consumo de Cambiemos.

 

 

 

Los aumentos de tarifas y sobre todo la falta de señal de costos y gastos hacia las familias, además de la devaluación y la inflación del 40% en el primer año de Macri pusieron a los hogares en una situación de temor para la inversión más básica: comprar el alimento diario. Fue el mayor golpe para los hiper, que se vieron obligados en algunos casos a achicar sucursales o vender locales grandes por no haber relación entre los ingresos y los precios de renta. En Carrefour, impactó fuerte el mal diagnóstico sobre el éxito fallido del desembarco en los barrios con las bocas Express. El resto lo hicieron los comercios chinos y el propio Gobierno, que nunca reguló las operaciones informales de esos locales. Terminó así favoreciendo la migración al canal tradicional, y alejando a los consumidores de las grandes superficies. Hay un dato interesante que conecta el diagnóstico con el caso Carrefour: en la reunión de Comercio que se convocó en la Rosada horas antes del Concurso de Crisis, el Gobierno se plantó en la mesa con un libreto central, el de combatir la informalidad laboral y el empleo en negro. A esa reunión, que inicialmente debía contar con los empresarios chinos, solo asistieron las grandes cadenas.

 

La idea de Cambiemos es de una política no sustentada en el consumo, o al menos no en el artificialmente estimulado. El brusco movimiento de una política a la otra -las dos muy extremas- obligaron a los comercios a reformular el juego. Naturalmente, ninguno decidió respaldar la crisis con las ganancias millonarias obtenidas en la década K. Ahora define Triaca, el ministro que en sus manos tiene varias herramientas para paliar lo que podrían ser despidos en el grueso de la plantilla de Carrefour. Una decisión de sumo cuidado que observan desde todo el sector.

 

Martín Menem y Karina Milei.
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