MAR DEL PLATA (Enviado) Andrés Malamud es polítologo, vive en Lisboa y, casi sin planteárselo, terminó siendo uno de los cisnes negros del Coloquio de IDEA, que se desarrolla en esta ciudad.
Históricamente, el evento ha tenido cabos sueltos que cuestionaron a los gobiernos de turno o al establishment presente en la platea. En los años del kirchnerismo, Alfredo Coto rompió eel molde quejándose de la inflación de dos digítos. Luego fue el jefe de El Cardón, Gabo Nazar, quien en la última etapa del gobierno de Cristina Fernández manifestó que los CEOs "son una máquina de fugar plata". Lo de Malamud, en esta edición 54, llamó la atención por la sencillez que utilizó para desmitificar ideas que sobrevuelan el Círculo Rojo y por haberlo hecho en un panel en el que se esperaba -eso señalaban entre la audiencia- que la posición rupturista fuera la de María Esperanza Casullo, politóloga de la Universidad de Río Negro.
"Estoy incómodo con el concepto 'cambio cultural', porque está pegado al eslogan del Gobierno", arrancó Malamud, al que el coordinador del panel, Sergio Berensztein, presentó como uno de los mejores analistas de su generación. En esta parte del discurso se refirió, precisamente, al lema del Coloquio 54: "Cambio cultural: Soy yo, es ahora".
Luego, en el escaso tiempo de alocución que tuvieron también Santiago Kovadloff (el más alineado con Cambiemos) y Dulce Santiago, profesora titular de la UCA, el politólogo uruguayo hizo eje en otras cuestiones polémicas para sus interlocutores. Por un lado, el mito de que la Argentina sería Venezuela: "Eso de que íbamos camino a serlo no lo comparto. Venezuela es una dictadura; decir eso es lo mismo que decir 'Macri, basura, vos sos la dictadura'. La aceptación cultural del otro es la tolerancia. Un cambio cultural es que Fernando Iglesias y Juan Grabois se tomen un café".
Por último, apuntó: "Si en Argentina dejamos de coimear es porque nos están metiendo presos, no porque vimos la luz. Hacete amigo del juez, es algo que les recomiendo a alguno de los presentes", lanzó.
Cuando culminó, recibió aplausos, quizás por la forma en la que se expresó ante un auditorio poco habituado a este tipo de críticas deslizadas desde analistas que miran por encima el fenómeno político y económico.
Tras la ponencia, aclaró y amplió sus ideas ante la consulta de Letra P. "El cambio cultural era parte de la campaña del Gobierno, en esta caso, IDEA se lo apropia en parte porque hay un sentimiento de culpa de los empresarios. No me parece que haya una intención de alinearse, es algo natural: alineamiento espontáneo y reconocimiento de culpas", afirmó.
-Es interesante su explicación de que no se coimea porque "nos están metiendo presos". ¿Cómo cree que cayó eso?
-Por las risas, creo que no cayó mal. Por haber hablado con alguno de los presentes, sé que hay malestar entre ellos, quieren separarse de su pasado, de las manzanas podridas. Pero antes de los cuadernos no existía esta voluntad de cambiar. Y de ahí viene mi argumento de que los incentivos pesan más que las arengas motivadoras.
"Antes de los cuadernos no existía esta voluntad de cambiar entre los empresarios."
-¿Ve real la voluntad de cambiar siendo que las 40 empresas comprometidas con coimas al gobierno K están dentro de esa estructura?
-La veo impulsada por el riesgo, por el peligro, por ir presos.
-Lo de Venezuela, en este contexto, fue una apuesta fuerte...
-La característica del gobierno venezolano es que pierde las elecciones y no se va. La del kirchnerismo es que perdió y se fue. Esa es la característica fundamental. Después, económicamente, Argentina tiene una producción mucho más diversificada. Venezuela solo exporta petróleo y cada vez menos y la sociedad civil argentina es combativa. La venezolana no existe más, emigró.