América. el papa en chile

Entre el perdón por los abusos y la prédica contra el individualismo

Conocedor del terreno que pisaba, lo primero que hizo Bergoglio fue condenar a los curas abusadores. Posteriormente, desplegó sus críticas al estilo de vida consumista.

En su primer día de actividad oficial en Chile, el papa Francisco no esquivó los temas polémicos de la agenda de su gira y, como anticipó Letra P en artículos anteriores, desplegó sus ideas y conceptos críticos con los valores de la postmodernidad, aunque con el lenguaje coloquial y moderno que ya le es característico.

 

En su primer discurso, en el Palacio de la Moneda y con la presencia de la presidenta Michele Bachelet y el presidente electo, Sebastián Piñera, expresó su dolor por “el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia” abusadores y señaló que “es justo pedir perdón”, apoyar a las víctimas y empeñarse por que estos hechos no se vuelvan a repetir.

 

En Chile, el tema es particularmente sensible por el caso de Fernando Karadima, un cura abusador que fue declarado culpable por el Vaticano tras un proceso canónico, a lo que se agrega que el actual titular de la diócesis sureña de Osorno, Juan Barros, fue formado por él y era parte de su círculo de confianza. Parte de las protestas que hay en Chile contra el papa se sustentan en el nombramiento de Barros.

 

 

La cúpula de la Iglesia está convencida de que sus adversarios a nivel global aprovechan un punto débil de la institución para golpearla en su credibilidad. Más allá de que no niegan la veracidad de los hechos -o, al menos, de la mayoría de los denunciados- remarcan que tanto Benedicto XVI como Francisco -no así Juan Pablo II, aunque eso no se dice- tienen posiciones firmes contra la pedofilia en la Iglesia.

 

El discurso de Francisco se enmarca en esa posición, pero el sostenimiento de Barros probablemente tenga que ver con la convicción mencionada. El obispo no está acusado de haber abusado, sino de que habría ocultado el delito. Una acusación más farragosa en el mundo del poder y las instituciones donde se sabe que la persistencia de las mismas tiene vínculo directo con la protección a sus miembros.

 

 

La visita del Papa a Chile está marada por las protestas contra curas pederastas.

 

 

En el mismo discurso, Francisco unió otro punto conflictivo de su agenda, los pueblos originarios, con otra marca registrada de su pontificado, que es la preocupación por lo que hoy se denomina ecología, pero que el Papa buscó darle una mirada más amplia expresando que, para este problema, “se requiere la audacia de ofrecer una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático, que privilegia la irrupción del poder económico en contra de los ecosistemas naturales y, por lo tanto, del bien común de nuestros pueblos. 

 

 

 

Seguidamente, dijo que “la sabiduría de los pueblos originarios puede ser un gran aporte. De ellos podemos aprender que no hay verdadero desarrollo en un pueblo que dé la espalda a la tierra y a todo y a todos los que la rodean. Chile tiene en sus raíces una sabiduría capaz de ayudar a trascender la concepción meramente consumista de la existencia para adquirir una actitud sapiencial frente al futuro”.

 

Como se desprende de estas líneas, Francisco cree que la naturaleza no se defiende simplemente colaborando con alguna ONG que defienda a las ballenas, sino que tiene la convicción de que el deterioro físico del planeta está vinculado con el avance de los valores del capitalismo financiero que predomina hoy en el mundo. En el mismo sentido, está claro que, para el obispo de Roma, tampoco la defensa de los pueblos originarios puede reducirse a la postura de algún grupo extremista que se autoexcluye del país y el mundo del cuál forman parte.

 

En la misa que dio en el Parque O’Higgins, en tanto, apuntó a destacar un elemento que él remarca permanentemente, que es privilegiar el contacto cara a cara. “La primera actitud de Jesús es ver, es mirar el rostro de los suyos. Esos rostros ponen en movimiento el amor visceral de Dios. No fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús… son los rostros, son personas; es la vida que clama a la vida que el Padre nos quiere transmitir”, dijo el Papa buscando sustentar una postura que choca con el avance de los contactos personales a través de los dispositivos electrónicos y la mirada sobre la realidad con la tecnología de por medio. Como herramienta, pero también como obstáculo para comprenderla en toda su dimensión.  

 

 

Seguidores del Papa en el parque O'Higgins.

 

 

Subyace, además, otra posición. Ya es recurrente que, antes de sus visitas, desde sectores hostiles a la Iglesia y a su papado se busque desmotivar las movilizaciones populares que caracterizan sus recorridas. Esta gira no fue la excepción y varios medios importantes de Argentina dieron amplio espacio a la supuesta “falta de entusiasmo” que había en Chile. Pero Francisco está convencido de que justamente lo que se busca es evitar que despliegue una de sus principales herramientas para predicar, su carisma, lo que los españoles llaman el “don de gentes”. De su primera misa participaron 400 mil personas y es probable que la cantidad aumente con el correr de los días tanto en Chile como en Perú.

 

En el mismo sentido crítico puede interpretarse otro tramo de la misa referido al consumismo. “Jesús, al proclamar las bienaventuranzas, viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos o encerramos en nuestras comodidades, si nos adormecemos en un consumismo tranquilizante”, dijo.

 

 

 

Ese poder adormecedor del consumismo es otro tema recurrente del Papa, que se enrola en su famosa exhortación a la juventud a “hacer lío”. También sirve para interpretar por qué Bergoglio “bucea” en los márgenes del sistema, porque allí, entre los “descartados”, los que no tienen capacidad de consumo, encuentra campo más fértil para su prédica. Es casi una certeza científica que, a mayor comodidad, menos espiritualidad, lo cual no necesariamente significa, como dice Juan Sebreli, que el Papa quiera que los pobres sigan viviendo en condiciones deplorables eternamente. Su postura es a favor de la austeridad, no de la pobreza.

 

Finalmente, Francisco hizo una escala simbólica: visitó el centro de detención femenino San Joaquín en Santiago. Allí tocó otro tema recurrente en sus discursos. La reinserción de los privados de la libertad y la dignidad de las personas. La mención no es casual en un continente donde las demandas de seguridad potencian reclamos de venganza y donde las cárceles son cada vez más lugares de castigo y cada vez menos de recuperación. 

 

 

 

“Estar privado de la libertad no es lo mismo que estar privado de dignidad. La dignidad no se toca, a nadie; se cuida, se custodia, se acaricia. De ahí que es necesario luchar contra todo tipo de corsé, de etiqueta que diga que no se puede cambiar o que no vale la pena o que todo da lo mismo. Queridas hermanas, ¡no! Todo no da lo mismo”, dijo y agregó:. "La sociedad tiene la obligación de reinsertarlas a todas. A cada una, con el proceso personal: unas más tiempo, otras menos, pero todas deben ser personas en camino hacia la reinserción. Métanselo en la cabeza y exíjanlo”, exhortó Francisco a las internas.

 

Este tipo de discurso explica, aunque no justifica, por qué muchos sectores de clase media en Argentina y en toda Latinoamérica, incluso muchos católicos, ven con desconfianza a Francisco. Los más de dos mil años de historia del cristianismo aventuran a suponer que la Iglesia no ignora este malestar y que los riesgos están más que calculados.

 

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